Más jehová cargo en el pecado de todos nosotros. (Isaías 53:6).
Cuando Adán y Eva pecaron, se escondieron e intentaron encubrir su falta con métodos humanos. Pero Dios, aunque ama mucho al pecador, no puede convivir con el pecado. Las consecuencias que la pareja tuvo que afrontar no aparecieron tras encontrarse con Dios, sino en el mismo momento de su desobediencia. Las consecuencias de los actos de aquella niña tentada por el mágico sabor de unos deliciosos bombones tampoco llegaron al día siguiente, sino en el mismo momento en que cedió a la tentación.
«Cuando mi mamá fue a despertarme por la mañana, descubrió de inmediato mis andanzas de la noche anterior. Al verme completamente descubierta, no tuve más que admitir lo que había hecho, pero eso no fue lo peor. El sofá nuevo que papá le había regalado a mamá por el día de !a madre estaba totalmente arruinado. Mi madre tome un estropajo y con solo una mirada entendí que debía trabajar duro para arreglar lo que había hecho. Pero, por más que frote, la mancha no desaparecía. Entonces mi madre me sentó en sus piernas y me dijo: "Hija, hay acciones en la vida que se horran, pero hay otras cuyas consecuencias duran para siempre.»
Acto seguido, tomo aquel estropajo, lo adorno con cintas y lazos y lo coloco en un lugar visible, para que yo nunca olvidara lo sucedido. Cuando crecí decidí conservarlo, para trasmitirles a mis hijos lo que sabiamente mi madre me enseñó en aquella ocasión. Quiero que tu lambien recuerdes que el pecado es como una mancha que no podemos borrar.
Cuando caigas presa de la tentación y el pecado quiera aplastarte, no encubras tu iniquidad. Arregla las cosas con tus semejantes y declárale a Dios lo que has hecho, porque solo puedes limpiar tu mancha a través de su sangre redentora.
Cuando tus hijos flaqueen y sufran las consecuencias de sus actos, no los libres de ellas, al contrario, ensénales a ir a Dios. El también tiene una historia que contar. Pero no es una historia de soluciones humanas, sujetas a derrotas y frustraciones. Es una historia victoriosa: el cargo nuestros pecados para limpiar nuestras manchas.
La sangre de Cristo blanquea toda mancha.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Cuando Adán y Eva pecaron, se escondieron e intentaron encubrir su falta con métodos humanos. Pero Dios, aunque ama mucho al pecador, no puede convivir con el pecado. Las consecuencias que la pareja tuvo que afrontar no aparecieron tras encontrarse con Dios, sino en el mismo momento de su desobediencia. Las consecuencias de los actos de aquella niña tentada por el mágico sabor de unos deliciosos bombones tampoco llegaron al día siguiente, sino en el mismo momento en que cedió a la tentación.
«Cuando mi mamá fue a despertarme por la mañana, descubrió de inmediato mis andanzas de la noche anterior. Al verme completamente descubierta, no tuve más que admitir lo que había hecho, pero eso no fue lo peor. El sofá nuevo que papá le había regalado a mamá por el día de !a madre estaba totalmente arruinado. Mi madre tome un estropajo y con solo una mirada entendí que debía trabajar duro para arreglar lo que había hecho. Pero, por más que frote, la mancha no desaparecía. Entonces mi madre me sentó en sus piernas y me dijo: "Hija, hay acciones en la vida que se horran, pero hay otras cuyas consecuencias duran para siempre.»
Acto seguido, tomo aquel estropajo, lo adorno con cintas y lazos y lo coloco en un lugar visible, para que yo nunca olvidara lo sucedido. Cuando crecí decidí conservarlo, para trasmitirles a mis hijos lo que sabiamente mi madre me enseñó en aquella ocasión. Quiero que tu lambien recuerdes que el pecado es como una mancha que no podemos borrar.
Cuando caigas presa de la tentación y el pecado quiera aplastarte, no encubras tu iniquidad. Arregla las cosas con tus semejantes y declárale a Dios lo que has hecho, porque solo puedes limpiar tu mancha a través de su sangre redentora.
Cuando tus hijos flaqueen y sufran las consecuencias de sus actos, no los libres de ellas, al contrario, ensénales a ir a Dios. El también tiene una historia que contar. Pero no es una historia de soluciones humanas, sujetas a derrotas y frustraciones. Es una historia victoriosa: el cargo nuestros pecados para limpiar nuestras manchas.
La sangre de Cristo blanquea toda mancha.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera