«Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente» (Génesis 2: 7).
¡Detente un momento! ¿Hay algo que estés haciendo ahora mismo para lo que ni siquiera tengas que pensar? Vamos, ¡responde rápido! ¿Has dicho respirar? ¡Tienes razón! Respirar es lo que llamamos una «acción involuntaria». Eso significa que tu mente le ordena a tus pulmones que respiren sin que ni siquiera te des cuenta de ello.
Funciona de la siguiente manera: cuando respiras por la nariz o por la boca, el aire pasa por un tubo que se llama tráquea. De ahí pasa a los pulmones. Cuando el aire llega a los pulmones, unos minúsculos vasos sanguíneos que hay dentro de ellos toman el oxígeno y lo llevan a todas las partes de tu cuerpo que lo necesitan. Tus músculos necesitan oxígeno para funcionar; también tu mente e incluso tu corazón.
En ocasiones no nos damos cuenta, pero nosotros necesitamos a Jesús incluso más que al aire. Sin él, no podríamos vivir eternamente en el cielo. Respiremos profundamente a Jesús este día leyendo su Palabra y conversando con él en oración.
Este año, a medida que exploremos la Biblia, ¡no olvidemos respirar profundamente en Jesús!
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush