Orad sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17).
Otro lunes de mañana había llegado, y yo tenía que volver a "ese lugar": mi trabajo, mi vocación. Se trataba de un ambiente estresante, hostil y poco saludable. Había algunos miembros del personal con los cuales era difícil trabajar. Los veía como manipuladores, presumidos, irrespetuosos y desagradecidos.
Oré al Señor diciéndole: ¿Cómo voy a prosperar en un ambiente como este? ¿Estaría yo misma demostrando un comportamiento similar? Me recordé a mí misma que la oración cambia las cosas.
Ocurría semana tras semana. ¿Se trataba de intimidación o explotación? O ¿era simplemente su comportamiento natural, y yo era muy sensible y analítica? La batalla no es tuya, es del Señor, venía a mi mente. También recordaba un sabio consejo: Cuando vas a la batalla contra tus enemigos, no uses las mismas armas que ellos. Entonces, ¿qué hago, Señor?¿Cómo resuelvo esto?
Pensé en David. Él usó lo que más conocía, una piedra en vez de las armas que usó Goliat. Parecía que Dios me estuviera diciendo: "Ascuas amontonaras sobre sus cabezas"(Prov. 25:22). Debía orar, y no llorar, por esta situación, aunque la tormenta fuera en aumento. No obstante, sabía que debía
confiar en el Dios a quien conocía. Con oraciones permanentes de mi grupo
de oración, amigos, mi madre y yo misma (y Dios, al sustentarme diariamente) se produjo un gran cambio. También compré el libro de T. D. Jakes, The Ten Commandments ofWorking in a Hostile Environment [Los Diez mandamientos para trabajar en un ambiente hostil]. Les aseguro que fue difícil leerlo, porque enfatizaba la idea de que Dios no te sacará de las circunstancias difíciles, sino que te llevará en ellas a la victoria. Me sentía como Moisés, cuando se le dio una orden y puso excusas (Éxo. 3, 4). Yo estaba poniendo excusas. Sin embargo, Dios me recordó que yo era la mujer apropiada para ese trabajo, y que lo mejor que podía hacer era aprenderlo bien. Comencé a florecer a pesar de las circunstancias. Me sentía como una flor pequeña; una flor fuera de estación. Después de mucho nutrirme, recibir apoyo y orar, fui capaz de sonreír otra vez. Dios puede revertir cualquier situación. Mi actitud hacia la vida y hacia mis colegas cambió; y ellos también lo hicieron. Ora, y vuelve a orar una vez in.is. El responderá.
Otro lunes de mañana había llegado, y yo tenía que volver a "ese lugar": mi trabajo, mi vocación. Se trataba de un ambiente estresante, hostil y poco saludable. Había algunos miembros del personal con los cuales era difícil trabajar. Los veía como manipuladores, presumidos, irrespetuosos y desagradecidos.
Oré al Señor diciéndole: ¿Cómo voy a prosperar en un ambiente como este? ¿Estaría yo misma demostrando un comportamiento similar? Me recordé a mí misma que la oración cambia las cosas.
Ocurría semana tras semana. ¿Se trataba de intimidación o explotación? O ¿era simplemente su comportamiento natural, y yo era muy sensible y analítica? La batalla no es tuya, es del Señor, venía a mi mente. También recordaba un sabio consejo: Cuando vas a la batalla contra tus enemigos, no uses las mismas armas que ellos. Entonces, ¿qué hago, Señor?¿Cómo resuelvo esto?
Pensé en David. Él usó lo que más conocía, una piedra en vez de las armas que usó Goliat. Parecía que Dios me estuviera diciendo: "Ascuas amontonaras sobre sus cabezas"(Prov. 25:22). Debía orar, y no llorar, por esta situación, aunque la tormenta fuera en aumento. No obstante, sabía que debía
confiar en el Dios a quien conocía. Con oraciones permanentes de mi grupo
de oración, amigos, mi madre y yo misma (y Dios, al sustentarme diariamente) se produjo un gran cambio. También compré el libro de T. D. Jakes, The Ten Commandments ofWorking in a Hostile Environment [Los Diez mandamientos para trabajar en un ambiente hostil]. Les aseguro que fue difícil leerlo, porque enfatizaba la idea de que Dios no te sacará de las circunstancias difíciles, sino que te llevará en ellas a la victoria. Me sentía como Moisés, cuando se le dio una orden y puso excusas (Éxo. 3, 4). Yo estaba poniendo excusas. Sin embargo, Dios me recordó que yo era la mujer apropiada para ese trabajo, y que lo mejor que podía hacer era aprenderlo bien. Comencé a florecer a pesar de las circunstancias. Me sentía como una flor pequeña; una flor fuera de estación. Después de mucho nutrirme, recibir apoyo y orar, fui capaz de sonreír otra vez. Dios puede revertir cualquier situación. Mi actitud hacia la vida y hacia mis colegas cambió; y ellos también lo hicieron. Ora, y vuelve a orar una vez in.is. El responderá.
Stesan Riley
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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