El Señor libra a sus siervos; no serán condenados los que en él confían (Salmo 34:22).
En uno de los días que pasamos las vacaciones en nuestro pueblo en el estado de Veracruz, mi esposo tuvo que hacer una llamada telefónica para algunos asuntos de trabajo que por alguna razón no hizo durante el día. Pero el problema no fue ese, sino que en el pueblo no hay mucha cobertura para teléfonos celulares, entonces tuvimos que ir al cerro donde está el cementerio, porque únicamente allí había mayor señal. Lo peor de todo es que estaba anocheciendo. ¡Mi esposo intentó comunicarse durante dos horas!
Por supuesto que cuando vi que ya oscurecía comencé a bajar del cerro por unas escaleras muy empinadas. Ahí esperé a mi esposo cerca de una hora. De pronto me vi sola en medio de la oscuridad. En ese momento empecé a reflexionar en las tumbas que había visto; vino a mi mente la venida de Jesús y en el momento cuando los muertos justos resucitarán.
Pensé en el momento en el que, si el Señor así lo dispone antes de su venida, yo baje a la tumba. ¿Estaré entre los redimidos? ¿Acaso estaré entre los que resuciten? Fue allí donde me entró temor, y elevé una plegaria al cielo en busca de auxilio. Vino a mi mente el pasaje que dice: «Tú, que salvas con tu diestra a los que buscan escapar de sus adversarios, dame una muestra de tu gran amor» (Sal. 17: 7). Entonces clamé: «¡Oh Señor, quiero refugiarme en tus brazos de amor para no ser condenada!»
A veces estamos tan absortas en nuestras actividades, en el ajetreo de la vida y se nos olvida que somos vulnerables a los ataques del enemigo. Tampoco tenemos la vida comprada, muchas veces no andamos en armonía con Dios; y que en cualquier momento nos puede llamar a cuenta. Entonces todo habrá terminado.
También pensé en lo que hago por las almas que se pierden. ¿Acaso muchos de los que dormirán hasta la venida de Jesús no resucitarán en la primera resurrección porque no hice nada por ellos? ¿Has pensado en esto alguna vez? Te invito a reflexionar en esto y también a creer en la promesa de esta mañana. Dios te bendiga y te guarde.
Vicky Zamorano de Medrana
En uno de los días que pasamos las vacaciones en nuestro pueblo en el estado de Veracruz, mi esposo tuvo que hacer una llamada telefónica para algunos asuntos de trabajo que por alguna razón no hizo durante el día. Pero el problema no fue ese, sino que en el pueblo no hay mucha cobertura para teléfonos celulares, entonces tuvimos que ir al cerro donde está el cementerio, porque únicamente allí había mayor señal. Lo peor de todo es que estaba anocheciendo. ¡Mi esposo intentó comunicarse durante dos horas!
Por supuesto que cuando vi que ya oscurecía comencé a bajar del cerro por unas escaleras muy empinadas. Ahí esperé a mi esposo cerca de una hora. De pronto me vi sola en medio de la oscuridad. En ese momento empecé a reflexionar en las tumbas que había visto; vino a mi mente la venida de Jesús y en el momento cuando los muertos justos resucitarán.
Pensé en el momento en el que, si el Señor así lo dispone antes de su venida, yo baje a la tumba. ¿Estaré entre los redimidos? ¿Acaso estaré entre los que resuciten? Fue allí donde me entró temor, y elevé una plegaria al cielo en busca de auxilio. Vino a mi mente el pasaje que dice: «Tú, que salvas con tu diestra a los que buscan escapar de sus adversarios, dame una muestra de tu gran amor» (Sal. 17: 7). Entonces clamé: «¡Oh Señor, quiero refugiarme en tus brazos de amor para no ser condenada!»
A veces estamos tan absortas en nuestras actividades, en el ajetreo de la vida y se nos olvida que somos vulnerables a los ataques del enemigo. Tampoco tenemos la vida comprada, muchas veces no andamos en armonía con Dios; y que en cualquier momento nos puede llamar a cuenta. Entonces todo habrá terminado.
También pensé en lo que hago por las almas que se pierden. ¿Acaso muchos de los que dormirán hasta la venida de Jesús no resucitarán en la primera resurrección porque no hice nada por ellos? ¿Has pensado en esto alguna vez? Te invito a reflexionar en esto y también a creer en la promesa de esta mañana. Dios te bendiga y te guarde.
Vicky Zamorano de Medrana
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor