domingo, 22 de enero de 2012

¡AMARGO, PERO MEJOR!

«Esa noche comerán la carne asada al fuego, con hierbas amargas y pan sin levadura» (Éxodo 12:8).

Estamos acercándonos al campamento israelita la noche anterior a su salida hacia el desierto. Esta noche el pueblo va a preparar una comida especial. El menú está en nuestro versículo de hoy. Una de las cosas que van a comer son hierbas amargas.
A veces se usan ciertas hierbas para cocinar. Es posible que tu mamá tenga perejil u orégano en su despensa, pues esas hierbas se usan para hacer que algunos alimentos sepan mejor
Las hierbas que los israelitas comieron esa noche eran amargas. ¿Por qué alguien querría comer algo que sepa amargo? ¿No podía Dios pedirles que comieran algo dulce? No, porque él quería que no olvidaran los terribles momentos que habían pasado en Egipto.
A veces es necesario hacer cosas que no nos gustan. Lavar los platos puede no ser muy agradable, pero cuando necesitamos un plato para comen lo hacemos. A veces es difícil decir lo siento cuando hemos cometido un error; pero lo cierto es que eso hace que los demás se sientan mejor Recuerda: sí decides hacer las cosas «amargas» con una buena actitud, todo será mejor para ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA GRAN EPIDEMIA

Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él (Proverbios 22: 6).

En la época actual, la obesidad en niños y adolescentes ha aumentado en todo el mundo hasta alcanzar cifras nunca vistas. Esto constituye un grave problema para los países desarrollados, debido principalmente al sedentarismo y al excesivo consumo de alimentos con un elevado contenido calórico. Especialmente en Estados Unidos, el sobrepeso y la obesidad han llegado a ser consideradas como una "epidemia" por parte del mismo gobierno, que lanza desde una página web oficial consejos para detener el avance de este problema de salud pública.
Los niños y jóvenes obesos corren un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo II, así como enfermedades cardiovasculares que antes únicamente afectaban a los adultos. Además, el sobrepeso y la obesidad afectan seriamente a la autoestima de quienes las padecen.
La obesidad infantil puede deberse a la herencia genética o a problemas hormonales. Sin embargo, se considera que sus causas principales son la falta de ejercicio físico y comer en exceso. El Dr. en pediatría Alberto Gedisman afirma que si las madres norteamericanas no cambian sus métodos de crianza estarán contribuyendo a la muerte prematura de sus hijos. Advierte asimismo que las abuelas, tías y los demás miembros de la familia deben unir fuerzas con el fin de evitar la obesidad de los más pequeños. Los expertos sugieren prestar especial atención a:
La alimentación. Es necesario que los más pequeños eviten las comidas y bebidas con un elevado contenido calórico, así como la comida chatarra.
El ejercicio físico. Los niños que llevan una vida sedentaria aumentan de peso porque no queman calorías. Por lo general pasan demasiado tiempo frente a la computadora, con los juegos de video, o mirando la televisión. El ejercicio fortalece huesos y músculos, además de que mejora el aprendizaje.
Los factores sicológicos. Algunos niños comen compulsivamente debido al estrés o a los problemas.
Es de vital importancia que escuchemos y apoyemos a nuestros hijos. Dios los ama, y por eso dice: «Dejad a los niños venir a mí» (Mar. 10: 14). Hoy y cada día, «instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apunara de el».

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Eva Pérez Davis

¿QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO?

Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica. Santiago 1:22.

En una de las muchas fábulas atribuidas a Esopo, cierto día los ratones se reunieron con el fin de defenderse de los ataques del odioso gato. Ya era hora de ponerle un freno al arrogante felino. En plena reunión se escucharon diversas propuestas, ninguna convincente, hasta que un ratón de cierta experiencia pidió la palabra.
—Tengo un plan —dijo el ratón—. Consiste en que amarremos al cuello del gato una campana. Cada vez que se aproxime, el sonido de la campana nos advertirá del peligro.
La propuesta fue recibida con gran entusiasmo en la ratonera. Pero cuando estaba por ser aprobada, un anciano ratón pidió la palabra.
—El plan parece bueno —dijo el veterano ratón—, pero ¿quién le pondrá la campana al gato?
La versión más común de este relato dice: «¿Quién le pone el cascabel al gato?». La lección, sin embargo, es la misma: Ante los desafíos es muy fácil hablar; lo difícil y, a fin de cuentas, lo que importa, es actuar.
Cuando un amigo ha caído y necesita una mano que lo levante, lo que importa es actuar, no hablar.
Cuando hemos hecho una promesa y alguien espera que la cumplamos, lo que importa es actuar, no hablar.
Cuando nos fijemos una meta y los obstáculos nos asedien a lo largo del camino, lo que importa es actuar, no hablar.
Cuando escuchemos a los demás condenar los males de este mundo sin mover un dedo para remediarlos, recordémosles que lo que importa es actuar, no hablar. Cuando alguien nos pida solo orar por la gente necesitada, recordémosle que lo que importa es actuar, no hablar.
¿Hay en tu hogar (en tu vecindario, en tu colegio, en tu iglesia) algo importante que deba hacerse ahora mismo?. ¿Formas parte de una agrupación o de un club que enfrenta un gran desafío ahora mismo? La pregunta es: ¿Quién le pone el cascabel al gato? En un mundo donde la gente habla mucho y hace poco, recuerda que eres hijo de un Dios que hace lo que tiene que hacer y lo hace bien. Como lo expresa Elena G. de White:
«LO QUE ES DIGNO DE SER HECHO, ES DIGNO DE SER BIEN HECHO»
[Mensajes para los jóvenes, p. 100].
Ayúdame, Dios mío, a hablar menos y hacer más.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

VIVIR CON UN PROPÓSITO EN EL CORAZÓN

«Daniel propuso en su corazón no contaminarse» (Daniel 1:8).

Sin duda usted recuerda la historia. Nabucodonosor había conquistado Judá y muchos hombres, mujeres y niños fueron llevados cautivos, incluyendo a Daniel y sus tres jóvenes amigos. No sabemos qué edad tenían, pero bien pudo ser que fueran adolescentes. Habían sido criados por padres temerosos de Dios que, con toda seguridad, oraban por ellos.
El rey le pidió al funcionario encargado de los jóvenes que les sirviera de los mismos alimentos que llenaban la mesa del rey. Estaba convencido de que les hacía un favor, pero muchos de los alimentos eran impuros y no aptos para comer. También había vino. «Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligara a contaminarse» (Dan. 1:8).
No podemos pedir a Dios que haga algo por nosotros si nosotros mismos no estamos dispuestos a hacerlo. Por eso Jesús dijo que la justicia solo puede alcanzar a quienes tienen hambre y sed de ella. Nunca se está demasiado hambriento y sediento de justicia. Tampoco podemos decir que alguna vez hayamos sido plenamente saciados.
Sin embargo, podemos ser volubles y cambiar de opinión. Tal vez un día resistimos la tentación y al día siguiente caemos en ella. Unas veces nos importa y otras no, por lo que no le pedimos a Dios que nos proporcione su justicia. Por esta razón, nos vendría bien aplicar en nuestra vida el conocido texto bíblico: «Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios [...], pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra» (Sant. 1:5,6).
A veces podemos tratar de aparentar que somos justos, pero en nuestro corazón sabemos que no es así. Los que tienen hambre y sed de justicia no se conforman con una mera apariencia de justicia para impresionar a los demás; antes bien, han decidido no contaminarse con las cosas de este mundo. Rechazan todo lo que pueda apartarlos de la justicia prometida por Dios.
Oremos para que, hoy, el Espíritu Santo despierte en nosotros el hambre por el Señor. Solo Jesús puede satisfacer el hambre y la sed de justicia.(Basado en Mateo 5:6).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill