lunes, 10 de junio de 2013

PEGADO A TÍ

Lugar: Suiza 
Palabra de Dios: Romanos 12:9

¿Alguna vez volviste de una caminata y encontraste un montón de abrojos pegados a tu ropa? Tú los conoces: esos “pinches” que se te pegan y que hay que sacar uno por uno. Bueno, allá por 1941, George de Mestral salió a cazar con su pointer irlandés, en las montañas de Jura. Con lo que volvió a su casa fue con esos pequeños abrojos, pegados a sus pantalones de lana y, por supuesto, al pelaje de su perro.
Mientras George se quitaba los abrojos, se sorprendió al ver cuán fuertes eran. Siendo un ingeniero mecánico muy curioso, tomó uno de los abrojos y lo examinó bajo el microscopio. Descubrió que los abrojos consistían, en verdad, en centenares de pequeños ganchos. Con todos esos ganchos, no era de asombrarse que se adhirieran tan fuertemente.
Luego de estudiar la estructura de los abrojos, George trató de inventar un producto similar, que sirviera para pegar cosas. Diez años más tarde, su diseño estaba completo. Si alguna vez usaste el velcro, de allí es de dónde provino. A través de los años, la gente ha usado velero de muchas maneras, incluso para mantener las botas de los astronautas pegadas al piso, en un ambiente sin gravedad (gravedad cero).
¿Qué tienen en común el Velcro y los abrojos? Ambos fueron diseñados para pegarse bien fuerte. Eso es algo que también nosotros podemos hacer. La Biblia nos dice: “Aborrezcan el mal; aférrense al bien”. En otras palabras, sean como el velero y como los abrojos, y cuando descubran algo bueno, aférrense a ello. Piensa en los centenares de pequeños ganchos que mantienen a los abrojos en su lugar, y no te sueltes.
Y, hablando de adherirse firmemente a lo que es bueno, lo mejor que puedes hacer es aferrarte de Jesús. Quédate cerca de él hoy, y serás bendecido. Nunca te arrepentirás de aferrarte con todas tus fuerzas de él.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

AUNQUE TE SIENTAS SOLA

En su angustia clamaron al Señor, y él los libró de su aflicción. Los llevó por camino recto hasta llegar a una ciudad habitable. Salmo 107:6.

Hace algún tiempo escuché la historia de una joven que había sido víctima del abandono de su familia por haber aceptado a Cristo como su Señor y Salvador. No solo había tenido que sufrir el rechazo y el desamor de los suyos, sino que también había tenido que abandonar su hogar. ¡Una historia de fe y valor! Tuve la oportunidad de hablar con ella, y me conmovió algo que me dijo: «Estoy sola frente al mundo, pero caminando tomada de la mano de Dios».
La Biblia nos relata historias de mujeres que libraron las más intensas batallas de sus vidas cuando estaban solas. Ester salió vencedora, aunque enfrentó a todo un reino gracias al poder de Dios. Aquella joven fue una incansable testigo en medio de un pueblo pagano. Rahab fue capaz de negar sus creencias y derribar los prejuicios con el fin de convertirse en un miembro de la familia de Dios.
No es raro que, en un mundo que niega a Dios, muchas de las batallas de la vida se tengan que lidiar a solas, contando únicamente con la fuerza que emana de la fe en el Señor. Cuando nuestra lealtad a Dios es probada; cuando somos empujadas a pasar por encima de los principios de Dios con el fin de alcanzar aceptación, o cuando luchamos por mantenernos de parte de la verdad, no estamos solas. La promesa hecha a los discípulos también es hoy para nosotras: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (Mat. 28: 20).
Es la fuerza de Dios en nosotras la que nos permite decir «no» a la tentación; es su gracia la que nos hace limpias cuando nos mancha el pecado; es el amor infinito del Padre el que nos perdona y nos concede fuerzas para comenzar de nuevo.
La permanente presencia de Dios con nosotras es tan real como la nube que guiaba al pueblo de Dios en su transitar por el desierto, camino a Canaán. Asimismo como el agua que fluyó de la roca cuando la mano de Moisés, movida por la fe, la golpeó.
Si no has experimentado la presencia de Dios en tu vida, hoy puedes hacerlo. Busca el camino por donde pasará el Maestro y síguelo, esa es la senda segura.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LUX LUCET IN TENEBRIS - 2

Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyeran por lo que él decía. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz (Juan 1: 6-8).

Ayer te conté que tuve la oportunidad de visitar los valles valdenses en el norte de Italia. Después de visitar las enormes iglesias de San Pedro en Roma y la Basílica de Santa María de las Flores en Florencia, imponentes y abrumadoras con sus esculturas y lujos, y plantadas en el centro de la ciudad, fue refrescante ver las majestuosas montañas del Piamonte con sus fastuosos valles adornados con flores y árboles frutales. El templo valdense era bastante rústico, pero grande en su pureza. Sin imágenes ni otros adornos que distrajeran al adorador, la Biblia abierta reinaba en el silencio invitando a la meditación. Y es que la verdad no necesita que se le añadan adornos para ser atractiva. La verdad es atrayente en sí misma y su belleza reside tanto en su sencillez como en su pureza.
Después fuimos a una cueva donde los valdenses se refugiaban para adorar en momentos de persecución. Cuenta la historia que en esa cueva fueron descubiertos por traición y, después de tapar la salida, los soldados los asfixiaron con humo. Después de cruzar un estrecho pasaje, se entra a un salón espacioso al que se opone una pared de roca lisa, plana y alta. En la parte superior hay una hendidura por la que entra la luz del sol. Llegamos poco después del mediodía. La luz del sol caía sobre un tronco apoyado en una de las paredes. Decidí ir a explorar el lugar y me paré sobre el tronco para obtener una mejor vista del sitio, cuando mis compañeros me gritaron que no me moviera pero que me diera la vuelta. Al hacerlo, me di cuenta de que la luz iluminaba la cueva que antes había estado oscura. Debido al ángulo en que la luz del sol caía por la hendidura, esta se reflejaba poderosamente sobre mi ropa e iluminaba la cueva. En las fotografías aparezco como si estuviera bañado en luz o abrazado por el fuego. Mi camisa no era blanca sino de color castaño. Si hubiera sido blanca, habría brillado todavía más.
No somos la luz, pero cuando nos colocamos donde la luz brilla, aunque no seamos perfectos, la luz bañará nuestro ser e iluminará nuestro alrededor. Te invito a caminar en el sendero de la luz durante el día de hoy.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

JESÚS NOS AMA

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Romanos 5:8.

Me encanta hablar de Jesús y de su amor incomparable. No tengo duda del amor de Dios. Sé que él es capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que vienen a él. Su precioso amor es una realidad para mí, y no tienen efecto en mí las dudas expresadas por quienes no conocen al Señor Jesucristo... Acepte a Jesús como su Salvador personal. Vaya a él tal como está, entréguese a él, aférrese a su promesa por la fe viva, y él será para usted todo lo que usted desea...
Los que le dan a Cristo su corazón, encontrarán reposo en su amor. Tenemos una muestra de la magnitud de su amor en sus sufrimientos y su muerte... Jesús soportó tal agonía... porque se convirtió en el sustituto y garante del pecador. El mismo llevó el castigo de la ley que los pecadores merecían, de manera que ellos tuvieran... otra oportunidad para demostrar su lealtad a Dios...
Hay solo dos grupos en todo el universo: quienes creen en Cristo y cuya fe los lleva a guardar los mandamientos de Dios, y los que no creen en él y son desobedientes...
Usted tiene toda razón para creer que él puede salvarlo y que lo hará. ¿Por qué? ¿Porque usted no tiene culpa? No; porque usted es un pecador, y Jesús dice: "No he venido para llamar a justos, sino a los pecadores, al arrepentimiento" (Mat. 9:13). El llamado es para usted, y cuando Satanás le dice que no hay esperanza, dígale que sí hay. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16)...
La mano que fue clavada en la cruz por usted se extiende para salvarlo. Crea que Jesús oirá su confesión, recibirá sus pedidos, perdonará sus pecados y lo hará miembro de la familia real. Usted necesita la esperanza que Jesús le dará para alegrarlo en toda circunstancia...
Los que aceptan la verdad encontrarán que su amor por las cosas terrenales será desplazado. Ven la gloria superior de las cosas celestiales y aprecian la excelencia de aquello que se relaciona con la vida eterna. Son encantados por lo invisible y eterno. No se aferran a las cosas terrenales; fijan sus ojos con admiración en las glorias invisibles del mundo celestial. Advierten que sus pruebas consiguen para ellos un "cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2 Cor. 4:17), y en contraste con las riquezas que pueden disfrutar, las cuentan como aflicciones ligeras y momentáneas.— Review and Herald, 23 de junio de 1896.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White