domingo, 14 de julio de 2013

UN FRAUDE CIEGO

Lugar: Nueva York, EE.UU.
Palabra de Dios: Mateo 23:27, 3

Quedé ciego por un accidente en un crucero -informó Brian a su compañía de seguros.
Era el año 1985, y unos meses más tarde recibió un cheque que cubría la cuenta del hospital.
Varios años más tarde, en 1992, Brian informó de otro accidente.
Estaba en un crucero, cuando el filtro de un telescopio se cayó y le lastimó el ojo derecho. “Quedé ciego”, escribió en el formulario de reclamos. “Ya no puedo ver con mi ojo derecho”. Por el accidente, obtuvo 75 mil dólares.
Cinco años más tarde, en 1997, aparentemente, volvió a quedar ciego una vez más. “Una botella de champaña explotó cerca de mi cara. Mi ojo derecho está ciego ahora, a causa del accidente”. La compañía de seguros le dio un millón de dólares.
Luego, en 2002, Brian entabló otra demanda. Un disco volador le había pegado en el ojo derecho, dejándolo ciego. Pidió quinientos mil dólares.
¿Cómo puede alguien quedarse ciego una y otra vez? ¿Cómo puede una sola persona quedarse ciega cuatro veces, de un mismo ojo? Un investigador de seguros se enteró de las cuatro demandas de Brian a lo largo de los años. Llamó a las autoridades, y comenzaron a investigar a Brian por fraude.
Jesús reprendió a los fariseos de su tiempo por ser ciegos y por ser un fraude. Él les dijo: “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre”. ¿Cómo podemos aprender de su conducta fraudulenta? “No hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican”.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DISFRUTEMOS DE NUESTRO TRABAJO

Cuídense de no echar a perder el fruto de nuestro trabajo; procuren más bien recibir la recompensa completa. Todo el que se descarría y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la enseñanza sí tiene al Padre y al Hijo. 2 Juan 8-9

Es muy poca la gente para quien su rutina diaria consiste en trabajar poco y descansar mucho. La mayoría de la gente trabaja mucho y descansa poco. Los que trabajan únicamente por un salario desaprovechan la oportunidad de gozar y disfrutar de lo que hacen. Sus jornadas de trabajo se vuelven interminables y tediosas, y por consiguiente, su productividad desciende y finalmente, quiérase o no, surgen sentimientos de frustración y fracaso.
Dios asignó el trabajo a los seres humanos como una fuente de bienestar y realización personal. Cuando el Señor puso a Adán en el huerto del Edén, le encargó cuidar y cultivar, no solo el hermoso huerto, sino también sus propias capacidades, dones y habilidades personales. Es únicamente así como los seres humanos podemos llegar a ser personas realizadas y, por ende, felices.
El trabajo es una bendición, pues además de proveernos el sustento diario, es el único medio para descubrir y pulir nuestras capacidades. Da vigor al cuerpo y nos ayuda a desarrollar cualidades como la dedicación, la constancia y la laboriosidad.
Querida hermana, por último, te puedo decir que el trabajo nos infunde vida y nos aleja de la ociosidad. Esta última puede hacerse adictiva e incluso paralizar el desarrollo personal. La consigna de Dios para todo trabajador abnegado es: “Todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño; porque en el sepulcro, adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimiento ni sabiduría” (Ecl. 9:10).
Amiga, si hoy, al despertar, reconoces tener sentimientos adversos respecto al trabajo que te espera, llénate de energía divina, piensa positivamente. No cuentes tus jornadas en horas, cuéntalas en logros obtenidos, objetivos alcanzados, satisfacciones experimentadas, cansancio saludable y, sobre todo, en el reconocimiento de Dios, que llegará a ti en las siguientes palabras: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mat. 25:23).
¡Atrévete a ver tu trabajo no como una carga, sino como una fuente inagotable de crecimiento personal!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado 

DAR CON ALEGRÍA

Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría (2 Corintios 9:7).

¡Qué fácil es recibir! ¡Qué agradable es aceptar regalos! Aunque de vez en cuando se ven por ahí jóvenes que tienen problemas hasta para recibir regalos, ¿no crees?
Lo difícil es dar. Sobre todo, dar cuando no esperas recibir nada a cambio. ¿Pero qué puede dar un joven si no tiene dinero? En realidad, los jóvenes representan un poder muy grande en la sociedad. Solo es cuestión de que se organicen y pongan manos a la obra.
Durante el año 2011, una fuerte sequía se cernió sobre los estados del norte de México.
Para principios de 2012 la situación era desesperante para los agricultores y sus familias, quienes clamaron para que el gobierno los ayudara. Sin embargo, la peor parte la llevaron los pueblos indígenas que habitan las zonas más recónditas de esos lugares, como los rarámuris, en la sierra de Chihuahua. En realidad, hasta entonces había mucha gente que no sabía de su existencia, pero gracias a algunos reportajes de los noticieros de televisión, su difícil situación se hizo evidente. La sociedad empezó a enviar ayuda a estas comunidades.
Lo interesante fue lo ocurrido en el corazón de una niña, Marifer, de solo siete años, alumna del Centro Akela, ubicado en Atizapán de Zaragoza, una provincia del centro del país. La pequeña se propuso reunir diez toneladas de ayuda humanitaria para los rarámuris. Al principio, sus compañeros y maestros sonrieron ante los nobles deseos de la niña, pero ella no cejó en su interés por alcanzar su objetivo. Poco a poco, sus compañeros empezaron a reunir provisiones. Luego se unieron los vecinos de la escuela, así como algunas autoridades del gobierno. La perseverancia de la niña contagió a miles de personas que lograron reunir más de diez toneladas de víveres para las comunidades indígenas del norte de México.
Cuando el convoy se dirigía a entregar la ayuda humanitaria, Marifer dijo: “Vamos por la aventura, por conocer y tomar conciencia, ser más sensibles, ayudar, creo que será una buena experiencia”.
¡Vaya palabras para una niña! Efectivamente, dar a los más necesitados te hace más sensible y más humano. Representa una experiencia única que te marca para el resto de tu vida. Te recuerda que puedes ser distribuidor de las bendiciones del cielo para el resto del mundo.
No dejes pasar la oportunidad de dar a los más necesitados. Organízate con tus amigos. Te aseguro que la experiencia será inolvidable.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

UN EJEMPLO DE PERDÓN

Yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón. Génesis 50:21.

Los hijos de Jacob volvieron a su padre con la grata noticia: “José vive aún, y él es señor en toda la tierra de Egipto” (Gén. 45:26). Al principio, el anciano se sintió abrumado. No podía creer lo que oía. Pero, al ver la larga caravana de carros y animales cargados, y a Benjamín otra vez con él, se convenció y, en la plenitud de su regocijo, exclamó: “Basta; José mi hijo vive todavía: iré, y le veré antes que yo muera” (vers. 28). Quedaba otro acto de humillación para los diez hermanos. Confesaron a su padre el engaño y la crueldad que durante tantos años habían amargado la vida de él y la de ellos. Jacob no los había creído capaces de tan vil pecado, pero vio que todo había sido dirigido para bien, y perdonó y bendijo a sus descarriados hijos…
En una visión nocturna, recibió la divina Palabra: “No temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos” (Gén. 46:3, 4).
El encuentro entre José y su padre fue muy afectuoso. José saltó de su carro y corrió a dar la bienvenida a su padre; lo abrazó y lloraron el uno sobre el otro.
“Entonces Israel dijo a José: Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro, y sé que aún vives” (Gén. 46:30)…
Los últimos años de Jacob fueron más pacíficos. Sus hijos se habían arrepentido de sus malos caminos; José le había sido devuelto; y estaba rodeado de todas las comodidades que el primer ministro de Egipto podía dispensar. Y feliz en la compañía de su hijo por tanto tiempo perdido, descendió quieta y apaciblemente al sepulcro.
Poco tiempo antes de su muerte, sus hijos se reunieron alrededor de su lecho de muerte. Ahora, mientras sus hijos esperaban su última bendición, el Espíritu de la inspiración se posó sobre él y declaró ante ellos sus vidas pasadas, y también pronunció profecías de largo alcance futuro…
Jacob había sido un padre afectuoso. No albergaba resentimientos hacia sus hijos tristes. Los había perdonado. Los amó hasta el fin. Pero Dios, por el Espíritu de la profecía, elevó la mente de Jacob por encima de sus sensaciones.
En sus últimas horas, los ángeles lo rodeaban, y el poder de Dios reposaba sobre él -Signs of the Times, 5 de febrero de 1880.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White