No pretendo haberla ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y entendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13,14).
Cuenta una antigua leyenda que en una selva vivían tres leones muy fuertes. Un día, el mono, que había sido elegido rey por los mismos animales, convocó una reunión para decidir quién de los tres leones seria su sucesor. Tras mucho deliberar, decidieron que el que fuera capaz de escalar la montaña más alta sería coronado rey.
Los tres leones aceptaron el reto y emprendieron la marcha con muchas energías, pero no obtuvieron éxito en su empresa, y bajaron derrotados. Siendo que no podían elegir al nuevo rey, los animales pidieron ayuda a un águila. «Yo sé quién debe, ser el nuevo rey -dijo el ave—. Mientras acompañaba en mi vuelo a los leones, escuché lo que decían. Los dos primeros dijeron: "¡Montaña, me has vencido!", pero el tercero dijo: "¡Aunque me has vencido, solo es por ahora! Tú has llegado al límite de tu tamaño, pero yo todavía estoy creciendo"».
En medio de las dificultades, el tercer león supo mirar hacia arriba y encontrar esperanza en la victoria que vislumbraba. Como mujeres cristianas a veces nos sentimos derrotadas por las enormes montañas que a diario se presentan ante nosotras y que debemos vencer. Tenemos grandes retos en la enseñanza de nuestros hijos, en las tareas del hogar, en los estudios, en el trabajo, en la conservación de la familia y en la gestión de las emociones.
Hoy te invito a que repitas las palabras de este sabio león, que revelan el secreto del éxito. Allá en el cielo está Jesús, quien nos ayuda a crecer diariamente. Puede ser que no alcances aún la montaña que te has propuesto escalar, pero como el apóstol Pablo puedes aprender a olvidar el pasado, las derrotas que ponen freno a tu presente y a tu futuro. Extiéndete hacia lo que está delante, prosigue hacia la meta. Tienes un objetivo que alcanzar, un premio que recibir. Corre, no te detengas. Sigue creciendo.
El que pone sus ojos en la meta, recibe el poder divino para obtener el premio.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Cuenta una antigua leyenda que en una selva vivían tres leones muy fuertes. Un día, el mono, que había sido elegido rey por los mismos animales, convocó una reunión para decidir quién de los tres leones seria su sucesor. Tras mucho deliberar, decidieron que el que fuera capaz de escalar la montaña más alta sería coronado rey.
Los tres leones aceptaron el reto y emprendieron la marcha con muchas energías, pero no obtuvieron éxito en su empresa, y bajaron derrotados. Siendo que no podían elegir al nuevo rey, los animales pidieron ayuda a un águila. «Yo sé quién debe, ser el nuevo rey -dijo el ave—. Mientras acompañaba en mi vuelo a los leones, escuché lo que decían. Los dos primeros dijeron: "¡Montaña, me has vencido!", pero el tercero dijo: "¡Aunque me has vencido, solo es por ahora! Tú has llegado al límite de tu tamaño, pero yo todavía estoy creciendo"».
En medio de las dificultades, el tercer león supo mirar hacia arriba y encontrar esperanza en la victoria que vislumbraba. Como mujeres cristianas a veces nos sentimos derrotadas por las enormes montañas que a diario se presentan ante nosotras y que debemos vencer. Tenemos grandes retos en la enseñanza de nuestros hijos, en las tareas del hogar, en los estudios, en el trabajo, en la conservación de la familia y en la gestión de las emociones.
Hoy te invito a que repitas las palabras de este sabio león, que revelan el secreto del éxito. Allá en el cielo está Jesús, quien nos ayuda a crecer diariamente. Puede ser que no alcances aún la montaña que te has propuesto escalar, pero como el apóstol Pablo puedes aprender a olvidar el pasado, las derrotas que ponen freno a tu presente y a tu futuro. Extiéndete hacia lo que está delante, prosigue hacia la meta. Tienes un objetivo que alcanzar, un premio que recibir. Corre, no te detengas. Sigue creciendo.
El que pone sus ojos en la meta, recibe el poder divino para obtener el premio.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera