jueves, 1 de agosto de 2013

EN EL JORDÁN

Lugar: Israel
Palabra de Dios: Mateo 3:14-17

El 1° de agosto de 1988 fue un día memorable para mí. Ese fue el día de mi bautismo, en el que acepté públicamente a Jesús como mi salvador. Al entrar en el agua detrás de mí papá, mire a mi alrededor y sonreí a mi mama, a mi hermano, a mi tía y a mi tío, que estaban allí para ser testigos del acontecimiento.
Apenas noté los pequeños peces que se deslizaban entre mis tobillos, o los turistas que se detenían a mirar mientras mi papá levantaba su mano y decía: «Ahora te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo»; y luego me sumergía en el agua. Fue una ocasión muy especial, y lo que la hizo más especial todavía fue que me estaba bautizando en el río Jordán, el mismo río en el que Jesús fue bautizado hace dos mil años.
El libro de Mateo registra lo que sucedió. Jesús fue al Jordán para pedir a Juan el Bautista que lo bautizara, pero «Juan trató de disuadirlo. —Yo soy el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? —objetó. —Dejémoslo así por ahora, pues nos conviene cumplir con lo que es justo —le contestó Jesús. Entonces Juan consintió. Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y el vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: ‘Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con el'»
¿Has pensado alguna vez en lo que significa ser bautizado? La Biblia lo describe como morir al pecado y volver a vivir en Jesús. Al ser bautizado, sigues sus pisadas. Si ya estás bautizado, piensa en cómo fue la experiencia; si no te bautizaste todavía, quizá quieras pensar en dar ese paso algún día.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿ERES CONSCIENTE DE LO QUE DESEAS?

Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha. Salmo 16:11

Alguien dijo: «Quien sabe a dónde va, y qué desea, llega más rápido y mejor». Por supuesto que esta aseveración la podríamos aplicar a todos los aspectos de nuestra vida.
Conocer lo que uno desea es sencillamente tener un proyecto de vida que incluya acciones concretas para el logro de metas y objetivos a largo, medio y corto plazo. Significa tener un plan de ruta de vida en el cual estarán incluidos personas, lugares, acciones y, por supuesto, lo más importante: Dios. Él le dará seguridad al caminante, y lo guiará por toda la ruta hasta llegar a la eternidad.
Nuestro mundo está lleno de gente sin metas ni objetivos en la vida. Son como vagabundos que caminan como errantes solitarios, y probablemente su andar es torpe y su existencia intrascendente. Pero ese no es el plan de Dios para nuestro paso por este mundo. La estancia terrenal es un ciclo que comienza el día de nuestro nacimiento y concluye con el sueño de la muerte. Desde la niñez hasta la senectud, pasando por la juventud y la edad adulta, la vida presenta sus propias demandas y desafíos que debemos enfrentar con la dotación de recursos físicos, mentales y emocionales que Dios nos ha dado a cada uno.
Amiga, no importa en qué etapa de la vida te encuentres, enfréntate a ella aceptando los retos con alegría y optimismo. Si tienes un trabajo bien remunerado, no trabajes únicamente por el dinero, hazlo por el placer que conlleva hacer lo que te gusta.
Si te relacionas con otras personas, acércate a ellas con sinceridad y procura aprender de ellas. No hay dos «personas iguales. Apóyate en otros para lograr tus metas y asimismo provee para el desarrollo de los demás. Haz que tu mundo sea cada día mejor y sin duda también lo será para quienes te rodean.
No pases por alto la voz de Dios, que habla a tus sentidos y a tu corazón. Cuando te sientas inspirada a realizar una tarea o algún proyecto, no te detengas, saca fuerza de tu interior y busca hacer la voluntad de Dios. «El Señor dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti»» (Sal. 32: 8).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

ENCUENTRO EN EL ESTACIONAMIENTO DE LA IGLESIA

Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero él me dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:8, 9).

Joni Eareckson Tada relata al principio de su libro A Place For Healing [Un lugar de sanación] el encuentro que en cierta ocasión tuvo en el estacionamiento de una iglesia. Joni es una escritora cristiana que quedó tetrapléjica (paralizada de las cuatro extremidades) como resultado de un accidente a la edad de 17 años. Ella ha dedicado su vida al ministerio en favor de personas discapacitadas. Joni nos cuenta cómo un joven muy ferviente, llamado David, se acercó a ella, se arrodilló al lado de su silla de ruedas, y le preguntó: “Joni, ¿estás segura de que no hay un pecado sin confesar en tu vida? Tengo la convicción de que Dios quiere sanarte”.
La respuesta de Joni estuvo llena de sabiduría. Le recordó a David la historia del paralítico que llevaron sus amigos a ver a Jesús y cómo ellos abrieron un agujero en el techo y lo bajaron hasta su presencia (lee Luc. 5:18-20). Joni le dijo que Cristo decidió curar al paralítico cuando vio la fe de sus amigos, no la del paralítico. Con gracia y la habilidad de una maestra en el arte del debate, presentó su argumento final: “¿No te parece, David, que es posible que al que le falta fe es a ti?”
La idea de que Dios quiere sanar a todos, aunque correcta, es incompleta y puede ser el origen de algunos malentendidos. Dios quiere sanar a todos, pero no es su plan sanar a todos aquí y ahora. ¿Por qué? No creo que podamos entender aquí y ahora todas las razones, pero es posible que el sufrimiento sea necesario para la salvación nuestra o de otros.
Jesús dijo que algunos tendrán que perder la mano, o el pie o el ojo para poder salvarse (Mat. 5:29, 30). En el caso de otros, es posible que su sufrimiento cumpla algún propósito relacionado con la salvación de alguien más. La falta de un milagro no es evidencia de falta de fe de nuestra parte, o de nuestros amigos.
Si Dios no ha contestado tu oración milagrosamente, no sientas rechazo. Estás en compañía de ilustres personajes como Juan el Bautista, Pablo y Jesús, a quienes Dios no rescató milagrosamente. Te invito esta mañana a que confíes incondicionalmente en él. 

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

DIOS CUMPLIÓ SUS PROMESAS

Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo. Gálatas 4:4.

Cristo vino a este mundo para revelar al Padre, para darle a la humanidad un conocimiento verdadero de Dios. Vino a manifestar el amor de Dios. Sin un conocimiento de Dios, la humanidad estaría eternamente perdida…
Aquel que hizo el mundo debe impartir vida y poder. La promesa hecha en el Edén de que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente era la promesa del Hijo de Dios, cuyo poder era el único medio para cumplir el designio de Dios e impartir su conocimiento.
Dios hizo la promesa a Abraham: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3). A Abraham se le reveló el propósito de Dios para la redención de la raza… Cristo declaró: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (Juan 8:56).
Jacob declaró: “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Gén. 49:10).
Dios habló a Moisés cara a cara, como se habla con un amigo. La luz acerca del Salvador brilló sobre él. Le dijo al pueblo: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis” (Deut. 18:15).
Los sacrificios y las ofrendas contaron la historia del Salvador venidero, quien habría de ofrecerse por los pecados del mundo. Señalaban hacia un servicio mejor que el suyo, cuando Dios sería adorado en espíritu y en verdad, y en la belleza de la santidad.
En el servicio judío se representaba la expiación demandada por la Ley quebrantada. La víctima, un cordero sin mancha o defecto, representaba al Redentor del mundo, quien es tan santo y eficiente que puede quitar el pecado del mundo. A David se le dio la promesa de que Cristo reinaría para siempre, y que su reino no tendría fin.
Los hebreos vivían con expectación, anticipando al Mesías prometido. Muchos murieron en la fe, sin haber recibido las promesas; pero habiéndolas visto de lejos, creyeron y confesaron que eran extraños y peregrinos sobre la tierra —Your´s Instructor, 13 de septiembre de 1900.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White