miércoles, 7 de agosto de 2013

HUELLAS DE PATAS

Lugar: Zimbabue
Palabra de Dios: Deuteronomio 15:10

El señor Wangala* contó con cuidado su ganado, mientras salía por la tranquera. Cada diez marcaba uno para venderlo y ofrecer el ero como diezmo para el Señor.
Estás loco le decían sus vecinos cuando vendió algunos de sus mejores animales.
Pero, el señor Wangala respondía que, como Dios le había dado todo, era un privilegio devolverle una décima parte. Los vecinos sacudían sus cabezas, incrédulos. ¿Por qué no darle ocasionalmente uno o dos animales al Señor? ¿Por qué uno de cada diez?
Unos pocos días más tarde, los vecinos llegaron a verlo nuevamente.
¿Señor Wangala, esta Bien su ganado?
Le explicaron que, durante la noche, había venido un león y había ido de un corral a otro, matando varios animales.
Cuando el señor Wangala fue rápidamente a revisar su ganado, sus vecinos lo siguieron. Efectivamente, el león también había estado allí. Podían ver grandes huellas alrededor del corral; y, en un lugar, las huellas entraban en el corral. Pero, cuando el señor Wangala contó su ganado, todos estaban allí. El león no había herido ni matado a ninguno de sus animales.
Los vecinos apenas podían creer que todo el ganado de Wangala estuviera a salvo.
Danos tu poción especial le decían. De esa manera, nuestro ganado también estará a salvo. El señor Wangala les dijo que él no tenía ninguna pócima especial.
¿Recuerdan cómo di a Dios la décima parte de todo mi ganado? les preguntó. Ese mismo Dios protegió mi ganado.
La Biblia dice: «No seas mezquino sino generoso, y así el Señor tu Dios bendeciré todos tus trabajos y todo lo que emprendas».

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿UNA MUÑECA DE PORCELANA?

En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas; alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo. Salmo 128: 5

En las Sagradas Escrituras se presenta a una generación especial de mujeres. En Éxodo 1: 19 encontramos la respuesta que las parteras de Egipto dieron al faraón cuando les preguntó cómo era la situación de las mujeres hebreas: «Resulta que las hebreas no son como las egipcias, sino que están llenas de vida y dan a luz antes de que lleguemos» (Éxo. 1: 19). ¡Aquellas eran mujeres de gran fortaleza!
Las que somos madres, sabemos que dar a luz es un episodio difícil. El dolor físico es tan intenso que únicamente el amor que se siente por el hijo ayuda a pasar por dicho trance. El diseño que Dios utilizó al crear a la mujer es único. La dotó de una inmensa capacidad de ternura, aunque también de una fortaleza extraordinaria. Únicamente una madre puede pujar hasta entregarlo todo para que su hijo nazca. Solo ella puede permanecer más de veinte horas sin dormir con el fin de cuidar de su retoño.
Muchos estudios afirman que, comparada con el hombre, la mujer tiene una mayor capacidad de resistencia. Jocabed cuidó del pequeño Moisés y manifestó gran valor cuando llegó el momento de entregar al hijo de su alma a la hija del faraón. María tuvo las fuerzas para ver a su hijo pendiendo de una cruz y conservar su equilibrio emocional. Ester tuvo el valor para enfrentar a un rey mientras desempeñaba el papel de reina.
La fortaleza es la capacidad desarrollada para enfrentar las dificultades con entereza. Nuestro estilo de vida nos exige entrar en un campo de batalla, asumiendo la fortaleza que proviene de Dios, así como aquella adquirida por voluntad propia; estas son las herramientas indispensables.
No nos comportemos como muñecas de porcelana, frágiles e indefensas. La lucha de la vida nos exige ser mujeres de valor. El bienestar y el destino de nuestra familia y de sus miembros están en nuestras manos. Con ánimo decidido y con empuje singular debemos levantar en nuestros hogares el estandarte del evangelio.

Dios será nuestro auxilio. ¡No tengamos miedo!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

SI TU HERMANO TE LASTIMA…

Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano (Mateo 18:15).

¿Te has preguntado alguna vez cuándo nos pide Dios que señalemos a otros sus faltas con el propósito de restaurar nuestras relaciones? La vida es injusta y los seres humanos somos imperfectos. Si convirtiéramos toda herida en una crisis de perdón entonces nos dedicaríamos toda la vida a reconciliarnos. Cuando nos lastimamos superficialmente, sencillamente lavamos la herida y dejamos que sane sola. Igualmente, hemos de restar importancia a muchas heridas emocionales que padecemos en este mundo. Después de todo, otros también soportan nuestros defectos de carácter. Hay heridas, sin embargo, que no se deben ignorar. Lewis B. Smedes, en su libro Perdonar y olvidar, propone tres características: son personales, injustas y profundas. Por tanto, requieren una crisis Personales. Solo podemos perdonar a seres humanos. No a la naturaleza, por ejemplo, o a un sistema. El cáncer pudo habernos arrebatado a nuestro ser querido, pero no podemos perdonarlo. Podemos hacerle la guerra o añorar el día que Dios lo elimine; pero el perdón se da únicamente entre personas.
Injustas. Hay dolores que son el resultado de nuestras acciones. Otros, sin embargo, son totalmente inmerecidos e innecesarios. Estos agravios requieren una crisis de perdón.
Los que nos lastiman pueden o no percatarse de lo injusto de su acción. Algunos nos lastiman porque creen que lo merecemos; otros nos hieren con los excesos de sus propios problemas, con sus errores, y aun con sus buenas intenciones. No importa cómo o por qué nos hacen daño sino cómo lo experimentamos.
Profundas. No es fácil definir la profundidad de una herida, porque la medida está encerrada en el corazón de quien la sufre. Me parece que los desaires, las molestias, los desengaños, no deberían crear una crisis de perdón, basta con sacudírnoslos. Hay otras heridas que requieren una crisis de perdón: la deslealtad (cuando tratas a alguien a quien conoces como si fuera un extraño), la traición (cuando tratas a alguien a quien conoces como si fuera tu enemigo) y la brutalidad (cuando tratas de disminuir la excelencia humana de una persona a través de tus acciones).
Si la herida es personal, injusta y profunda no deberías ignorarla, sino enfrentarla por tu bien y el de los demás. Cuando Jesús fue abofeteado injustamente, resistió el mal y dio la oportunidad al otro de arrepentirse (lee Juan 18:22, 23). Haz tú lo mismo. Enfrenta el mal con la mano extendida del perdón. Si acepta tu mano, has ganado a tu hermano.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LOS NEGOCIOS DE MI PADRE

¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Lucas 2:49.

Los padres de Jesús visitaban Jerusalén todos los años, en cumplimiento de la ley judía. Su hijo Jesús, de doce años de edad, los acompañaba. Al regresar a su casa, después de un día de camino, se llenaron de ansiedad al notar que Jesús no estaba… Regresaron apresurados a Jerusalén, con sus corazones cargados de pesar…
Mientras los padres de Cristo lo buscaban, vieron que muchas personas se congregaban en el Templo; al entrar, la voz conocida de su Hijo les llamó la atención. No podían verlo por causa de la multitud, pero sabían que no se equivocaban, porque no había otra voz como la suya, caracterizada por una solemne melodía. Los padres contemplaron asombrados la escena: su hijo, en medio de los doctores y los escribas serios y cultos, daba evidencia de un conocimiento superior, por sus preguntas discretas y sus respuestas. Sus padres se sintieron complacidos de verlo honrado de tal manera. Pero, la madre no podía olvidar la pena y la ansiedad que había sufrido por causa de su tardanza en Jerusalén, y en tono de reprensión le preguntó por qué se había comportado así con ellos, y compartió los temores y el dolor que él le había causado.
Jesús le dijo: “¿Por qué me buscabais?” Está pregunta perspicaz sugería que si ellos hubieran estado al tanto de su deber, no se habrían marchado de Jerusalén sin él. Entonces añadió: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Entretanto que ellos habían descuidado la responsabilidad encomendada a ellos, Jesús estaba ocupado en la obra de su Padre. María sabía que no se refería a su padre terrenal, José, sino a Jehová…
Jesús decidió regresar de Jerusalén solo con sus padres, porque al viajar solos, su padre y su madre tendrían más tiempo para meditar en las profecías que se referían a sus sufrimientos y su muerte futuros… Después de la celebración de la Pascua, lo buscaron entristecidos durante tres días. Cuando le tocara ser herido por los pecados del mundo, sería separado de ellos [sus seguidores], perdido para ellos, durante tres días. Pero después se les revelaría, ellos lo encontrarían y su fe dependería de él como el Redentor de la raza caída, su abogado para con el Padre -Review and Herald, 31 de diciembre de 1872.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White