«La espalda me arde de fiebre; ¡tengo
enfermo todo el cuerpo!» (Salmo 38:7).
¡Ay, ay, ay! Me duele la espalda.
Desacelera un poco, compañero de aventuras. Parece que David también tenía
problemas con su espalda, pues dice que le ardía.
¿Conoces a alguien que sufra de la
espalda? La espalda puede doler por muchas causas, como dormir en una cama que
sea muy dura o muy blanda, levantar cosas pesadas inadecuadamente, e incluso
por pararnos de mala manera. Así como lo oyes, pararnos indebidamente puede
hacer que nos duela la espalda.
La manera en que nos paramos se llama
«postura». Es importante que nos paremos erguidos. Esto no solo hace que
respiremos mejor, sino que mantiene los músculos de nuestra espalda en su posición
correcta. Si andamos siempre encorvados podemos dañar seriamente nuestra
espalda.
Permanecer erguidos por Jesús también
puede ayudarnos a evitar muchos problemas. Dios nos dice en la Biblia que
permanezcamos alejados de Satanás y del pecado. Él sabe que si nos acercamos
mucho al pecado este nos «encorvará», causando dolor y tristeza. Permanece
erguido y firme por Jesús para que jamás te quejes de un «dolor de espalda»,
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush