La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón (1 Samuel 16:7).
La primera vez que vi a esa dama fue en una reunión en donde estaban congregadas aproximadamente veinte mujeres dedicadas a elaborar materiales para los más necesitados. Era evidente que no había planchado la ropa que traía puesta. Además, sentí deseos de prestarle mi peine. Pronto me di cuenta que ella era la encargada el grupo. Organizaba las tareas de beneficencia para ese día.
Pocos días después tuve que ir a su casa a recoger algo y cuando llegué me invitó a pasar. Al entrar vi la casa en completo desorden y pensé: « ¿Cómo podrá encontrar lo que me tiene que entregar?» Pero para mi sorpresa en pocos minutos lo encontró. Luego me mostró una linda colcha de cuadritos elaborada a mano que había colgado en la pared. ¡Qué belleza! Al salir, mi mostro su jardín con diversas plantas y flores. Con toda bondad me regaló una planta. De su jardín compartía flores y frutas. Cuando veía que las plantas de tomate no crecían bien en el patio de atrás con las verduras, las biaba al patio de enfrente, entre las flores.
Siguieron las reuniones cada mes en la que elaborábamos colchitas, unas tejidas y otras de pedacitos de tela para los bebés que nacen prematuros e n el hospital. Después de un tiempo supe que esta señora en el hospital. Cuando nos avisaron que mejoraba de la operación que le realizaron, nos dio mucho gusto. Salió del hospital y siguió con sus actividades de servicio, pero después de unas semanas regresó al hospital por causa de una infección aguda. Luchó entre la vida y la muerte durante algunas semanas, pero falleció.
En su servicio fúnebre había mucha gente, entre ellos su única hija y sus dos niñas. Ella había sido miembro de la iglesia y del coro que ahora cantaba en su funeral. El testimonio y las historias que contaron sus amistades, sus compañeras de escuela y sus amigas en el curso de enfermería fueron de lo más reveladoras. Hablaban de cuan bondadosa y generosa había sido. Había sido una enfermera compasiva, una amiga fiel, una cristiana leal que vivía el evangelio: siempre estaba lista para llevar alimento a un enfermo, ropa a un necesitado y proveer transportación a un incapacitado. Una persona verdaderamente extraordinaria. En realidad, ella tenía sus prioridades en el orden correcto. Reconocía lo más importante.
La primera vez que vi a esa dama fue en una reunión en donde estaban congregadas aproximadamente veinte mujeres dedicadas a elaborar materiales para los más necesitados. Era evidente que no había planchado la ropa que traía puesta. Además, sentí deseos de prestarle mi peine. Pronto me di cuenta que ella era la encargada el grupo. Organizaba las tareas de beneficencia para ese día.
Pocos días después tuve que ir a su casa a recoger algo y cuando llegué me invitó a pasar. Al entrar vi la casa en completo desorden y pensé: « ¿Cómo podrá encontrar lo que me tiene que entregar?» Pero para mi sorpresa en pocos minutos lo encontró. Luego me mostró una linda colcha de cuadritos elaborada a mano que había colgado en la pared. ¡Qué belleza! Al salir, mi mostro su jardín con diversas plantas y flores. Con toda bondad me regaló una planta. De su jardín compartía flores y frutas. Cuando veía que las plantas de tomate no crecían bien en el patio de atrás con las verduras, las biaba al patio de enfrente, entre las flores.
Siguieron las reuniones cada mes en la que elaborábamos colchitas, unas tejidas y otras de pedacitos de tela para los bebés que nacen prematuros e n el hospital. Después de un tiempo supe que esta señora en el hospital. Cuando nos avisaron que mejoraba de la operación que le realizaron, nos dio mucho gusto. Salió del hospital y siguió con sus actividades de servicio, pero después de unas semanas regresó al hospital por causa de una infección aguda. Luchó entre la vida y la muerte durante algunas semanas, pero falleció.
En su servicio fúnebre había mucha gente, entre ellos su única hija y sus dos niñas. Ella había sido miembro de la iglesia y del coro que ahora cantaba en su funeral. El testimonio y las historias que contaron sus amistades, sus compañeras de escuela y sus amigas en el curso de enfermería fueron de lo más reveladoras. Hablaban de cuan bondadosa y generosa había sido. Había sido una enfermera compasiva, una amiga fiel, una cristiana leal que vivía el evangelio: siempre estaba lista para llevar alimento a un enfermo, ropa a un necesitado y proveer transportación a un incapacitado. Una persona verdaderamente extraordinaria. En realidad, ella tenía sus prioridades en el orden correcto. Reconocía lo más importante.
Esperanza Ayala de Benavides
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.