Sandra White, una alumna del Union College, en los Estados Unidos, estaba sentada en una iglesia, escuchando un sermón sobre la parábola del banquete de bodas. Este es el banquete donde los amigos del anfitrión dan excusas muy pobres para no asistir. Finalmente, el anfitrión le dice a su siervo: «Sal de prisa por las plazas y los callejones del pueblo, y trae acá a los pobres, a los inválidos, a los cojos ya los ciegos».
El joven predicador hizo una pausa. «¿Y si Jesús se refería a eso mismo? ¿Y si realmente espera que salgamos a las calles e invitemos a los pobres a un banquete?».
Sandra se quedó pensando en eso. ¿Estaba Dios pidiéndole que hiciera algo? Como no podía sacarse esa idea de la cabeza, un día le preguntó al capellán del colegio: «¿Y si hacemos un banquete del Día de los Enamorados para los vagabundos?».
Aunque se sintió un poco abrumada por la cantidad de trabajo que implicaba organizar un banquete, Sandra comenzó a hacer planes. Invitó a personas sin techo que dormían en los albergues de la ciudad. Ellos estaban un poco desconfiados, pero ella siguió adelante. Acomodó la comida, y buscó a otros alumnos que brindarán entretenimiento musical.
¿Qué ropa llevarían puesta las personas sin techo que habían sido invitadas? Ellos solo tenían la ropa que llevaban puesta. Otros estudiantes ayudaron a Sandra a conseguir donaciones de trajes y vestidos de fiesta. Hasta encontraron para las mujeres zapatos que hacían juego.
«Dios obró un milagro», recuerda Sandra. Los vestidos donados llegaron en los colores y tamaños exactos que querían los invitados.
Alumnas voluntarias peinaron y maquillaron a las mujeres.
«¡Qué lindas estamos!», decían dos mujeres paseándose por la sala del hogar. La desconfianza inicial de los sin techo se convirtió en entusiasmo. «Para cuando llegaron allí, todos estaban riendo y abrazándose», recordó Sandra en una entrevista para el periódico de la universidad.
El banquete fue un éxito rotundo, tanto para los invitados como para los Cuarenta alumnos voluntarios que lo prepararon. «Pensé que era ridículo que Dios me pidiera esto», admitió Sandra. «Pero cuando le damos tiempo a Dios, es asombroso cómo él nos lo devuelve». Kh
«Sal de prisa por las plazas y los callejones del pueblo, y trae acá a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos» (Luc. 14:21).
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADOLESCENTES
“UNA IDEA GENIAL”
Por: Kim Peckham
Lecturas Devocionales para Adolescentes en 2020.