miércoles, 8 de julio de 2009

PROTECCIÓN ANGELICAL

El Señor protege a la gente sencilla; estaba yo muy débil, y él me salvo (Salmo 116: 6).

Hace algún tiempo regresábamos de un Congreso de mujeres. Entonces, cinco hombres alcoholizados en una camioneta pasaron de largo sin respetar la señal de alto puesta en la carretera, lo que provocó que el conductor del autobús tratara de maniobrar y frenara con tal rapidez que causó que nos saliéramos de la carretera y fuéramos a dar directo a una pendiente. Observé toda la escena con detalle sentada a la mitad de la última fila de asientos, donde me había acomodado para leer el libro La verdad acerca de los ángeles de Elena G. de White. En el momento del accidente leía precisamente sobre la protección que Dios nos provee a través de estos seres celestiales. Para muchos fue un accidente, para mí, en especial, fue una advertencia y una muestra del amor de Dios. El autobús quedó balanceándose a punto de voltearse, y dentro de mí sentí la seguridad que Dios con sus ángeles lo sostenían. Los gritos de miedo de algunas de las pasajeras despertaron a las que se encontraban durmiendo y en un momento todo se volvió un caos dentro de aquel autobús. La puerta se atascó, así que salí por la ventanilla y así ayudamos a evacuar a todas con el temor de que el vehículo se volcara en cualquier momento. Cuando todas estuvimos a salvo, ya más tranquilas, nos reunimos en círculo para orar a Dios, pedimos perdón por nuestros pecados y agradecimos por su gran amor y cuidado. Hubo lágrimas y abrazos en señal de reconciliación. Gracias a Dios, horas más tarde pudimos continuar nuestro camino para llegar a nuestro destino. El Señor nos ama con tal magnitud que es capaz de transformar los accidentes en bendiciones para mostrarnos su poder protector a través de sus ángeles, que siempre están con nosotros. Recuerda pedir la protección angelical cuando subes a un vehículo.

Amada Isabel Díaz de Delgado
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

MALAS BUENAS PERSONAS

Todos nosotros somos como un hombre impuro; todas nuestras buenas obras son como un trapo sucio; todos hemos caído como hojas marchitas, y nuestros crímenes nos arrastran como el viento isaías 64: 6

Mira el noticiario de la noche. No pasará mucho tiempo hasta que te des cuenta de que hay muchas malas personas andando por las calles. Estoy muy satisfecha de ser una persona decente. La policía debe estar encantada con personas como yo. Conduzco ton prudencia, pago mis multas y respeto la propiedad de los demás. Pero, aun así, soy una pecadora sin esperanza. No porque haga cosas malas, sino por las cosas soy capaz de hacer. ¿Te acuerdas de los fariseos? Eran la policía religiosa de la época de Jesús. Centraban su vida en guardar la ley. Creían que si todo el pueblo de Dios fuese capaz de guardar la ley un solo día, vendría el Mesías. Por eso se esforzaban con ahínco para guardar los mandamientos. Su apariencia exterior era la de personas tremendamente espirituales. Pero cuando las circunstancias fueron las adecuadas, revelaron su verdadero carácter y mataron a Jesús. Ese pensamiento asusta. La buena gente, religiosa, seguidora de Dios, capaz él asesinar... Siempre he sido cristiana. Para mí era fácil pensar que no necesitaba un salvador. Recuerdo que pensaba. «Jesús no tiene que preocuparse por mí. Leo la Biblia, guardo los, mandamientos y voy a la iglesia el día correcto. Puedo cuidar de mí misma. Puede basar el tiempo intentando salvar a los pecadores empedernidos». Pero todos somos pecadores empedernidos, incluso los que vamos a la iglesia y deseamos vivir correctamente. Todos tenemos una tendencia natural al pecado. Incluso dejando de cometer malas acciones seríamos pecadores por naturaleza. Nuestra única esperanza es darnos cuenta de nuestra verdadera condición y pedirle a Jesús que nos dé su justicia.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble

¿DÓNDE ACAMPAS?

Abraham habitó en la tierra de Canaán, pero Lot habitó en medio de las ciudades del valle del Jordán, muy cerca de Sodoma. Génesis 13:12

¿A qué distancia de Sodoma acampas? Al decir esto, en realidad quiero preguntar: ¿Cuánto te acercas al pecado? Cuando Lot escogió el valle del Jordán -para instalar su campamento, escogió lo que le parecía más cómodo y más provechoso. Es admirable el carácter de Abraham. No escogió el primero el lugar para poner su campamento, privilegio que le correspondía por su edad y por su posición. Magnánimamente, permitió que Lot escogiera primero. Lo acostumbrado en la cultura de ese tiempo era que Lot, que era el más joven, permitiera que Abraham escogiera primero la tierra donde habitaría.

Abraham permitió que Lot escogiera primero, y este decidió vivir lo más cerca posible de Sodoma. Sabemos que la decisión de Lot terminó en una tragedia para él y su familia. Acabó viviendo dentro de Sodoma, lugar donde se toleraban y hasta se promovían todos los pecados imaginables. En la historia de Génesis 19 aprendemos que Lot escapó del castigo divino por una intervención directa de los ángeles de Dios. No pudo rescatar ninguna de las posesiones de su casa y en la precipitación de la huida terminó perdiendo a su propia esposa.
No cabe duda de que la tentación actúa así. Primero decidimos acercarnos. Pero pronto, sin darnos cuenta, estamos en medio de ella, como Lot viviendo dentro de Sodoma. Llega un momento en que nos encontramos tan enredados que no podemos salir, salvo por una intervención de Dios.
Notemos, en cambio, la reacción opuesta de Abraham. El patriarca decidió alejarse del valle de aquella ciudad pecaminosa. Una vez que estuvo lejos, edificó un altar a Dios. ¡Qué hombre más sabio! No es extraño que Dios se llevara tan bien con Abraham y lo bendijera tanto. En cambio, Lot, lo único que encontró fue un montón de problemas, y lo que único que salvó fue la vida. La pregunta para nosotros hoy es dónde viviremos nuestra vida. ¿Acamparemos lo más cerca posible de la tentación, o viviremos delante del altar, lejos del valle de la tentación?
El pecado siempre comienza con un simple coqueteo con la tentación. Pero después termina amarrándonos para vivir dentro de sus muros, hasta que la ira de Dios se pronuncia.
¿Cuan cerca de Sodoma acampas? La decisión está en tus manos hoy. Dios quiera que nuestra respuesta sea: «¡Tan lejos que ni siquiera la pueda ver a la distancia!»

Tomado de la matutina Siempre Gozosos