miércoles, 2 de noviembre de 2011

CAMPEONES DEL MARATÓN

No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. (1 Corintios 9:24).

Durante las Guerras Médicas del siglo V a. C. la ciudad de Atenas fue incendiada por los persas, quienes trataban de conquistarla; pero finalmente los griegos vencieron a su enemigo en la batalla de Salamina y recuperaron la ciudad. Para anunciar aquella singular hazaña, un soldado griego llamado Filipides corrió desde la ciudad de Maratón, que da nombre a la popular disciplina olímpica, hasta Atenas, entre las que hay una distancia de unos 40 km. Cuando llegó a su destino, el soldado anunció: «¡Alegraos, hemos vencido!». Pocos años después de aquella destrucción de la ciudad. Pericles ordenó reedificar el conjunto de la Acrópolis, donde se encontraban, entre otros monumentos, dos templos admirados a lo largo de la historia: el Partenón y el Erecteion. El escultor Fidias supervisó la reconstrucción.
La historia de esta ciudad, uno de los mayores centros culturales e intelectuales del mundo, es extraordinaria. Fue cuna de grandes filósofos y de la mitología, esta última sustrato de un sinfín de creencias espirituales basadas en el temor al castigo y a la furia de los dioses. Hasta el día de hoy Atenas exhibe con orgullo sus monumentos y templos. Existe un paralelismo entre su historia y el conflicto entre el bien y el mal que puede resultar muy útil para nuestra enseñanza.
En la más universal de las guerras, Satanás intentó vencer al Rey del universo. Tras su fracaso en el cielo logró conquistar el planeta Tierra, el cual está intentando incendiar desde hace milenios. Muy pronto la ciudad de David será reconstruida por unas manos de amor, y entonces la gloria perdida será recuperada y un nuevo mundo se alzará ante nosotros, de tal belleza que excede el pensamiento humano. Sin embargo, lo más importante para ti y para mí es correr, como aquel joven soldado, como soldados de Cristo que anuncian el mensaje que se nos ha confiado: «¡Alegraos, hemos vencido!». Correr, llegar, alcanzar la meta, anunciar nuestro mensaje y obtener el premio, esos son los pasos del gran desafío que tienes por delante. ¡Corre!

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

"NO TE VAYAS"

Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán. Salmo 84:4.

Matías tenía algo más de 18 años y encontraba que la vida de iglesia lo aburría por completo. Se sentía un hipócrita por asistir cada sábado solo para complacer a sus padres, y él mismo decía que iba "solo para calentar el banco". El estudio de la lección de Escuela Sabática, los sermones, los cultos de la Sociedad de Jóvenes y las actividades sociales de los sábados de noche le parecían sin sentido y aburridos. Como no quería comentarles a sus padres lo que estaba viviendo, le contó su experiencia a otro joven de la iglesia, unos seis años mayor que él. En esa conversación de sábado de noche, Matías le abrió su corazón a su amigo. Le comentó que tenía ganas de abandonar la iglesia porque ya no sentía nada, y que se sentía un hipócrita ocupando un lugar solo para contentar a sus padres.
El joven escuchó pacientemente a Matías, y luego le dio su opinión: "Aunque sientas que tu vida espiritual esté vacía y que la iglesia no tiene sentido, en tu corazón sabes que no estás bien. Hace años que vienes a la iglesia gracias a la educación que te dio tu familia; y a pesar de lo que sientas, lo que ellos te dieron durante años fue lo mejor para ti. Aunque el sermón te aburra, aunque nunca estudies la Biblia y no te den ganas de cantar, sigue viniendo a la iglesia. Esta apatía espiritual pasará; si te vas, afuera corre más peligro tu futuro espiritual. No te vayas".
Gracias a Dios, Matías nunca abandonó la iglesia, aunque como él dice: "Durante varios años fui un falso que iba los sábados por mera costumbre". La situación cambió, Matías maduró y llegó a amar a Jesús con todo su corazón. Descubrió la alegría de asistir cada sábado a la iglesia después de una semana de estudio, y fue tal su apego a las actividades espirituales que decidió estudiar Teología. Por la gracia de Dios, hoy es un pastor de la Iglesia Adventista.
Y si te tocara dar testimonio de tu asistencia a la iglesia, ¿qué dirías? ¿Estás feliz por asistir cada sábado al templo a adorar a Dios, o estás viviendo alguna transición que te sugiere: "Abandona todo y no seas falso"? Ojalá nunca experimentes lo que vivió Matías, pero si llegaras a sentirlo, "no te vayas" de la iglesia. No sigas tus emociones. Permanece. Este consejo será vital en muchos momentos cruciales de tu vida, cuando tus emociones, en contra del dictado de tu conciencia, te sugieran abandonar a alguien o algo.
Dios desea que todos sus hijos se congreguen (Heb. 10:25), y tú formas parte de ese grupo especial de elegidos.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

NO QUISISTE

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! Mateo 23:37.

Dios es un Dios de comunidad. La propia esencia de su ser lo muestra: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en una unidad indivisible, de un único Dios eterno.
Ese Dios creó al ser humano por amor. Primero, a Adán. Y, al verlo solo, declaró: "No es bueno que el hombre esté solo". Realmente no es bueno; desde ningún punto de vista. El ser humano no fue creado para vivir aislado de las otras personas. Por eso, Dios les dijo: "Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra". Dios quería tener, en esta tierra, un pueblo peculiar y especial, que viviera unido. El factor de su unidad sería el propio Dios. Desdichadamente, el ser humano se apartó del Señor, y el resultado fue la fragmentación: empezaron las acusaciones, las agresiones y la división.
La historia bíblica muestra que cada vez que los seres humanos volvían los ojos a Dios, se unían; y, cuando se apartaban de él, se dividían. Sucedió con Caín: se alejó, fue a un lugar distante, se apartó. El pecado lo llevó a aislarse.
Pasaron los años. Vino el diluvio. Una familia se unió. El elemento de unión era Dios. Podrían haber sido muchos más los que se unieran, pero no buscaron a Dios. La comunidad de Dios nunca está cerrada; no es exclusivista, no hace diferencia entre los seres humanos. Basta creer.
Después del diluvio, los seres humanos trataron de formar una comunidad. En lugar de tener, como elemento de unidad, a Dios, escogieron colocarse en contra de Dios. ¿Cuál fue el resultado? Confusión, desorden y fracaso. Así terminó la historia, en Babel.
Por más bien intencionados que sean los planes de unidad del ser humano, si no tienen a Cristo como el centro, están condenados al fracaso. El ser humano natural es egoísta; quiere todo para sí. Y, aún cuando sus planes parezcan bellos por fuera, traen por dentro la mancha miserable del egoísmo, que lo arruma todo.
Si te sientes solo, distante, triste y aislado, revisa tu relación con Cristo. Si intentas unir a un grupo y, por más que te esfuerzas, nada logras, analiza la relación del grupo con Cristo. Solo él puede unir los corazones; la parte humana es aceptar. Recuerda el lamento de Jesús: "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!"

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón