Lugar: Filipinas
Palabra de Dios: Juan 15:16
Cuando cursaba sexto año de la primaria, jugábamos al softbol en la clase de Educación Física una vez por semana. No recuerdo si eran los miércoles o los jueves, pero tenía terror a ese día. Parecía que no podía pegarle a la pelota; y, si lograba hacerlo, no la podía disparar muy lejos. Pero, la peor parte de jugar al softbol era cuando se elegían los equipos.
Después de que el profesor decidía quiénes serían los capitanes, estos se paraban en el frente y comenzaban a llamar por nombre. "Joaquín", decía uno de ellos, y Joaquín iba hasta donde estaba el equipo número 1. "Yo quiero a Leroy", y Leroy se unía al equipo 2. "Janella", para el equipo 1. Y así continuaba la elección, hasta que el grupo de los que todavía no habíamos sido elegidos se iba haciendo cada vez más pequeño, y finalmente quedábamos otra persona y yo. "Elígeme a mí, elígeme a mí", pensaba para mis adentros. A veces me elegían, y otras veces yo era la última en ser elegida para unirme a un equipo. ¡Parecía que nadie me quería!
Yo sabía que no era nada personal en contra de mí; solo que no era buena jugando al softbol. Por supuesto, cuando mi curso elegía equipos para alguna otra cosa como, por ejemplo, concursos de ortografía o para una prueba de ciencias, yo era la primera elegida. Y se sentía muy bien ser elegida, el saber que me querían.
Por eso me gusta lo que Jesús dice en el libro de Juan: "No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre".
¡Qué bueno es eso! Dios nos dice que él nos eligió a nosotros: él nos quiere; somos suyos.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson