«Nadie odia su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida, como Cristo hace con la iglesia» (Efe. 5:29).
Un predicador itinerante de los tiempos antiguos, terminó de predicar una mañana y se dispuso a regresar a su tierra. Las personas que lo habían escuchado, entusiasmadas por todo lo que habían aprendido de las sabias palabras de aquel hombre, decidieron acompañar al carruaje hasta que saliera de la ciudad, para mostrarle así su agradecimiento en forma de sencillo homenaje. Así que comenzaron a correr, rodeando el vehículo del predicador. Llegado un momento, el hombre mandó a su cochero que detuviera los caballos, y a continuación se bajó del vehículo. Alguien de la multitud exclamó:
– ¡Qué gran ejemplo de humildad!
A lo que el predicador respondió:
—No es humildad, sino sentido común: mientras ustedes hacen ejercicio yo no puedo estar aquí sentado sin participar de la mejor parte. Dejemos las teorías en el carruaje y permítanme ser parte de la acción.
«Ser parte de la acción», qué forma inteligente de exponerlo. Porque la inacción (la falta de ejercicio físico y de actividad) tiene consecuencias nefastas para la salud, como la pérdida de facultades y masa muscular, el riesgo de enfermedades cardiovasculares o el envejecimiento prematuro.
Estoy segura de que conoces bien los beneficios del ejercicio físico, pero no viene mal recordarlos, para motivarnos de nuevo a convertirlo en un hábito diario:
Libera endorfinas, que mejoran nuestro estado de ánimo haciéndonos sentir felices.
Fortalece la autoestima.
Reduce los niveles de colesterol y la presión arterial.
Previene y ayuda a controlar la diabetes.
Mejora la calidad del sueño.
Aumenta las energías durante el día.
Dice 1 Timoteo; «Aunque el ejercicio físico sirve para algo, la piedad es útil para todo, porque tiene promesas de vida para el presente y para el futuro» (4: 8). Ahí tienes una combinación perfecta de mente sana en cuerpo sano: ejercitar el cuerpo para asegurarnos de que nos permita ir y venir cumpliendo el propósito para el que Dios nos ha llamado; y ejercitar sobre todo lo más importante, la piedad, la bondad, la compasión, la misericordia, para fortalecer lo espiritual, la fe, nuestra relación personal con Dios. No dejes de prestar atención a estas dos clases de ejercicio cada día de tu vida.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2020
UN DÍA A LA VEZ
Patricia Muñoz Bertozzi
Lecturas Devocionales para Mujeres 2020.