domingo, 7 de julio de 2013

CASTILLO DE CABALLEROS

Lugar Siria
Palabra de Dios: Salmo 91:1-3

Casi mil más tarde, Krak des Chevaliers, conocido como el Castillo de los caballeros, todavía sigue en pie. Es el castillo más fuerte las Cruzadas, y quizá la mayor fortaleza del mundo. Podemos subir
a sus torres, explorar sus pasadizos angostos y comprobar por uno mismo cómo soportó por los menos doce sitios enemigos.
Krak des Chevaliers es una estructura impresionante a la vista.
Se encuentra a 700 metros de altura sobre el nivel del mar, sobre la ladera de una montaña. Por causa de su ubicación, solo uno de los lados del castillo era vulnerable a los ataques; y, por supuesto, esa parte estaba sumamente fortificada. El enemigo debía cruzar una zanja externa y luego penetrar murallas exteriores, de varios metros de espesor.
Acceder al castillo por la entrada principal tampoco era muy fácil.
El camino de acceso era no solo empinado, sino también estaba construido en forma de zigzag, de manera que los caballeros del castillo podían divisar fácilmente a los soldados enemigos y detenerlos.
Aun si el enemigo lograba entrar por la entrada principal, todavía tendría que encontrar la manera de cruzar el profundo foso lleno de agua; y después, había más murallas que cruzar, murallas de 24 metros de grosor en la base. Un largo sitio tampoco sería exitoso, porque la fortaleza era lo suficientemente grande como para almacenar alimento para más de un año.
Una fortaleza fuerte es un buen lugar para permanecer durante un ataque enemigo. Y así describe la Biblia a Dios. El Salmo 91 dice: “El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso.
Yo le digo al Señor ‘Tu eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío’.
Sólo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas”. Sí, Dios quiere ser nuestro refugio y nuestra fortaleza. Él nos mantendrá a salvo.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

UNA IGLESIA FUERTE ESTÁ FORMADA POR FAMILIAS CONSAGRADAS

Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios. Efesios 5:1-2

La fortaleza de una iglesia se mide por la de las familias que la forman. Cuando el evangelio de Cristo es una experiencia viva en el seno de una familia, todos sus miembros son portadores de las mejores dádivas del cielo. En su diario caminar son un testimonio vivo del poder del evangelio, y un apoyo sustentador que ayuda a la iglesia a cumplir con su misión redentora y salvífica en beneficio de los pecadores.
Las familias unidas a Cristo, en cuyo seno las virtudes de Dios se cultivan y expresan, constituyen el mejor sermón que el mundo que no conoce a Jesús puede escuchar. Las madres y los hijos, los esposos y las esposas cristianos que siguen las instrucciones de Dios para la familia, formarán núcleos fuertes y comprometidos.
Las esposas que sin temor ni prejuicios permanecen sumisas a sus esposos, como lo pide el Señor, alimentarán en el corazón de ellos un sentido de valor personal, favoreciendo así una convivencia saludable en las relaciones entre hombres y mujeres dondequiera que se encuentren. Los esposos que aman a sus esposas como a sus mismos cuerpos y mantienen su voto de fidelidad, siembran alegría en el corazón de sus cónyuges alentando en ellas una disposición natural que las llevará a aceptar el liderazgo de los varones con humildad y sin recelos.
Los hijos que obedecen a los padres recibirán por recompensa una vida abundante de acuerdo a la promesa del Señor: “Honra a tu padre y a tu madre -que es el primer mandamiento con promesa- para que te vaya bien y disfrutes de una larga vida en la tierra” (Efe. 6:2-3). Los padres que corrigen a sus hijos sin causarles enojo, y les presentan una imagen de autoridad amorosa, ganarán a sus vástagos para el Reino de los cielos.
Dios establece y organiza a la familia para nuestro bienestar y felicidad aquí en la tierra; y también para prepararnos para que formemos parte de la gran familia de Dios. Muy pronto, cuando el Señor venga, las familias terrenales serán reunidas y convocadas a un festín en el Reino de los cielos que nunca tendrá fin.
Querida hermana, ¡prepárate junto a los tuyos para ese gran encuentro!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

EL QUE SE ENOJA… PIERDE

No te dejes llevar por el enojo que solo abriga el corazón del necio (Eclesiastés 7:9).

A pesar de su ira, Napoleón no hizo arrestar a Talleyrand. Simplemente lo relevo de su cargo y lo desterró de la corte, creyendo que la humillación sería el peor de los castigos.
No se dio cuenta de que la noticia de su estallido de ira había corrido como un reguero de pólvora. Todos comentaban cómo el emperador había perdido por completo el control y cómo Talleyrand lo había humillado al mantener la compostura y la dignidad.
Por primera vez la gente había visto al gran emperador perdiendo la calma. Como dijo Talleyrand después del incidente: “Este es el principio del fin”. Aunque transcurrieron todavía seis años hasta su caída en Waterloo, Napoleón ya había iniciado su descenso hacia la derrota final. Talleyrand fue el primero en ver las señales de la decadencia. En algún momento de 1808, el ministro decidió que para que la paz regresara a Europa, Napoleón debía desaparecer de la escena. El estallido de furia, que pronto se hizo famoso, surtió un efecto profundamente negativo sobre la imagen pública de Napoleón.
Es el problema con las reacciones furiosas. El que pierde el control y es dominado por la ira, constantemente hace acusaciones injustas y exageradas. Napoleón tenía razón al ponerse furioso por la conspiración de sus dos ministros más importantes, pero al responder con tanta violencia, demostró que había perdido el control de la situación. Eran como los berrinches de un niño porque no puede obtener lo que desea. Una persona madura nunca revela ese tipo de debilidad.
El cristiano no puede dejarse dominar por la ira porque es pecado. Como dijo el apóstol: ” ‘Si se enojan, no pequen’. […]. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia” (Efe. 4:26,31). El consejo es prudente. El enojadizo y el iracundo gritan y maldicen. Un cristiano no se puede permitir una conducta tal. La madurez, la paciencia, la calma, la paz, el dominio propio, constituyen las características más visibles del cristiano.
Ni siquiera frente a la mayor provocación puede el cristiano permitirse un estallido de ira. Es exponerse a todos los errores que una persona puede cometer en ese estado. Napoleón comenzó a caer el día que se permitió el lujo de perder el control y gritar como un niño frustrado. En cuestiones espirituales la caída puede ser más grave. Piénsalo bien antes de permitir que la ira te domine, y lamentes sus nefastas consecuencias.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

ENOC Y EL ESPÍRITU DE LA PROFECÍA

De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares. Judas 1:14.

Dios reveló a Enoc… el plan de la redención. Mediante el Espíritu de profecía lo llevó a través de las generaciones que vivirían después del diluvio, y le mostró los grandes eventos relacionados con la segunda venida de Cristo y el fin del mundo.
Enoc había estado preocupado acerca de los muertos. Le había parecido que los justos y los impíos se convertirían igualmente en polvo, y que ese sería su fin. No podía concebir que los justos vivieran más allá de la tumba. En visión profética, se lo instruyó en lo concerniente a la muerte de Cristo y se le mostró su venida en gloria, acompañado de todos los santos ángeles, para rescatar a su pueblo de la tumba. También vio la corrupción que habría en el mundo cuando Cristo viniera por segunda vez, y que habría una generación presumida, jactanciosa y empecinada que negaría al único Dios y al Señor Jesucristo, pisoteando la Ley y despreciando la redención. Vio a los justos coronados de gloria y honor, y a los impíos desechados de la presencia del Señor, y destruidos por el fuego…
A través de las bendiciones y los honores otorgados a Enoc, el Señor enseña una lección de gran importancia: Todos los que por la fe confían en el Sacrificio prometido y obedecen fielmente los Mandamientos de Dios, serán recompensados.
Nuevamente, aquí se representan dos grupos que han de existir hasta la segunda venida de Cristo: los justos y los impíos, los leales y los rebeldes.
Dios recordará a los justos, quienes lo temen. Por cuenta de su amado Hijo, los respetará y honrará, y les dará vida eterna. Pero a los impíos que pisotean su autoridad los raerá de la tierra, y serán como si nunca hubiesen sido.
Después de la caída de Adán desde un estado de felicidad perfecta a una condición de pecado y miseria, hubo peligro de que los hombres y las mujeres se desanimaran… Pero las instrucciones que Dios dio a Adán, repetidas por Set y practicadas por Enoc, despejaron las tinieblas y la tristeza e infundieron al hombre la esperanza de que, así como por Adán vino la muerte, por el Redentor prometido vendría la vida y la inmortalidad —Signs of the Times, 20 de febrero de 1879; parcialmente en Patriarcas y profetas, pp. 73-76.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White