lunes, 21 de enero de 2013

NIÑO PREDICADOR

Lugar: México
Palabra de Dios: Jeremías 1:6-8

Cuando el señor Rodríguez abrió la puerta de su casa, se sorprendió al encontrar a un niño pequeño allí.
-Buenos días -dijo el niño-. Me llamo José, y me gustaría hablarle de Dios. Él es todopoderoso, cambió mi vida y puede cambiar la suya, también.
El niño invitó al señor Rodríguez a aceptar a Jesús y a asistir a la iglesia.
El señor Rodríguez no fue el único que escuchó a José ese día. El chico continuó avanzando por la cuadra, yendo de puerta en puerta, hablando a otros acerca de Dios y de la segunda venida de Jesús. A veces, cantaba una canción o recitaba algún versículo de la Biblia.
José no tenía miedo de ser demasiado pequeño; de hecho, comenzó a predicar pequeños sermones cuando tenía 4 años de edad. Incluso, había hablado delante del gobernador y de otros funcionarios de gobierno, en un banquete especial.
El profeta Jeremías, por otro lado, pensaba que era demasiado joven para predicar la Palabra de Dios. Cuando Dios lo llamó para que fuera profeta, Jeremías pensaba que no podía hacerlo. ¿Y si la gente no lo escuchaba o no lo tomaba en serio?
La Biblia describe cómo se preocupaba porque no sabía si tenía lo que hace falta para hablar a favor de Dios. "Yo le respondí: '¡Ah, Señor, mi Dios! ¡Soy muy joven, y no sé hablar! Pero el Señor me dijo: 'No digas: "Soy muy joven", porque vas a ir adondequiera que yo te envíe, y vas a decir todo lo que yo te ordene. No le temas a nadie, que yo estoy contigo para librarte'. Lo afirma el Señor".
Ya ves, Dios puede utilizarte, ya sea que tengas 4 años, 94 o cualquier edad que sea. No pienses nunca que eres demasiado joven para compartir el mensaje de Dios con otros. Habla a favor de Dios. Él promete estar contigo.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿QUIÉN ERES? ¿A DÓNDE VAS?

No temas, que yo te he redimido; te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Isaías 43:1.

Hace algunos años, debido a las circunstancias que imperaban en mi país, tuve que vivir un toque de queda. Nadie podía circular libremente por las calles en el horario que las autoridades habían fijado, con la finalidad de proteger a la ciudadanía.  Cuando por causa de una emergencia teníamos la necesidad de salir a la calle dentro del horario restringido, teníamos que cumplir con dos requisitos cuando nos topáramos con los responsables del orden público. Primero, había que levantar en alto un pañuelo blanco, y acto seguido, contestar sin titubear a dos preguntas: «¿Quién eres?» «¿A dónde vas?».
La voz imponente de los guardias nos urgía a contestar prontamente: «¡Identifíquese! ¡Identifíquese!» «¡Diga hacia dónde se dirige!». Si contestábamos con seguridad y prontitud, teníamos el salvoconducto para ir hasta nuestro destino y volver con seguridad. Más aún, los guardias nos escoltaban. De la respuesta a esas dos preguntas dependía nuestra vida.
Creo que como hijas de Dios deberíamos tener una respuesta pronta y convincente a estas dos preguntas. Sobre todo en un mundo en el que tantas mujeres viven sin saber quiénes son y desconocen su destino final. También porque de las respuestas que demos dependerá que obtengamos la vida eterna.
Me gustaría transmitirte un sentimiento de gozo y gratitud porque, en medio de la incertidumbre, nosotras conocemos nuestra identidad y sabemos cuál es la ruta que nos conducirá al destino final. Dios mismo nos la confirma cuando dice: «Te he llamado por tu nombre, tú eres mía. Yo estaré contigo» (ver Isa. 43:1-2). Amiga, gózate en el Señor, pues tu identidad fue determinada en la mente y el corazón de Dios, y nada ni nadie puede cambiar esa realidad.
Por otro lado, al reconocernos como hijas de Dios, también nos damos cuenta de que tenemos una encomienda sagrada que cumplir, lo que da sentido a la vida, la enriquece y la proyecta hacia cosas superiores, objetivos nobles. Esto, hasta el día memorable en que seremos trasladadas a nuestro hogar eterno.
No permitas que las preocupaciones, los fracasos y los chascos propios de la vida, le hagan perder de vista quién eres y cuál es el propósito que tiene Dios para ti. Nuestros hogares, nuestras familias y el prójimo necesitan mujeres de convicciones firmes que tengan creencias sustentadas en lo que jamás desaparece, en lo eterno, en Dios mismo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

SUEÑOS Y PERSEVERANCIA

Que te conceda lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes (Salmo 20:4).

Douglas Corrigan albergaba el profundo deseo de tener su propio avión. Después de una larga lucha, finalmente, en la década de 1930, su sueño se convirtió en realidad. Compró un avión, que en realidad solamente era un montón de chatarra, pero era lo más que Corrigan podía pagar. En respuesta a las burlas de sus amigos, les dijo que en menos de lo que cantaba un gallo convertiría aquel cúmulo de hierrajos en una máquina voladora.
Mientras arreglaba el avión, Corrigan seguía soñando con la idea de volar solo a naves del océano Atlántico, para repetir la hazaña de su ídolo Charles Lindberg.  Cuando le decían que no sabía pilotar un avión, contestó haciéndose mecánico de aviación y aprendió a volar por cuenta propia. En 1927 obtuvo la licencia de piloto de aviación recreativa y, tres años después, la licencia de piloto de transportes de carga. Finalmente, después de una larga lucha para obtener el permiso del gobierno, se le autorizó hacer solo el vuelo de 3,000 millas de Los Ángeles a Nueva York, pero no más.
Milagrosamente, el montón de chatarra voladora llegó a Nueva York después de doce horas de vuelo. Cuando los trabajadores del aeropuerto vieron descender la humeante y crujiente máquina huyeron despavoridos para salvar sus vidas. Algunos de ellos amenazaron con renunciar a su trabajo y abandonar la ciudad si se permitía a aquel esperpento despegar de nuevo. De todos modos, dos días después se le concedió el permiso para despegar e iniciar el vuelo que se convertiría en uno de los más grandes misterios de la historia de la aviación.
Los cristianos tienen que ser prudentes y sensatos. Sus deseos han de estar atemperados por la modestia y la humildad. Pero también deben tener esperanzas, sueños, deseos, planes y grandes proyectos. En lo que se refiere a la superación personal es preciso que alcancen el máximo de sus posibilidades.
¡Fíjate metas elevadas! Dios puede satisfacer los deseos de tu corazón y hacer que se realicen tus planes. Tómale la palabra a Dios. Siempre cumple sus promesas. Intenta grandes cosas y, con su ayuda, realizarás grandes proezas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL DEBER DEL MAYORDOMO

El que reparte, [que lo haga] con liberalidad. Romanos 12:8.

La liberalidad es un deber que no debe descuidarse de ninguna manera; pero ni el rico ni el pobre debe pensar por un instante que sus ofrendas a Dios pueden expiar sus defectos de carácter... El gran apóstol dice: "Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve" (1 Cor. 13:3)...
El Señor pide nuestros dones y ofrendas para cultivar un espíritu de benevolencia en nosotros. Él no depende de los medios de los hombres para sostener su causa. El declara por el profeta: "Mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados" (Sal. 50:10)...
Podría convertir a los ángeles en embajadores de su verdad. Habría podido revelar su voluntad por medio de su propia voz cuando proclamó la ley desde el Sinaí. Pero ha elegido emplear a los hombres para que hagan su obra. Y la vida puede ser una bendición para nosotros únicamente en la medida en que cumplimos el propósito divino para el cual fuimos creados. Todas las buenas dádivas que Dios hace al hombre constituirán una maldición a menos que este las emplee para hacer felices a sus semejantes y para promover la causa de Dios en el mundo.
La Majestad del cielo cedió su elevada autoridad, su gloria con el Padre y hasta su propia vida para salvarnos. Y ahora, ¿qué haremos por él? Dios prohíbe que sus hijos profesos vivan para sí mismos... Es en esta vida que él requiere que traigamos todos nuestros talentos a la mesa de los inversionistas...
No debemos percibir el diezmo como el límite de nuestra liberalidad. A los judíos se les requería traer a Dios numerosas ofrendas aparte del diezmo; ¿y nosotros, que disfrutamos de las bendiciones del evangelio, no debiéramos hacer lo mismo para sostener la causa de Dios que lo que se hizo en la dispensación antigua, menos favorecida? Según se extiende sobre la tierra la obra para nuestro tiempo, los pedidos de ayuda aumentan constantemente...
Solamente cuando deseemos que el Padre infinito cese de proporcionarnos sus dones, podremos exclamar con impaciencia: ¿Tendremos que dar siempre? No solo deberíamos devolver siempre nuestros diezmos a Dios que él reclama como suyos, sino además llevar un tributo a su tesorería como una ofrenda de gratitud. Llevemos a nuestro Creador, rebosantes de gozo, las primicias de su generosidad: nuestras posesiones más escogidas y nuestro servicio mejor y más piadoso.— Review and Herald, 9 de febrero de 1886.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White