Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da (Éxodo 20:12).
Mientras revisaba mi correo electrónico, encontré un mensaje de un querido amigo. No hablamos muy a menudo, pero yo le había enviado un forward de cómo los hijos deben responder a las necesidades de sus padres ancianos. Algunas sugerencias incluían mostrar paciencia al escuchar historias repetidas y al esperar una oración completa, cuando es difícil para ellos recordar algo. Mi amigo me respondió contándome cuan oportuno y valioso había sido ese e-mail, porque recientemente había comenzado a cuidar de su madre anciana; se había convertido en una carga, especialmente porque necesitaba cuidado permanente. Estaba desesperado, y consideraba la idea de buscar cuidados alternativos.
Cuidar de nuestros padres ancianos es difícil algunas veces; y a menudo es cansador. Se necesita mucho amor, amabilidad, compasión y paciencia. Y quienes tienen estas características demuestran el amor de Cristo, porque es únicamente por medio de él que se demuestran estas virtudes. Nuestros padres realizaron muchos sacrificios en favor de nosotros. Parece que nos falla la memoria cuando tratamos de recordar los actos desinteresados que realizaron cuando éramos pequeños y durante aquellos años difíciles de la adolescencia. Olvidamos las palabras duras que pudimos haberles dicho cuando nos disciplinaban. El perdón no era una opción; ellos continuaban amándonos y estaban resueltos a conducirnos por el sendero angosto.
¡Qué privilegiadas somos cuando Dios permite que cuidemos amorosamente de nuestros padres ancianos! El nos ordenó, en los Mandamientos, que los honremos y nos hagamos cargo de ellos. No hacerlo sería deshonrar a Dios.
Mi madre tiene 93 años de edad ¡y es un encanto! Nunca se pierde la oportunidad de compartir el amor de Dios con quienes conoce. Cuando no está trabajando en el jardín pasa la mayor parte de su tiempo leyendo las Escrituras y desarrollando su vida espiritual. Mi hermana y yo la atendemos con amor, y siempre nos da las gracias. Tal vez escuchar la misma historia se vuelva monótono, no obstante, sé que es un tiempo precioso.
Honra a tu padre y a tu madre, porque tu recompensa excederá grandemente cualquier otra cosa que puedas hacer.
Mientras revisaba mi correo electrónico, encontré un mensaje de un querido amigo. No hablamos muy a menudo, pero yo le había enviado un forward de cómo los hijos deben responder a las necesidades de sus padres ancianos. Algunas sugerencias incluían mostrar paciencia al escuchar historias repetidas y al esperar una oración completa, cuando es difícil para ellos recordar algo. Mi amigo me respondió contándome cuan oportuno y valioso había sido ese e-mail, porque recientemente había comenzado a cuidar de su madre anciana; se había convertido en una carga, especialmente porque necesitaba cuidado permanente. Estaba desesperado, y consideraba la idea de buscar cuidados alternativos.
Cuidar de nuestros padres ancianos es difícil algunas veces; y a menudo es cansador. Se necesita mucho amor, amabilidad, compasión y paciencia. Y quienes tienen estas características demuestran el amor de Cristo, porque es únicamente por medio de él que se demuestran estas virtudes. Nuestros padres realizaron muchos sacrificios en favor de nosotros. Parece que nos falla la memoria cuando tratamos de recordar los actos desinteresados que realizaron cuando éramos pequeños y durante aquellos años difíciles de la adolescencia. Olvidamos las palabras duras que pudimos haberles dicho cuando nos disciplinaban. El perdón no era una opción; ellos continuaban amándonos y estaban resueltos a conducirnos por el sendero angosto.
¡Qué privilegiadas somos cuando Dios permite que cuidemos amorosamente de nuestros padres ancianos! El nos ordenó, en los Mandamientos, que los honremos y nos hagamos cargo de ellos. No hacerlo sería deshonrar a Dios.
Mi madre tiene 93 años de edad ¡y es un encanto! Nunca se pierde la oportunidad de compartir el amor de Dios con quienes conoce. Cuando no está trabajando en el jardín pasa la mayor parte de su tiempo leyendo las Escrituras y desarrollando su vida espiritual. Mi hermana y yo la atendemos con amor, y siempre nos da las gracias. Tal vez escuchar la misma historia se vuelva monótono, no obstante, sé que es un tiempo precioso.
Honra a tu padre y a tu madre, porque tu recompensa excederá grandemente cualquier otra cosa que puedas hacer.
Sylvia Giles Bennett
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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Autora: Ardis Dick Stenbkken