viernes, 21 de diciembre de 2012

DEJA QUE DIOS SEA TU PROTECTOR SOLAR


«El cuarto ángel vació su copa sobre el sol, y se le dio al sol poder para quemar con fuego a la gente» (Apocalipsis 16:8).

¿Alguna vez has tenido una quemadura solar por haber estado mucho tiempo expuesto al sol? Yo sí. Mi cara, mi cabeza, mis brazos y mis piernas estaban rojos y me dolía mucho la piel. ¿Sabes por qué la piel se pone roja cuando pasas mucho rato bajo el sol? Hay unos rayos llamados ultravioleta que literalmente dañan la superficie de tu piel haciendo que los pequeños vasos sanguíneos que están debajo de ella se rompan. Eso suena doloroso, ¿no?
El versículo de hoy habla de la peor quemadura solar de la historia. Habla de plagas y terribles desastres que ocurrirán en la tierra a causa del sol antes de que Jesús venga otra vez. Pero no te preocupes, Dios protegerá a su pueblo y no dejará que ninguna cosa mala les ocurra a los que confían en él.
Nosotros debemos aprender a confiar en Jesús ahora, ¿no te parece? Pidámosle que guíe a su pueblo cada día. A medida que dejemos que Dios tenga el control de nuestra vida aprenderemos a confiar más en él. Él es único que puede salvarnos de las plagas, y el único que puede salvarnos del pecado. Confía hoy en Dios y deja que él sea tu «protector solar».

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CONFÍA SIEMPRE EN ÉL


En el día que temo, yo en ti confío. (Salmo 56:3)

Aquel día nos alistábamos para viajar y así cumplir con una tarea especial que el Señor nos había encomendado. Elevamos una oración antes de salir, pidiendo que los ángeles nos cuidaran y que el Señor nos trajera de vuelta a casa con bien, íbamos por el camino cantando algunas alabanzas, cuando sin razón aparente nuestro bebé empezó a llorar. Pensamos que tendría hambre o sed, o tal vez algún cólico.
El llanto del niño era desesperado, algo que era desacostumbrado en él. No entendíamos lo que pasaba, así que le dije a mi esposo que detuviera el auto para sentarme junto al niño en el asiento trasero del vehículo. Ya en el asiento de atrás comencé a orar diciendo: «¡Señor, por favor ayuda a mi pequeño! No sé qué le sucede, pero tú sí lo sabes.  Ayúdame, por favor, si es algo que tú quieres decirnos a través de él, ilumínanos para entenderlo». Eso le decía a Dios, ya con bastante desesperación por el llanto del pequeño.
En aquel momento presentí que algo estaba a punto de suceder. Le dije a mi esposo que redujera la velocidad, algo que hizo casi de inmediato. En aquel momento él perdió el control del vehículo, debido a que la carretera estaba mojada y resbaladiza. Para no chocar contra otro vehículo que venía de frente frenó, lo que hizo que nuestro auto se saliera de la carretera.
Chocamos con un árbol muy grande, pero gracias a Dios todos estábamos ilesos y sin ningún rasguño. Nos dimos cuenta de que la parte más afectada fue el lado derecho del auto, donde yo iba sentada antes de pasarme al asiento trasero. Hoy le doy gracias a Dios por haber librado nuestras vidas en aquel terrible accidente. Estoy segura de que el Señor nos dio un aviso a través de nuestro bebé.
Ten la seguridad de que el ángel del Señor siempre está a nuestro lado, cumpliendo su misión de cuidarnos. Sabemos que muchas veces utilizará medios extraños para hacerlo. Alabo su nombre por sus infinitas misericordias y te invito a que tú también lo hagas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Daisy Medina de González

COMO SERPIENTE VENENOSA


No te fijes en el vino. ¡Qué rojo se pone y cómo brilla en la copa! ¡Con qué suavidad se resbala! Pero al final es como una serpiente que muerde y causa dolor. Proverbios 23:31,32

«Amores que matan». No hay mejor manera de expresar lo que le sucedió a una mujer que murió después de ser mordida por una víbora venenosa que ella conservaba como mascota en su propio hogar. Herida de muerte, la mujer logró conducir su automóvil hasta el hospital más cercano, pero falleció varios días después, víctima del veneno fatal de la serpiente. Pero lo más sorprendente del caso se produjo cuando la policía local entró en el hogar de la mujer. Dentro de la casa encontraron nueve víboras venenosas, alrededor de una docena de otras serpientes, cocodrilos, lagartijas, iguanas y toda una variedad de animales rastreros (Cincinnati Enquirer, edición electrónica, 12 de septiembre de 2004).
¿Serpientes venenosas como mascotas? ¿A quién se le puede ocurrir semejante locura? Pues a nadie que esté en su sano juicio. ¿Sabía esa señora que las serpientes que conservaba en su propia casa podían causarle la muerte? Seguro que sí. Entonces su problema no era ignorancia, pues ella sabía el riesgo que corría.
No obstante, antes de juzgar a esta señora por su locura, haríamos bien en considerar si ahora mismo no estamos cometiendo un error similar. ¿No hacemos nosotros lo mismo al coquetear con un pecado acariciado? ¿No hace lo mismo el joven que conserva en su biblioteca, en su cuarto o debajo del colchón alguna «serpiente venenosa»?
El texto de hoy nos habla del vino que se resbala con suavidad, y al final muerde como serpiente. Pero no solo del vino se puede decir tal cosa, sino de cualquier pecado: una revista pornográfica, una caja de cigarrillos, una película inmoral...  A primera vista se ven tan atractivos, casi seductores, pero cuando muerden, los resultados son mortales.
¿A quién se le puede ocurrir tener como mascota a una serpiente venenosa? Desde un punto de vista espiritual, a todo aquel que juega con un pecado acariciado. ¿Será que necesitamos registrar bien la casa para asegurarnos de que no haya «serpientes venenosas»? ¿O será que ya sabemos dónde están? Pues si ya sabemos dónde están, ¿por qué no matarlas hoy mismo, antes de que ellas nos inyecten el veneno mortal?
Dame valor, Señor, para sacar de mi vida cualquier práctica que pueda envenenar mi corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NO SALGA DEL CAMINO


«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12:2).

En 1996 me compré un Chevrolet Lumina nuevo. Algunos podrían decir que la compra de un automóvil nuevo no es una buena idea. Pero es que el último ya tenía más de diez años al momento de comprarlo. Mi mujer lo condujo durante catorce años y estaba satisfecha. Por tanto, puede ver que a mí, los automóviles me duran mucho.
Un día, en Nueva York, iba en uno de los cientos, si no miles, de taxis de color amarillo canario que circulan por sus calles. Me interesó saber cuántos kilómetros esperaba hacer el taxista con su vehículo. Cuando le pregunté, respondió: «Tengo la intención de que me dure 400,000 kilómetros». No pude resistir preguntarle cómo llegaría a hacerlos. Me comentó que procura que el motor esté siempre refrigerado y bien lubricado. Entendí lo que quería decir. Mantener el motor refrigerado y cambiar el aceite es esencial para evitar problemas.
Cuando compré el Lumina, venía con un manual del propietario. El manual explica lo que hay que hacer para mantener el coche en buenas condiciones. Además, estoy seguro de que hay un manual de reparaciones para explicar al mecánico qué tiene que hacer para reparar una avería.
Todo esto ilustra algunos aspectos importantes de la vida cristiana. Por ejemplo, la Biblia es nuestro manual de reparaciones, así como de mantenimiento. Lamentablemente, muchos cristianos prestan más atención a cómo reparar la vida cristiana que a cómo mantenerla. Algunos de nosotros prestamos más atención a cómo salir de un mal paso que a cómo mantenernos apartados de los problemas. Algunos parecen estar más centrados en qué hacer cuando se han salido de la carretera que a cómo hacer para que la vida cristiana no se salga de ella.
Gran parte de lo que nos pasa en la vida cristiana es el resultado de una mala conservación. Con frecuencia, no prestamos mucha atención a lo que sucede en nuestra vida espiritual y por eso nos preguntamos por qué nos alcanzó tal desgracia.
En la vida cristiana, si miramos a lado y lado, a las cosas del mundo, nos saldremos de la carretera. La persona que mira a las cosas del mundo pronto entrará en el mundo. Sin embargo, si miramos a Jesús, nos quedaremos en la carretera. Basado en Juan 17:14-17

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill