Viéndolo ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y gritaron. (Marcos 6:49).
Muchas historias aterradoras de fantasmas tienen como base la creencia casi universal en la inmortalidad del alma. Contadas a veces a modo de chistes y otras como relatos de terror, todas ellas generan gran ansiedad y expectativa en las mentes humanas.
La creencia en la inmortalidad de alma tiene su origen en la afirmación que la serpiente hizo a Eva en el Edén: «No moriréis» (Gen. 3: 4). Desde entonces, a medida que la tierra ha ido poblándose, el ser humano ha ido inventando distintas deidades en las que alimentar esta creencia, depositar su confianza y reducir así sus temores. Satanás ha creado un falso sistema de adoración en el que el ser humano puede suplir su necesidad de protección. Tal ha sido su éxito que Dios tuvo que ordenar-nos enfáticamente que nos alejáramos de este tipo de creencias, cada vez más populares. Por eso hasta nuestros días llega la triste amonestación: «¿No hay Dios en Israel para que vayáis a consultar a Baal-zebub, dios de Eerón?» (2 Rey. 1:3).
Para mí, que crecí en un hogar cristiano, no cabe la posibilidad de que existan almas que vagan por un universo paralelo al nuestro. Los ángeles de Dios sí obran milagros sobrenaturales, pero en la Biblia no encontraremos evidencia de personas que hayan muerto y sigan en contacto con los vivos. Por esta razón me causa tanto asombro la inesperada reacción de los discípulos que, habiendo convivido con el Maestro durante algún tiempo, todavía conservaban cierta clase de idolatría o superstición en sus creencias.
Los discípulos, cumpliendo a regañadientes la orden de Jesús, habían vuelto al mar. Sintiéndose turbados y decepcionados, permitieron que su mente se centrara en las dudas y el temor. Por eso, cuando el Señor se les apareció, no pudieron reconocerlo. ¿Sabes? Cuando damos cabida a los pensamientos negativos dejamos de divisar la presencia divina. Dios te ayude a no perder nunca de vista que tienes un Salvador que está siempre contigo. Él es un Dios real, el único que puede salvarte.
Jesús te dice hoy: «¡Animo! ¡Soy yo! ¡No temas!» (ver Mar. 6: 50).
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Muchas historias aterradoras de fantasmas tienen como base la creencia casi universal en la inmortalidad del alma. Contadas a veces a modo de chistes y otras como relatos de terror, todas ellas generan gran ansiedad y expectativa en las mentes humanas.
La creencia en la inmortalidad de alma tiene su origen en la afirmación que la serpiente hizo a Eva en el Edén: «No moriréis» (Gen. 3: 4). Desde entonces, a medida que la tierra ha ido poblándose, el ser humano ha ido inventando distintas deidades en las que alimentar esta creencia, depositar su confianza y reducir así sus temores. Satanás ha creado un falso sistema de adoración en el que el ser humano puede suplir su necesidad de protección. Tal ha sido su éxito que Dios tuvo que ordenar-nos enfáticamente que nos alejáramos de este tipo de creencias, cada vez más populares. Por eso hasta nuestros días llega la triste amonestación: «¿No hay Dios en Israel para que vayáis a consultar a Baal-zebub, dios de Eerón?» (2 Rey. 1:3).
Para mí, que crecí en un hogar cristiano, no cabe la posibilidad de que existan almas que vagan por un universo paralelo al nuestro. Los ángeles de Dios sí obran milagros sobrenaturales, pero en la Biblia no encontraremos evidencia de personas que hayan muerto y sigan en contacto con los vivos. Por esta razón me causa tanto asombro la inesperada reacción de los discípulos que, habiendo convivido con el Maestro durante algún tiempo, todavía conservaban cierta clase de idolatría o superstición en sus creencias.
Los discípulos, cumpliendo a regañadientes la orden de Jesús, habían vuelto al mar. Sintiéndose turbados y decepcionados, permitieron que su mente se centrara en las dudas y el temor. Por eso, cuando el Señor se les apareció, no pudieron reconocerlo. ¿Sabes? Cuando damos cabida a los pensamientos negativos dejamos de divisar la presencia divina. Dios te ayude a no perder nunca de vista que tienes un Salvador que está siempre contigo. Él es un Dios real, el único que puede salvarte.
Jesús te dice hoy: «¡Animo! ¡Soy yo! ¡No temas!» (ver Mar. 6: 50).
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera