«Dicho esto, mientras ellos lo estaban mirando, Jesús fue levantado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver» (Hechos 1:9).
Recuerdo una vez que andaba de excursión por las montañas Adirondack en el estado de Nueva York, en Estados Unidos. Era un día frío y húmedo, y mis amigos Dave. Debbie y yo ya estábamos cansados, pero faltaba poco para llegar a la cima de la montaña que estábamos subiendo. Finalmente llegamos a la cima, y nos quedamos boquiabiertos con la vista que podía disfrutarse desde allí. Entre la montaña en la que estábamos y la siguiente montaña había un estrecho valle, y en medio de este una angosta línea de nubes. ¡Estábamos más arriba de las nubes!
De repente, escuchamos un estruendo a la distancia y cuando levantamos la mirada, vimos dos aviones de combate de la Fuerza Aérea que venían directos hacia nosotros. En cuestión de segundos se lanzaron en picada, volaron hacia las nubes y se perdieron en la distancia. ¡Fue muy emocionante!
Hubo un instante en que los aviones se metieron entre las nubes y no pudimos verlos. A pesar de que las nubes están hechas de agua, estas lograron esconderlos de nuestra vista. El pecado puede ser así.
Puede lucir divertido, pero esconde a Jesús de nuestra vista. No permitas que las «nubes» del pecado te impidan ver a Jesús. Mantente en cielos despejados y fija tu mirada en él.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush