domingo, 28 de febrero de 2010

¡ORAR ES TAN FÁCIL!

Orando en todo tiempo con toda oración y suplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos (Efesios 6:18).

Estaba sentada en el patio de mi casa conversando con mi hija de 6 años acerca del jardín de infantes, de la escuela, del próximo cumpleaños del abuelo y de nuestras últimas vacaciones en Austria. De pronto, el rostro de Janina adquirió una expresión pensativa. Se puso de pie de un salto, corrió al corredor y miró el reloj. Por un tiempo no se movió; estaba atónita.
Cuando volvió al patio conmigo, se sentó a mi lado, juntó las manos en oración y cerró los ojos. Habló para sí misma en un tono muy suave. Había un completo silencio. Yo me preguntaba de qué se trataría eso. Finalmente, Janina abrió los ojos y me dijo: "Mi amiga, Samira, está haciendo un examen hoy en la escuela. Ella me mostró a qué hora sería, y de qué forma estarían las manecillas del reloj. Le prometí que estaría pensando en ella; y sé que Dios la puede ayudar".
Me sentía emocionada por la fe de esta niña, y la abracé fuertemente. ¡Que simple y natural es orar para un niño pequeño! ¡Qué bueno sería que nosotras, como adultas, pudiésemos hacer lo mismo! A Dios le encanta que lo incluyamos en nuestras actividades diarias. Él añora compartir nuestros gozos y tristezas. Dios responde las oraciones. ¡El orar hace la diferencia!
¡Qué privilegio es dejar cada nuevo día al cuidado y la orientación de un padre amante! Saber que nada me puede ocurrir en la vida sin que primero pase ante la vista de Dios me ayuda a enfrentar cada nuevo día con fe.
La oración es una de las experiencias supremas que Dios nos ofrece para aliviar nuestro nivel de estrés. Al final de cada día podemos entregar en las manos de Dios todo lo que ha representado una carga, tristeza o dolor. Más aún quiere que hagamos esto una y otra vez.
Sin embargo, no es solo en los tiempos difíciles que hablo con Dios, sino también en los momentos felices. Algunas situaciones de la vida me exigen más de lo que puedo dar. En esos momentos, me ayuda mucho recordar que conoce y me comprende.
Gracias, Señor, por este día, por el gozo que me das y por que me conoces y me amas.
Sandra Widulle
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

LA IMPORTANCIA DE LA BENDICIÓN

E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió. 1 Crónicas 4:10.

Si hicieras tuya esta oración, ¿qué significado tendría para ti el pedido de Jabes?

«Bendíceme». ¿Has pensado en los planes y anhelos de Dios para tu vida personal? Te invito a que leas la Biblia en tu devoción personal; concéntrate en aquellos pasajes en los cuales Dios expresa sus buenos deseos para sus hijos. «Ensancha mi territorio». Es necesario que ampliemos nuestro ámbito de influencia. En la escuela, en el aula de clases, con tus compañeros, maestros. Si ya trabajas entonces con tus jefes y compañeros. Si viajas con frecuencia con quien va a tu lado. Con quienes haces tratos comerciales. Este es el ámbito que debes expandir, ensanchar, ampliar.
«Ayúdame y líbrame del mal».Esa es una petición que aparece también en la oración modelo, el Padrenuestro: «Líbranos del maligno» (Mateo 6: 13; «del mal», RV95). Nuestras peticiones a Dios son siempre un compromiso, un acuerdo, un pacto. Significa entonces que tú no te acercarás por tu propia cuenta al mal. «Para que no padezca aflicción». No andes por malos caminos. Desde una mala elección en tus hábitos alimentarios, que dañan el cuerpo, hasta una mala elección en las películas que ves, que dañan tu intelecto.
Jabes fue el más ilustre de sus hermanos. ¿Acaso fue por lo que pidió? ¿O por lo que Dios le dio? ¿Estaña Dios dispuesto a dártelo a ti también si haces tuya la oración de Jabes? Te animo a que te coloques del lado de Dios, que derramará sus bendiciones abundantes y así se diga de ti: «Y Dios le concedió su petición».
«Mientras atendemos a nuestros quehaceres diarios, deberíamos elevar el alma al cielo en oración. Estas peticiones silenciosas suben como incienso ante el trono de gracia, y los esfuerzos del enemigo quedan frustrados». MJ 247.


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

LA RELIGIÓN SUTIL DEL MÉRITO

Algunos que habían llegado de Judea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos: «A menos que ustedes se circunciden, conforme a la tradición de Moisés, no pueden ser salvos» (Hechos 15: 1).

En la fe cristiana, la religión del mérito se importó, como era natural, del judaísmo de sus días. Los judíos convertidos a la reli¬gión de Cristo, especialmente los de origen sacerdotal y farisaico, no podían entender cómo los gentiles que se convertían a la fe de Cristo podían unirse a lo que llamaban el remanente de Israel, sin ser judíos. Estos creían que la única forma era convirtiéndolos al judaísmo primero. Por eso insistían en que debían circuncidarse en armonía con la ley de Moisés. Notemos: La circuncisión era la señal del pacto que Dios hizo con Abraham. Era natural que ellos, siendo judíos, pensaran que para tener derecho a las promesas de Abraham deberían circuncidarse. Así que insistían que los gentiles debían circuncidarse. Pero el problema real detrás de la escena era que decían algo así: «Está bien que hayan creído en Cristo, ¡pero si no se circuncidan de nada les vale creer!».
El apóstol Pablo se dio cuenta del verdadero problema: No es Cristo el que salva, es la circuncisión. Ese es el problema de la religión del mérito. Sí, Cristo está bien, pero necesitas hacer algo más para que Dios te acepte, entonces Cristo no es el único camino.
En la actualidad ya no tenemos el problema de la circuncisión o cualquier otro requerimiento de la ley ceremonial mosaico, pero puede ser otra cosa más sutil. Como por ejemplo, fe y buenas obras. Pero siempre es Cristo y algo más la fórmula engañosa de la religión del mérito. Como la circuncisión era algo razonable, así las buenas obras son algo razonable. Notemos estas palabras oportunas: «No hay un punto que precisa ser considerado con más fervor, repetido con más frecuencia o establecido con más firmeza en la mente de todos, que la imposibilidad de que el hombre caldo haga mérito alguno por sus propias obras, por buenas que estas sean. La salvación es solamente por fe en Cristo Jesús» (Fey obras, p. 16).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C