Lugar: Tennessee, EE.UU.
Palabra de Dios: Filipenses 4:6,7
Recuerdo un día de escuela, en el que me sentí especialmente estresada.
-Hey, ¿cómo estás? -me preguntó mi amigo Natán, mientras se sentaba a mi lado.
Mirándolo, le sonreí a medias.
-Estoy bien, solo cansada. Tengo tanto que hacer... Tengo que leer veinte páginas para la clase de Historia, treinta y tantas para la clase de Lengua; y, además, se supone que tengo que elegir un tema para hacer una investigación. No tengo idea de sobre qué puedo escribir. ¿Alguna sugerencia?
-Sí: ¿por qué no oras acerca de todo esto? Puedes pedirle a Dios que te ayude.
-Ya lo hice -murmuré.
-Pero ¿pediste a Dios que te ayude a elegir un terna para tu investigación?
Un poco sorprendida, sacudí la cabeza. Yo oraba todas las mañanas pidiendo a Dios que esté conmigo. Y oraba antes de todas las pruebas, pidiéndole ayuda para recordar las cosas que había estudiado. Pero, elegir un tema de investigación me parecía tan insignificante que no había pensado en orar por ello.
La sencilla pregunta de Natán me hizo detenerme y darme cuenta de que a Dios le interesaban los pequeños detalles de mi vida. Después de nuestra conversación, todavía tenía que elegir un tema de investigación y todavía tenía que leer un montón de páginas; y tenía toneladas de tareas para hacer. Pero, no me sentía cansada y estresada.
¿Por qué? Porque, como Natán me lo había recordado, sabía que Dios me ayudaría. Nada es demasiado pequeño o insignificante como para no llevarlo a Dios en oración. La Biblia dice: "No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús". ¿No es maravilloso? Así que, habla con Dios, y quédate tranquilo.
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson