Lugar: Japón
Palabra de Dios: Apocalipsis 14:12
Ven, Hachiko. Vamonos -dijo Eisaburo Ueno mientras salía por la puerta.
El perro Aikita blanco ya estaba esperándolo, moviendo la cola y listo para irse. Cada mañana, caminaban juntos hasta la estación Shibuya, donde el señor Ueno tomaba el tren. Por las tardes, cuando volvía de su trabajo, Hachiko estaba esperándolo en la estación, y los dos volvían caminando hasta su hogar.
El señor Ueno era profesor en la Universidad de Tokio, y todos los días iba y volvía de su trabajo en tren. Durante años, Hachiko acompañó a su dueño hasta la estación por las mañanas, y a la tarde, cuando él bajaba del tren, Hachiko estaba esperándolo.
Pero, un día en 1925 sucedió algo terrible. El día comenzó como siempre, con Hachiko acompañando al señor Ueno hasta la estación del tren. Pero, mientras estaba en su trabajo, el profesor tuvo un ataque cardíaco y murió. Esa tarde, el tren entró rugiendo en la estación de Shibuya, donde Hachiko esperaba, como de costumbre. El perro miró a su alrededor, pero su dueño no estaba allí. El perro lloriqueó y volvió a su casa solo.
Al día siguiente, cuando el tren de la tarde llegó, Hachiko estaba nuevamente en la estación. Una vez más, esperó a su dueño, que nunca apareció. Durante los siguientes diez años Hachiko esperó fielmente el tren de la tarde, hasta que un día murió en la estación de Shibuya. Su fidelidad y devoción no pasaron desapercibidas, y hoy, si visitas la estación de Shibuya, verás una estatua de Hachiko.
Hachiko fue leal a su amo. ¡Ojalá nosotros fuéramos igualmente fieles a nuestro Dios, nuestro Creador, nuestro Salvador y nuestro Amigo! Quizá tengas familiares que no creen en Dios y que quieren que hagas cosas que no debieras hacer. Puede ser que otros chicos te molestan cuando oras en público. O tal vez estés demasiado ocupado como para encontrar tiempo para leer tu Biblia y orar regularmente. Sean cuales fueren las circunstancias, ya sean estas grandes o pequeñas, mantente "fiel a Jesús".
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson