¿Qué tienes en la mano?», preguntó el Señor. «Una vara», respondió Moisés. Éxodo 4:2.
Una vara no era un arma para sentirse poderoso para la tremenda tarea que le asignaba Dios. Nadie más que Moisés conocía los ejércitos del país más poderoso de la tierra en aquella época. Al parecer el milagro que Dios hizo con la vara, al convertirla en serpiente y luego en vara de nuevo, no persuadió a Moisés, porque siguió con su argumento desfavorablemente sobre la comisión que Dios le daba.
Moisés se dio cuenta de que con un pedazo de madera no iba a conseguir nada. Tal vez su discurso sí podría persuadir a Faraón o lograr la adhesión de todo el ejército, pero él conocía sus debilidades, por eso le dijo a Dios: «Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar» (Éxodo 4: 10). Estás muy relacionado con esta historia y conoces los portentosos milagros que Dios operó a través de aquella vara.
¿Puedes imaginarte la cara que pusieron Moisés y su hermano Aarón, cuando la vara tocó las aguas de Egipto y se convirtieron en sangre? ¿Recuerdas también cuando Moisés alzó la vara y se dividieron las aguas del Mar Rojo? La vara no era un instrumento para la guerra, pero en las manos de Dios se convirtió en un arma letal para Egipto y una poderosísima arma de defensa para su pueblo.
Frecuentemente llegan a las instituciones educativas adventistas, jóvenes que responden al ideal que Dios tiene para sus hijos. Buscan una preparación profesional de «altos vuelos». Una vez me dijo un joven: «Sé utilizar el machete y trabajar con él todo el día si es necesario». ¡Y valla que le hizo frente al desafío, para obtener un estudio universitario! Ahora es un profesional, que se abrió paso en la vida académica con la fuerza de sus manos, trabajo en el campo, en la finca. ¿Qué tienes en tus manos para servirle a Dios? Él hará grandes milagros en tu vida, si pones lo que tienes a su servicio.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna
Una vara no era un arma para sentirse poderoso para la tremenda tarea que le asignaba Dios. Nadie más que Moisés conocía los ejércitos del país más poderoso de la tierra en aquella época. Al parecer el milagro que Dios hizo con la vara, al convertirla en serpiente y luego en vara de nuevo, no persuadió a Moisés, porque siguió con su argumento desfavorablemente sobre la comisión que Dios le daba.
Moisés se dio cuenta de que con un pedazo de madera no iba a conseguir nada. Tal vez su discurso sí podría persuadir a Faraón o lograr la adhesión de todo el ejército, pero él conocía sus debilidades, por eso le dijo a Dios: «Francamente, me cuesta mucho trabajo hablar» (Éxodo 4: 10). Estás muy relacionado con esta historia y conoces los portentosos milagros que Dios operó a través de aquella vara.
¿Puedes imaginarte la cara que pusieron Moisés y su hermano Aarón, cuando la vara tocó las aguas de Egipto y se convirtieron en sangre? ¿Recuerdas también cuando Moisés alzó la vara y se dividieron las aguas del Mar Rojo? La vara no era un instrumento para la guerra, pero en las manos de Dios se convirtió en un arma letal para Egipto y una poderosísima arma de defensa para su pueblo.
Frecuentemente llegan a las instituciones educativas adventistas, jóvenes que responden al ideal que Dios tiene para sus hijos. Buscan una preparación profesional de «altos vuelos». Una vez me dijo un joven: «Sé utilizar el machete y trabajar con él todo el día si es necesario». ¡Y valla que le hizo frente al desafío, para obtener un estudio universitario! Ahora es un profesional, que se abrió paso en la vida académica con la fuerza de sus manos, trabajo en el campo, en la finca. ¿Qué tienes en tus manos para servirle a Dios? Él hará grandes milagros en tu vida, si pones lo que tienes a su servicio.
«Dios aceptará a los jóvenes con sus talentos y su caudal de afecto si quieren consagrarse a él». MJ 168.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna