Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados (Salmo 32: 1).
El espíritu santo es nuestro ayudador para convencernos de que hemos pecado y que necesitamos perdón. En el mundo actual es tan fácil que pensemos que estamos bien, que no hay nada de qué preocuparnos y mucho menos de qué arrepentimos, ya que nos hemos acostumbrado a convivir con el pecado y las cosas que antes nos parecían pecaminosas ahora las aceptamos y las toleramos. Es por eso que es muy importante que le pidamos al Espíritu Santo que no nos deje tranquilas; que sacuda nuestras conciencias, nos renueve y nos haga conscientes de nuestras faltas y la necesidad que tenemos de humillarnos y pedir a Dios. A algunas de nosotras el Señor nos ha dado el privilegio de ser madres para que podamos comprender un poco mejor el tema del perdón. Los hijos muchas veces se tropiezan y caen, cometen errores y nos entristecen, pero las madres los seguimos queriendo, los perdonamos por el amor que les tenemos y, en oración, los ponemos en las manos de Dios para que él los ayude y los guíe. Cuando nuestro corazón se doblega y derramamos lágrimas por nuestros hijos, yo medito y pienso que nuestro Padre celestial nos tiene mucha paciencia, pues a pesar de que muchas veces le fallamos, él nos busca y derrama lágrimas por nosotros. Nuestro Dios nos llama a acercarnos a sus pies y contemplar todo lo que él ha hecho por nosotras para que seamos salvas; además, nos otorga el oasis del perdón para que en nuestro camino por esta tierra, que es como un desierto, dejemos nuestras cargas a sus pies y confesemos nuestros pecados. El camino a Canaán está lleno de problemas y dificultades entre los seres humanos. Pero el perdón es un remedio efectivo para nuestras dificultades interpersonales. Hoy te invito a disfrutar del gozo de recibir el perdón y de perdonar a los demás.
El espíritu santo es nuestro ayudador para convencernos de que hemos pecado y que necesitamos perdón. En el mundo actual es tan fácil que pensemos que estamos bien, que no hay nada de qué preocuparnos y mucho menos de qué arrepentimos, ya que nos hemos acostumbrado a convivir con el pecado y las cosas que antes nos parecían pecaminosas ahora las aceptamos y las toleramos. Es por eso que es muy importante que le pidamos al Espíritu Santo que no nos deje tranquilas; que sacuda nuestras conciencias, nos renueve y nos haga conscientes de nuestras faltas y la necesidad que tenemos de humillarnos y pedir a Dios. A algunas de nosotras el Señor nos ha dado el privilegio de ser madres para que podamos comprender un poco mejor el tema del perdón. Los hijos muchas veces se tropiezan y caen, cometen errores y nos entristecen, pero las madres los seguimos queriendo, los perdonamos por el amor que les tenemos y, en oración, los ponemos en las manos de Dios para que él los ayude y los guíe. Cuando nuestro corazón se doblega y derramamos lágrimas por nuestros hijos, yo medito y pienso que nuestro Padre celestial nos tiene mucha paciencia, pues a pesar de que muchas veces le fallamos, él nos busca y derrama lágrimas por nosotros. Nuestro Dios nos llama a acercarnos a sus pies y contemplar todo lo que él ha hecho por nosotras para que seamos salvas; además, nos otorga el oasis del perdón para que en nuestro camino por esta tierra, que es como un desierto, dejemos nuestras cargas a sus pies y confesemos nuestros pecados. El camino a Canaán está lleno de problemas y dificultades entre los seres humanos. Pero el perdón es un remedio efectivo para nuestras dificultades interpersonales. Hoy te invito a disfrutar del gozo de recibir el perdón y de perdonar a los demás.
Alba de Collins
Tomado de Manifestaciones de su amor.
Tomado de Manifestaciones de su amor.