Habrá grandes terremotos y, en diferentes lugares, hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. (Lucas 21:11)
Ascendió a más de 28,000 la cifra de muertos y desaparecidos por el terremoto de China que tuvo lugar el día 15 de mayo de 2008. Aquel fue un día aciago en la historia de ese gran país, el más poblado del mundo. Más de 25,000 personas sepultadas. La noticia del desastre acaparó la atención de los medios de comunicación del mundo entero. Numerosas ciudades situadas a los alrededores del epicentro del movimiento telúrico quedaron completamente asoladas. Barrios enteros desaparecieron de un día para otro, a pesar de los persistentes esfuerzos de las fuerzas de rescate y de los organismos internacionales.
Ese desastre natural conmovió todos los corazones humanos. Muchos países mostraron sus condolencias a las autoridades chinas. Nosotros, los cristianos, veíamos cómo las profecías una vez más se cumplían mientras el ser humano, inmerso en su supervivencia, no comprende que la vida está a punto de comenzar, y no de terminarse como a veces piensan. Las señales predichas por el Maestro son una muestra de que su venida está mucho más cerca de lo que pensamos. ¿Estás preparada para ese acontecimiento?
Mientras veía las imágenes del horrendo cataclismo, sentía gran dolor por aquellas madres que perdieron a sus hijos y por aquellos hijos que lo perdieron todo. Aquel dolor tan intenso me hizo pensar en el día en que los cielos se enrollarán como un pergamino y los cimientos de la tierra serán conmovidos por el acontecimiento más glorioso y trascendental del universo: la segunda venida de nuestro Salvador. Cuántas lágrimas serán enjugadas entonces, cuántos hijos restituidos a sus madres, cuántas familias arrebatadas por la muerte se encontrarán en un nuevo abrazo.
Sí, la tierra gime, el corazón se quiebra de dolor, la enfermedad gana terreno y la ciencia busca desesperadamente solución para todas las demandas del ser humano. Este mundo parece un caos. Pero no estamos pérdidas, ni tampoco nuestras familias, porque en los brazos de Jesús hay salvación.
Mira más allá del desastre temporal y divisarás la gloria celestial.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Ascendió a más de 28,000 la cifra de muertos y desaparecidos por el terremoto de China que tuvo lugar el día 15 de mayo de 2008. Aquel fue un día aciago en la historia de ese gran país, el más poblado del mundo. Más de 25,000 personas sepultadas. La noticia del desastre acaparó la atención de los medios de comunicación del mundo entero. Numerosas ciudades situadas a los alrededores del epicentro del movimiento telúrico quedaron completamente asoladas. Barrios enteros desaparecieron de un día para otro, a pesar de los persistentes esfuerzos de las fuerzas de rescate y de los organismos internacionales.
Ese desastre natural conmovió todos los corazones humanos. Muchos países mostraron sus condolencias a las autoridades chinas. Nosotros, los cristianos, veíamos cómo las profecías una vez más se cumplían mientras el ser humano, inmerso en su supervivencia, no comprende que la vida está a punto de comenzar, y no de terminarse como a veces piensan. Las señales predichas por el Maestro son una muestra de que su venida está mucho más cerca de lo que pensamos. ¿Estás preparada para ese acontecimiento?
Mientras veía las imágenes del horrendo cataclismo, sentía gran dolor por aquellas madres que perdieron a sus hijos y por aquellos hijos que lo perdieron todo. Aquel dolor tan intenso me hizo pensar en el día en que los cielos se enrollarán como un pergamino y los cimientos de la tierra serán conmovidos por el acontecimiento más glorioso y trascendental del universo: la segunda venida de nuestro Salvador. Cuántas lágrimas serán enjugadas entonces, cuántos hijos restituidos a sus madres, cuántas familias arrebatadas por la muerte se encontrarán en un nuevo abrazo.
Sí, la tierra gime, el corazón se quiebra de dolor, la enfermedad gana terreno y la ciencia busca desesperadamente solución para todas las demandas del ser humano. Este mundo parece un caos. Pero no estamos pérdidas, ni tampoco nuestras familias, porque en los brazos de Jesús hay salvación.
Mira más allá del desastre temporal y divisarás la gloria celestial.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera