Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: «No temas, yo te ayudaré». Isaías 41:13.
¿Le ayudo?», nos preguntan. «No gracias». Esa suele ser nuestra primera reacción.
Tendríamos que estar en verdadera necesidad para aceptar la ayuda que nos ofrecen o para pedirla. Nos da mucha vergüenza pedir ayuda. Ahora tenemos una solicitud de Dios: «¿Te ayudo?». El pensamiento completo de este acercamiento de parte de Dios comienza en el versículo cuando dice que Abraham fue su «amigo». ¡Qué legado el de Abraham! ¡Dios se acerca a su pueblo en virtud de la amistad con él! ¿Y por qué su amigo? Nada más porque Dios lo había escogido. Muchas veces nos acercamos a Dios recomendándonos a nosotros mismos. En la historia que contó Jesús acerca de dos adoradores, uno fariseo y el otro publicano, el primero se acerca recomendándose a sí mismo en virtud de sus buenas acciones. «A ver si ahora me escoges», parece decir. O más bien: «Me escogiste, y vengo a demostrarte que hiciste una buena elección».
El apóstol Juan nos recuerda que nosotros lo amamos a él porque «él nos amó primero» (1 Juan 4: 19). Pablo dice que «nos escogió en él antes de la creación del mundo» (Efesios 1:4). ¿Recuerdas a Adán y Eva en el huerto del Edén tratando de resolver su problema sin ninguna ayuda? Ellos mismos se hicieron delantales. Y así se hubieran quedado para siempre, a no ser porque escucharon un: «¿Te ayudo?», de parte de Dios. El hecho de que les haya hablado de la «descendencia» de la mujer nos indica que ya tenía un plan para el mundo recién creado. Juan lo reconoce cuando nos recuerda, en el texto más conocido de la Biblia: «Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: 16, TLA).
Estás identificado sin duda con el mensaje de Dios a la iglesia de Laodicea que se registra en el libro de Apocalipsis 3: 15-20. Es una descripción profética de los creyentes del último periodo de la tierra. «No me hace falta nada», una frase que resume la actitud de muchos cristianos del siglo XXI. «No te das cuenta...», les responde Dios. Acepta hoy la ayuda de Dios. Él sabe muy bien cuánto lo necesitamos.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna
¿Le ayudo?», nos preguntan. «No gracias». Esa suele ser nuestra primera reacción.
Tendríamos que estar en verdadera necesidad para aceptar la ayuda que nos ofrecen o para pedirla. Nos da mucha vergüenza pedir ayuda. Ahora tenemos una solicitud de Dios: «¿Te ayudo?». El pensamiento completo de este acercamiento de parte de Dios comienza en el versículo cuando dice que Abraham fue su «amigo». ¡Qué legado el de Abraham! ¡Dios se acerca a su pueblo en virtud de la amistad con él! ¿Y por qué su amigo? Nada más porque Dios lo había escogido. Muchas veces nos acercamos a Dios recomendándonos a nosotros mismos. En la historia que contó Jesús acerca de dos adoradores, uno fariseo y el otro publicano, el primero se acerca recomendándose a sí mismo en virtud de sus buenas acciones. «A ver si ahora me escoges», parece decir. O más bien: «Me escogiste, y vengo a demostrarte que hiciste una buena elección».
El apóstol Juan nos recuerda que nosotros lo amamos a él porque «él nos amó primero» (1 Juan 4: 19). Pablo dice que «nos escogió en él antes de la creación del mundo» (Efesios 1:4). ¿Recuerdas a Adán y Eva en el huerto del Edén tratando de resolver su problema sin ninguna ayuda? Ellos mismos se hicieron delantales. Y así se hubieran quedado para siempre, a no ser porque escucharon un: «¿Te ayudo?», de parte de Dios. El hecho de que les haya hablado de la «descendencia» de la mujer nos indica que ya tenía un plan para el mundo recién creado. Juan lo reconoce cuando nos recuerda, en el texto más conocido de la Biblia: «Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: 16, TLA).
Estás identificado sin duda con el mensaje de Dios a la iglesia de Laodicea que se registra en el libro de Apocalipsis 3: 15-20. Es una descripción profética de los creyentes del último periodo de la tierra. «No me hace falta nada», una frase que resume la actitud de muchos cristianos del siglo XXI. «No te das cuenta...», les responde Dios. Acepta hoy la ayuda de Dios. Él sabe muy bien cuánto lo necesitamos.
«La oración pone al corazón en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece los tendones y músculos de la experiencia religiosa». MJ 247.
Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna