jueves, 18 de marzo de 2010

LA DINÁMICA DE COMPARTIR

Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Filipenses 4:19.

La aproximación del apóstol Pablo a los Filipenses da la impresión de que la hace desde una oficina en la que tiene la compañía íntima de Cristo, donde conversa con su Señor, al tratar de entender el misterio del plan de salvación; debate con él los problemas que se derivan del gran conflicto cósmico; ora con él, y se asegura de que tiene las palabras adecuadas para dirigirse a Dios. Desde esa intimidad, sabe muy bien de donde provienen las bendiciones.
Desde la intimidad con Cristo, el apóstol Pablo comparte con los creyentes de la iglesia de Filipos una promesa, la del texto que encabeza esta lectura devocional. ¿Te has detenido a pensar en la razón por la cual Pablo parece invitar a los Filipenses a asomarse a los almacenes del cielo? El asunto, al terminar su carta a esta iglesia, es la generosidad. Cuando damos, abrimos la mano; y cuando esta queda vacía, Dios tiene la oportunidad de volverla a llenar. Es una dinámica que nos hace partícipes de la acción favorita de Dios: Dar.
A partir del versículo 10 del capítulo 4 de la carta a los Filipenses, Pablo aborda la cuestión de la necesidad, de la abundancia, del contentamiento, sin importar las circunstancias. También presenta la dinámica en la que Cristo tiene toda la provisión. El apóstol Pablo en el versículo 13 hace aquella poderosa declaración, que debiera ser el lema de todo joven cristiano: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece», «Cristo me da fuerzas para enfrentarme a toda clase de situaciones» (TLA). Podría haber agregado: «Así, realmente no necesito a nadie». Sin embargo, la ayuda de los creyentes de la iglesia de Filipos estuvo presente en su dinámica de necesitar, dar, y compartir.
Todo lo puede en Cristo, sí, pero muchos de los dones de Cristo los recibió a través de los creyentes. ¡Esa es la dinámica! ¿Te das cuenta? Entrar al círculo de Cristo significa incorporarse a la dinámica de dar y compartir, es tomar conciencia de que todos nos necesitamos mutuamente. Es en estas circunstancias, con las manos abiertas para dar, que Dios promete llenarlas para suplir lo que falte.
«El dinero [...] en manos de los hijos de Dios es alimento para el hambriento, bebida para el sediento y vestido para el desnudo». MJ 308

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

ARREPENTIMIENTO GENUINO

Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado (Salmo 51: 1, 2).

El hecho de que dios nos guíe al arrepentimiento nos habla de la incapacidad de los seres humanos para regresar a Dios. Por nosotros mismos no somos capaces de producir las condiciones necesarias para arrepentimos. Dios, por su Espíritu, tiene que guiarnos; y si accedemos a esa gula, va a producir en nosotros el arrepentimiento que él quiere.
Veíamos anteriormente que hay dos clases de arrepentimiento, el genuino y el falso. Dios quiere guiarnos al arrepentimiento genuino, que es el único que califica para que Dios nos acepte. Como nosotros no podemos arrepentimos por nuestra cuenta, cuando intentamos hacerlo caemos en un falso arrepentimiento, que Dios no aprueba. Eso fue lo que les pasó a algunas personas mencionadas en el relato bíblico. Forzaron un arrepentimiento sin la ayuda de Dios, y cayeron en el falso arrepentimiento. Dios es el único que capacita para el arrepentimiento verdadero.
Lo que sucede es que Satanás es el maestro del engaño y la falsificación, y hace creer a ciertas personas que están arrepentidas, cuando no lo están realmente. Ya vimos" que el falso arrepentimiento es una tristeza que se enfoca en la pena y el castigo, no en el pecado mismo. Por el contrario, el genuino arrepentimiento produce una tristeza por el pecado cometido, y le pide a Dios un nuevo corazón, es decir, una mente nueva.
El ejemplo clásico de un arrepentimiento verdadero lo hayamos en la experiencia del rey David: «Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa, y tu juicio, irreprochable [...]. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu» (Sal. 51: 3, 4, 10, 11). «Efectuar un arrepentimiento como este, está más allá del alcance de nuestro propio poder; se obtiene solamente de Cristo» (El camino a Cristo, p. 23).

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C