Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios ¡porque se volverán a mí de todo su corazón (Jeremías 24:7).
Hace varios años debí estar fuera de mi hogar por un tiempo prolongado. Mi esposo estaba en nuestra casa y yo en una ciudad distante. No teníamos el dinero suficiente como para viajar en avión o en autobús, así que nos llamábamos por teléfono todos los días. Fueron días muy difíciles.
Una noche, mi esposo me llamó para contarme que estaba pasando por una situación terrible. Me sentía abrumada, quería estar a su lado, pero ¿cómo lograrlo? No tenía tiempo para ayudarlo, ni tampoco dinero para viajar.
No comí en todo el día, y oré toda la noche. A la mañana siguiente, entendí que Dios me estaba diciendo que debía estar con mi esposo, así que compré un boleto y abordé el avión.
De pronto comencé a tener un gran sentimiento de soledad. En general, me gusta viajar sola, pero esta vez extrañaba la presencia de mi Dios, y tenía temor. El día anterior había pasado mucho tiempo en oración, y no podía viajar sin la presencia de Dios en mi corazón. Oré incesantemente al Señor. Examiné mi mente, pidiéndole que me hiciera recordar los pecados que no había confesado.
Luego, miré a través de la ventana del avión y vi el arco iris; no era un arco iris común, sino uno horizontal de hermosos colores, ¡y parecía que perseguía .al avión! No lo podía creer. Volví a mirar fijamente. Pensé que se trataba de un reflejo del avión, pero no era así. Duró un largo tiempo, luego desapareció.
En ese momento sentí la presencia de Dios, y su presencia continuó conmigo. No estaba sola. Había Alguien a mi lado; podía contarle mis preocupaciones y darle gracias por sus regalos. Me sentía segura.
Esta experiencia me enseñó a reclamar el sentido de la presencia de Dios. Dios desea estar a nuestro lado, pero debemos pedírselo. Reclamemos su presencia. Recibiremos la recompensa.
Hace varios años debí estar fuera de mi hogar por un tiempo prolongado. Mi esposo estaba en nuestra casa y yo en una ciudad distante. No teníamos el dinero suficiente como para viajar en avión o en autobús, así que nos llamábamos por teléfono todos los días. Fueron días muy difíciles.
Una noche, mi esposo me llamó para contarme que estaba pasando por una situación terrible. Me sentía abrumada, quería estar a su lado, pero ¿cómo lograrlo? No tenía tiempo para ayudarlo, ni tampoco dinero para viajar.
No comí en todo el día, y oré toda la noche. A la mañana siguiente, entendí que Dios me estaba diciendo que debía estar con mi esposo, así que compré un boleto y abordé el avión.
De pronto comencé a tener un gran sentimiento de soledad. En general, me gusta viajar sola, pero esta vez extrañaba la presencia de mi Dios, y tenía temor. El día anterior había pasado mucho tiempo en oración, y no podía viajar sin la presencia de Dios en mi corazón. Oré incesantemente al Señor. Examiné mi mente, pidiéndole que me hiciera recordar los pecados que no había confesado.
Luego, miré a través de la ventana del avión y vi el arco iris; no era un arco iris común, sino uno horizontal de hermosos colores, ¡y parecía que perseguía .al avión! No lo podía creer. Volví a mirar fijamente. Pensé que se trataba de un reflejo del avión, pero no era así. Duró un largo tiempo, luego desapareció.
En ese momento sentí la presencia de Dios, y su presencia continuó conmigo. No estaba sola. Había Alguien a mi lado; podía contarle mis preocupaciones y darle gracias por sus regalos. Me sentía segura.
Esta experiencia me enseñó a reclamar el sentido de la presencia de Dios. Dios desea estar a nuestro lado, pero debemos pedírselo. Reclamemos su presencia. Recibiremos la recompensa.
Iani Días Lauer-Leite
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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Autora: Ardis Dick Stenbkken