Lugar: Carolina de Norte, EE. UU.
Palabra de Dios: Filipenses 2:14,15.
Acababa de acomodarme en mi asiento cuando oí una conmoción en el pasillo. Levantando la vista, vi a una mujer, de mediana edad, corriendo por el avión. Se detuvo unas dos hileras delante de mí y, con el ceño fruncido, fulminó con la mirada al hombre que estaba allí sentado.
-Está en mi asiento -lo acusó en voz alta.
Todo el mundo dentro del avión se quedó en silencio.
La mujer se sentó resoplando, sin siquiera agradecer al hombre, que se cambió de asiento. Murmuró algo por lo bajo, acerca de cuan incompetentes eran algunas personas y cuan cansada estaba ella de viajar. Me retorcí, incómoda, en el asiento. El aire se sentía tenso.
Luego, otro pasajero entró casi corriendo en el avión y se dirigió hacia el fondo, observando los números de asientos mientras pasaba.
-Discúlpeme -oí que le decía el hombre a otro pasajero-. Creo que está usted en mi asiento.
"¡Oh, no; no de nuevo!" pensé, preparándome para otra descarga de palabras mordaces, quejas y murmuraciones. En lugar de ello, me sorprendió gratamente lo que escuché a continuación.
-Le diré lo siguiente -dijo él-: me sentaré aquí, detrás de usted; quizás este asiento no esté ocupado. Pero, si se ocupan todos los asientos, tendremos que decidirlo jugando a piedra, papel o tijera.
Los dos hombres se rieron. Yo me uní a ellos, al igual que todos los que estaban a corta distancia. La atmósfera se había vuelto cordial y agradable una vez más.
Mientras me reclinaba en el asiento, lista para disfrutar del vuelo, me di cuenta de cómo la actitud, las palabras y las acciones de una persona pueden tener una gran influencia sobre todos los que están alrededor. Y pensé que es por eso que la Biblia dice: "Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento". Nuestra actitud puede marcar una diferencia en nuestro entorno.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson
Palabra de Dios: Filipenses 2:14,15.
Acababa de acomodarme en mi asiento cuando oí una conmoción en el pasillo. Levantando la vista, vi a una mujer, de mediana edad, corriendo por el avión. Se detuvo unas dos hileras delante de mí y, con el ceño fruncido, fulminó con la mirada al hombre que estaba allí sentado.
-Está en mi asiento -lo acusó en voz alta.
Todo el mundo dentro del avión se quedó en silencio.
La mujer se sentó resoplando, sin siquiera agradecer al hombre, que se cambió de asiento. Murmuró algo por lo bajo, acerca de cuan incompetentes eran algunas personas y cuan cansada estaba ella de viajar. Me retorcí, incómoda, en el asiento. El aire se sentía tenso.
Luego, otro pasajero entró casi corriendo en el avión y se dirigió hacia el fondo, observando los números de asientos mientras pasaba.
-Discúlpeme -oí que le decía el hombre a otro pasajero-. Creo que está usted en mi asiento.
"¡Oh, no; no de nuevo!" pensé, preparándome para otra descarga de palabras mordaces, quejas y murmuraciones. En lugar de ello, me sorprendió gratamente lo que escuché a continuación.
-Le diré lo siguiente -dijo él-: me sentaré aquí, detrás de usted; quizás este asiento no esté ocupado. Pero, si se ocupan todos los asientos, tendremos que decidirlo jugando a piedra, papel o tijera.
Los dos hombres se rieron. Yo me uní a ellos, al igual que todos los que estaban a corta distancia. La atmósfera se había vuelto cordial y agradable una vez más.
Mientras me reclinaba en el asiento, lista para disfrutar del vuelo, me di cuenta de cómo la actitud, las palabras y las acciones de una persona pueden tener una gran influencia sobre todos los que están alrededor. Y pensé que es por eso que la Biblia dice: "Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento". Nuestra actitud puede marcar una diferencia en nuestro entorno.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson