Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca y la calafatearás con brea por dentro y por fuera. (Génesis 6:14)
Sin duda el arca era una maravilla de la ingeniería náutica de su tiempo. Su construcción constituía todo un reto para Noé y su familia, aunque probablemente la mayor dificultad fuera tener que vivir durante tantos años manteniendo una fe incluso más grande que la propia arca.
Al principio todo era relativamente fácil: Dios había hablado, y eso ahuyentaba cualquier duda. La noticia, aunque absurda, era impactante. Pero con el correr de los días, meses y años, cada martillazo iba aumentando la duda. ¿Había hablado Dios realmente, o era lodo fruto de la imaginación de un hombre preocupado por la maldad? Quizás Noé solo deseaba atraer a la gente al Dios verdadero, o tal vez se había equivocado y no había sido más que un sueño. Lo cierto es que tanto para Noé como para su familia el conflicto entre la fe y la razón era duro.
La pluma inspirada nos dice: «Durante ciento veinte años Noé proclamó el mensaje de amonestación al mundo antediluviano; pero solo unos pocos se arrepintieron. Algunos de los carpinteros que empleó para la construcción del arca creyeron el mensaje, pero murieron antes del diluvio; otros de los conversos de Noé apostataron» (Ms 65, 1906).
Cada árbol talado, cada tabla aserrada, cada martillazo, eran una campaña de evangelización. Dios mismo podría haber construido el arca en un instante, pero la misericordia divina, una vez más, ponía de manifiesto el principio de su existencia: el amor. La oportunidad que tuvieron los antediluvianos es la misma que hoy tiene la raza humana. ¿Qué cosas impidieron que aquellas personas se salvaran? ¿El trabajo, las fiestas, la incredulidad? A mí me parece que el mayor obstáculo era que el diluvio truncaba sus planes de futuro.
¿Trunca tus planes la venida de Jesús? Paradójicamente los planes de futuro que impidieron la entrada de la mayoría en el arca fueron los que los dejaron sin futuro. Planifica tu vida como si Cristo tardara en venir, pero prepárate como si su venida fuera hoy «porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis» (Mal. 24: 44).
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Sin duda el arca era una maravilla de la ingeniería náutica de su tiempo. Su construcción constituía todo un reto para Noé y su familia, aunque probablemente la mayor dificultad fuera tener que vivir durante tantos años manteniendo una fe incluso más grande que la propia arca.
Al principio todo era relativamente fácil: Dios había hablado, y eso ahuyentaba cualquier duda. La noticia, aunque absurda, era impactante. Pero con el correr de los días, meses y años, cada martillazo iba aumentando la duda. ¿Había hablado Dios realmente, o era lodo fruto de la imaginación de un hombre preocupado por la maldad? Quizás Noé solo deseaba atraer a la gente al Dios verdadero, o tal vez se había equivocado y no había sido más que un sueño. Lo cierto es que tanto para Noé como para su familia el conflicto entre la fe y la razón era duro.
La pluma inspirada nos dice: «Durante ciento veinte años Noé proclamó el mensaje de amonestación al mundo antediluviano; pero solo unos pocos se arrepintieron. Algunos de los carpinteros que empleó para la construcción del arca creyeron el mensaje, pero murieron antes del diluvio; otros de los conversos de Noé apostataron» (Ms 65, 1906).
Cada árbol talado, cada tabla aserrada, cada martillazo, eran una campaña de evangelización. Dios mismo podría haber construido el arca en un instante, pero la misericordia divina, una vez más, ponía de manifiesto el principio de su existencia: el amor. La oportunidad que tuvieron los antediluvianos es la misma que hoy tiene la raza humana. ¿Qué cosas impidieron que aquellas personas se salvaran? ¿El trabajo, las fiestas, la incredulidad? A mí me parece que el mayor obstáculo era que el diluvio truncaba sus planes de futuro.
¿Trunca tus planes la venida de Jesús? Paradójicamente los planes de futuro que impidieron la entrada de la mayoría en el arca fueron los que los dejaron sin futuro. Planifica tu vida como si Cristo tardara en venir, pero prepárate como si su venida fuera hoy «porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis» (Mal. 24: 44).
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera