lunes, 15 de octubre de 2012

ALÉGRAME EL DÍA


«Otro sábado, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había en ella un hombre que tenía la mano derecha tullida [...]. Luego miró a todos los que lo rodeaban, y le dijo a aquel hombre: "Extiende la mano". El hombre lo hizo así, y su mano quedó sana» (Lucas 6:6-10).

Trata de caminar silenciosamente con tus botas hoy, pues estamos en una sinagoga. La sinagoga es la " iglesia de los judíos. Mira, allá está Jesús. Le está pidiendo a ese hombre que extienda su mano. ¡Oh, mira!, tiene la mano tullida, Jesús le está diciendo algo al hombre mientras mira a todos los maestros. ¡Mira la mano del hombre! Ya no la tiene tullida, Jesús lo ha sanado, y los maestros están furiosos. Ellos piensan que Jesús no debió haber sanado a ese hombre en sábado, Jesús les está diciendo que el sábado es el mejor momento para hacer cosas buenas por los demás.
¿Cómo son tus sábados? Piensa en las cosas que puedes hacer este sábado para ayudar a alguien. Puede ser a tu vecino, a alguien que esté en el hospital o a alguien sin hogar que viva en tu comunidad. El sábado es un día especial. ¿Por qué no haces que este sea mucho más especial ayudando a alguien como hizo Jesús?

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL AGUA CONTAMINADA


Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.(Filipenses 4:12).

Un sábado del mes de junio, mi esposo y yo nos levantamos muy temprano, ya que pensábamos asistir a una iglesia que nos quedaba a dos horas de distancia. Al caer la tarde, ya de regreso en casa, quise refrescarme el rostro con un poco de agua. Abrí la llave del lavamanos y, como es usual en la Universidad Adventista de las Filipinas, el agua fluyó abundante y fresca. Sin embargo, noté que había algo diferente en el agua: un fuerte olor a queroseno. Al momento salimos de nuestro apartamento y avisamos a nuestros vecinos de que no usaran el agua. Para solucionar aquel problema hubo que emplear una inmensa cantidad de tiempo, dinero, esfuerzos y paciencia. Unas siete semanas más tarde, la crisis había terminado.
Aquella situación me llevó a pensar que nuestra vida podría cambiar en un abrir y cerrar de ojos por diversas circunstancias. Era muy cómodo abrir el grifo y tener agua, pero ahora había que esperar a que la trajeran dos veces al día, luego debíamos acarrearla hasta los apartamentos y después hervirla si deseábamos consumirla. Cuando se produce un cambio en nuestras costumbres, o estas se ven amenazadas, el viejo hombre puede asomar su feo rostro. Por momentos pensamos que se debía tomar algún tipo de represalia en contra de aquellos que pudieron tener alguna responsabilidad respecto a la contaminación del agua. Sin embargo, pienso que lo mejor fue hacernos eco de las palabras de Pablo en Filipenses 4:12: «Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para tener abundancia como para padecer necesidad».
Demos gracias a nuestro Padre celestial por las muchas, o por las pocas, comodidades que estamos disfrutando. Si acaso nos toca enfrentar alguna situación difícil, reaccionemos con una actitud cristiana.
Señor, ayúdame a enfrentar el día de hoy con la seguridad de que tú estarás a mi lado y me ayudarás a mostrar en todo momento una actitud semejante a la de Cristo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Consuelo de Chacón

ALGO NUEVO


El que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo. 2 Corintios 5:17.

Un día como hoy nació en Stuttgart, Alemania, un niño al que sus padres llamaron Johann. Desde muy joven Johann decidió dejar una huella en la vida. Para ello, ¿qué mejor oficio que ser escultor? Con mucho esfuerzo y el debido asesoramiento de parte de sus maestros, Johann en poco tiempo adquirió fama y dinero. Pero algo curioso ocurría en su vida: no estaba satisfecho. Sentía que le faltaba algo.
Después de meditar mucho en la encarnación de Cristo, se propuso reflejar en una estatua la belleza del carácter del Salvador. Trabajó durante dos años en esa obra, y cuando la concluyó pidió a unos niños que le dieran su opinión.
—¿Quién es él? —les preguntó.
—Debe de haber sido un gran hombre —exclamó un niño.
Johann Von Dannecker supo de inmediato que no había logrado su objetivo. Tomó nuevamente su cincel y reanudó la obra. Después de varios meses de arduo trabajo, llamó a otro grupo de niños.
—¿Quién es él? —preguntó.
—Debe de haber sido un hombre muy bueno —respondió una niña.
Insatisfecho, Von Dannecker intentó una tercera vez. Y de nuevo llamó a niños para que le dijeran de quién se trababa. En esta ocasión ninguno habló. Se dice que uno de ellos se quitó un gorro que llevaba puesto y varios cayeron de rodillas. Ahora el escultor sí estaba satisfecho.
Se cuenta que años más tarde, Napoleón Bonaparte le pidió a Von Dannecker que esculpiera una estatua de Venus para el Museo de Louvre. El famoso escultor alemán respondió: «Una persona que ha visto a Cristo nunca emplearía su talento para esculpir una deidad pagana» (God's Little Devotional Bookfor Teens [El pequeño libro devocional de Dios para adolescentes], p. 191).
Padre celestial, hoy me propongo vivir para la gloria de tu nombre.  Si Johann Von Dannecker (1758-1841) en realidad vio o no a Cristo, no lo sabemos. Pero nadie puede negar la verdad de sus palabras: una persona no puede ser la misma después de haber conocido a Cristo. Los malos hábitos, las palabras obscenas, el gusto pervertido, las malas compañías, los pasatiempos inmorales; es decir, todo cuanto pertenecía a «las cosas viejas» pasan, para dar lugar a «lo nuevo»: una vida en la que nuestro mayor deleite es hacer las rosas que agradan a Dios.
Que tu mayor deleite hoy sea hacer las cosas que agradan a Dios. Que tu mayor gozo sea usar su talento para la gloria de Dios.
Padre celestial, hoy me propongo vivir para la gloria de tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LA ORACIÓN EN PÚBLICO


«Por esta razón también oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder» (2 Tesalonicenses 1:11).

Hablemos un instante de la oración en público: algo que es difícil para muchos. Sin embargo, con los ojos cerrados y con los pensamientos puestos en el Señor, es posible dejar a un lado el lenguaje florido y los requiebros retóricos a la vez que se habla desde el corazón. Martín Lutero dijo: «Cuantas menos palabras tenga, mejor es la oración».
A veces, cuando oramos en grupo, descubrimos que no estamos prestando atención porque nuestra mente está planeando qué decir cuando nos llegue el turno de orar. Suena ridículo, pero quizá estemos pensando en cómo empezar la oración con palabras edificantes. Nos preguntamos cómo usar palabras grandilocuentes y que suenen espirituales. Queremos que nuestra oración sea distinta de la de quienes han orado antes que nosotros y que parezca más importante e interesante. Nuestra cabeza bulle con todo eso mientras la otra persona está orando. No se avergüence, todos somos culpables de lo mismo. Con todo, volviéndonos hacia nuestro interior y haciéndonos conscientes de nosotros mismos nos perdemos una bendición. Tendríamos que escuchar la oración de esa otra persona y unir nuestros pensamientos a los suyos. Luego, cuando llegue nuestro tumo, podremos hablar con Dios como con un amigo.
La oración en grupo incluye tanto las que se elevan en grupos reducidos de dos o tres personas como aquellas que se pronuncian una tras otra en grandes reuniones o pidiendo un voluntario. En los últimos años se ha popularizado la llamada «oración en conversación». En este tipo de oración, el director empieza una conversación con Dios y, luego, algunos voluntarios la continúan. Una característica interesante de este tipo de oración en grupo es que la persona que ora no dice «amén» cuando termina, sino que otro toma el relevo y continúa la «conversación». Todos los miembros del grupo pueden participar y orar con la frecuencia que deseen. El director suele ser quien cierra la oración y pronuncia el «amén» final.
Si se llevan a cabo correctamente, las sesiones de oración en común pueden ser una experiencia inolvidable y una ocasión en la que se refuerza nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes.
Hasta es posible orar por teléfono con el compañero de oración. Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

LA LUJURIA DESTRUYE LOS MATRIMONIOS


Más vale ver con los ojos que divagar con el deseo. También esto es vanidad y correr tras el viento (Eclesiastés 6:9).

También podemos codiciar posesiones, poder o tener una ambición orgullosa. Vemos lo que tienen los demás y lo queremos. Nuestro corazón se engaña y piensa: "Si sólo tuviera esto podría ser feliz". Entonces, tomamos la decisión de conseguirlo.
"Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición" (1 Timoteo 6:9). La lujuria se opone al amor. Significa desear con pasión algo prohibido. Y en el caso de un creyente, es el primer paso para salir de la comunión con el Señor y con los demás. Esto se debe a que cada objeto de tu lujuria (ya sea un joven compañero de trabajo o una actriz, codiciar una casa de medio millón de dólares o un auto deportivo) representa el comienzo de una mentira. La persona o la cosa que parece prometer una satisfacción absoluta se asemeja más a un pozo sin fondo de anhelos insatisfechos. La lujuria siempre genera más lujuria. "¿Por qué hay enemistades y riñas entre las personas? ¿Será que en el fondo del alma tienen un ejército de malos deseos?" (Santiago 4:1, BAD, paráfrasis).
La lujuria logra que estés descontento con tu cónyuge. Genera enojo, adormece el corazón y destruye los matrimonios. Lleva a la desolación en lugar de llevarte a la plenitud. Es hora de desenmascarar la lujuria y mostrar qué es en verdad: una sed equivocada de satisfacción que solo Dios puede saciar. La lujuria es como una luz de advertencia en el tablero de mandos de tu corazón, que te alerta si no estás permitiendo que el amor de Dios te llene. Cuando tienes los ojos y el corazón puestos en él, tus acciones te guiarán a un gozo duradero en lugar de a ciclos interminables de reproche y condenación. "Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dotado de su poder.
Reflexión: MIRARÉ CON OJOS DE AMOR, SIN CODICIAS NI MALOS PENSAMIENTOS  LO QUE GIRA A MI ALREDEDOR.  ORA AL SEÑOR PARA QUE CUBRA TUS OJOS   DEL MAL Y LOS DESTAPE CON DIVINA SANTIDAD.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur