Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas (Santiago 3:16).
No cabe duda que conforme pasa el tiempo, las cosas cambian. Sobre todo la tecnología está muy avanzada. Ahora queremos las cosas más rápido, no las terminamos de procesar mentalmente y ya hay algo nuevo para aprender, o para utilizar o para agregar a lo que tenemos. Esto hace que nos volvamos más exigentes. Aunado a eso queremos todo bien hecho, anhelamos lo correcto, lo justo, lo que debe ser y al estar preocupadas en exigir no nos damos cuenta de que junto con el paso del tiempo y el avance de la tecnología, también en nosotras se producen cambios.
¿Debemos cambiar? ¿Por qué debemos cambiar? ¿Hay cosas que no deben cambiar? ¿Son buenos los cambios? ¿Debemos exigir? ¿Te gusta exigir a los demás pero a ti no? Tenemos creencias religiosas que nos motivan a aprender, desear cambiar e implementar algunas modificaciones en nuestras vidas. Pero no nos damos cuenta que eso nos vuelve más exigentes, aunque no necesariamente con nosotras mismas, sino con los demás.
Siempre encontramos algo en quienes nos rodean; aunque pudiera ser verdad, en relación a lo que se le señala, no es necesario que se comente. Lo que realmente necesitan esas personas, como nosotras mismas, es un toque gentil. Una palmada, un saludo, un abrazo, una sonrisa, unas palabras de aceptación. Una aceptación que irradie gentileza, paciencia. Un toque de gentileza que no quiera cambiar a la persona, solo que en un lenguaje especial le diga: «Te acepto tal como eres y te tendré paciencia, ve tu y haz lo mismo con otras». Gracias Dios Padre, por haber enviado a Jesús, para darnos tu toque de gentileza en un lenguaje conocido para nosotras.
No cabe duda que conforme pasa el tiempo, las cosas cambian. Sobre todo la tecnología está muy avanzada. Ahora queremos las cosas más rápido, no las terminamos de procesar mentalmente y ya hay algo nuevo para aprender, o para utilizar o para agregar a lo que tenemos. Esto hace que nos volvamos más exigentes. Aunado a eso queremos todo bien hecho, anhelamos lo correcto, lo justo, lo que debe ser y al estar preocupadas en exigir no nos damos cuenta de que junto con el paso del tiempo y el avance de la tecnología, también en nosotras se producen cambios.
¿Debemos cambiar? ¿Por qué debemos cambiar? ¿Hay cosas que no deben cambiar? ¿Son buenos los cambios? ¿Debemos exigir? ¿Te gusta exigir a los demás pero a ti no? Tenemos creencias religiosas que nos motivan a aprender, desear cambiar e implementar algunas modificaciones en nuestras vidas. Pero no nos damos cuenta que eso nos vuelve más exigentes, aunque no necesariamente con nosotras mismas, sino con los demás.
Siempre encontramos algo en quienes nos rodean; aunque pudiera ser verdad, en relación a lo que se le señala, no es necesario que se comente. Lo que realmente necesitan esas personas, como nosotras mismas, es un toque gentil. Una palmada, un saludo, un abrazo, una sonrisa, unas palabras de aceptación. Una aceptación que irradie gentileza, paciencia. Un toque de gentileza que no quiera cambiar a la persona, solo que en un lenguaje especial le diga: «Te acepto tal como eres y te tendré paciencia, ve tu y haz lo mismo con otras». Gracias Dios Padre, por haber enviado a Jesús, para darnos tu toque de gentileza en un lenguaje conocido para nosotras.
Lourdes Lozano Gazga
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.