Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado. (Isaías 9:6).
A medida que los invitados iban llegando a la lujosa mansión, el mayordomo recogía sus abrigos y los entregaba a una sirvienta para que los guardara. Todo estaba engalanado para el bautizo del pequeño heredero. Los sirvientes se encargaban de los últimos preparativos y los anfitriones permanecían muy ocupados atendiendo a sus invitados. De pronto se escuchó la orden: «Traigan al niño, va a comenzar la ceremonia». Pero nadie sabía dónde estaba el bebé. El centro principal de aquella fiesta era el pequeño, pero todos habían estado tan ocupados que no sabían dónde se encontraba.
De repente todo cambió. La música se detuvo. Los criados empezaron a correr de aquí para allá buscando por todas parles. La madre lloraba desesperadamente mientras el padre llamaba a la policía. La alegría de la fiesta parecía haberse esfumado. De pronto se escuchó un grito nervioso: «¡lista aquí, está aquí!». Encontraron al bebé sobre una cama, dormido; la sirvienta encargada de guardar los abrigos no lo había visto y había puesto toda la ropa sobre él. Dios había conservado milagrosamente la vida del pequeño.
Hace muchos años los libros sagrados eran leídos, enseñados y estudiados por los rabinos. Los profetas habían anunciado la venida del Mesías generación tras generación, así que el pueblo lo esperaba con ansia. Pero cuando vino, todos estaban tan ocupados con su vida que no lo reconocieron más que unos cuantos pastores y algunos sabios de tierras paganas. Solo ellos estaban listos para escuchar la voz de los ángeles.
El cielo lloró al ver la indiferencia de la humanidad. Los ángeles estaban deseosos de formar un coro alrededor del establo, pero solo se escuchó la voz distante del profeta: «Porque un niño nos es nacido, hijo nos ha sido dado» (isa. 9: 6).
Al igual que en el pasado, las profecías apuntan hacia la venida del Mesías, aunque esta vez no como un niño, sino como el Rey eterno y Príncipe de paz. ¿Puedes escuchar la voz que anuncia su regreso? ¿O hay algo que te impida escucharla? ¿Estás tan ocupada que no tienes tiempo para que Jesús se acerque a ti?
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
A medida que los invitados iban llegando a la lujosa mansión, el mayordomo recogía sus abrigos y los entregaba a una sirvienta para que los guardara. Todo estaba engalanado para el bautizo del pequeño heredero. Los sirvientes se encargaban de los últimos preparativos y los anfitriones permanecían muy ocupados atendiendo a sus invitados. De pronto se escuchó la orden: «Traigan al niño, va a comenzar la ceremonia». Pero nadie sabía dónde estaba el bebé. El centro principal de aquella fiesta era el pequeño, pero todos habían estado tan ocupados que no sabían dónde se encontraba.
De repente todo cambió. La música se detuvo. Los criados empezaron a correr de aquí para allá buscando por todas parles. La madre lloraba desesperadamente mientras el padre llamaba a la policía. La alegría de la fiesta parecía haberse esfumado. De pronto se escuchó un grito nervioso: «¡lista aquí, está aquí!». Encontraron al bebé sobre una cama, dormido; la sirvienta encargada de guardar los abrigos no lo había visto y había puesto toda la ropa sobre él. Dios había conservado milagrosamente la vida del pequeño.
Hace muchos años los libros sagrados eran leídos, enseñados y estudiados por los rabinos. Los profetas habían anunciado la venida del Mesías generación tras generación, así que el pueblo lo esperaba con ansia. Pero cuando vino, todos estaban tan ocupados con su vida que no lo reconocieron más que unos cuantos pastores y algunos sabios de tierras paganas. Solo ellos estaban listos para escuchar la voz de los ángeles.
El cielo lloró al ver la indiferencia de la humanidad. Los ángeles estaban deseosos de formar un coro alrededor del establo, pero solo se escuchó la voz distante del profeta: «Porque un niño nos es nacido, hijo nos ha sido dado» (isa. 9: 6).
Al igual que en el pasado, las profecías apuntan hacia la venida del Mesías, aunque esta vez no como un niño, sino como el Rey eterno y Príncipe de paz. ¿Puedes escuchar la voz que anuncia su regreso? ¿O hay algo que te impida escucharla? ¿Estás tan ocupada que no tienes tiempo para que Jesús se acerque a ti?
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera