Lugar: Massachusetts, EE.UU.
Palabra de Dios: Filipenses 1:6
El doctor Trevor*, cirujano ortopedista, levantó la vista desde la cirugía de columna que estaba llevando a cabo. Una rápida mirada al reloj que se hallaba en la sala de operaciones le mostró que el banco cerraría pronto. La cirugía le estaba llevando más tiempo de lo estimado, y él realmente necesitaba ir hasta el banco a cobrar su cheque del sueldo, para poder pagar algunas cuentas que ya habían vencido. Al mirar al paciente acostado sobre la mesa de operaciones, al doctor Trevor se le ocurrió una idea. Podía correr hasta el banco y volver a terminar la operación. El hombre estaba profundamente dormido, y nunca se enteraría de lo sucedido.
Dejando al hombre acostado allí, con una incisión abierta en la espalda, el doctor Trevor se dirigió rápidamente hasta el banco y cobró su cheque. En una media hora estaba de vuelta. Se lavó las manos y volvió a la sala de cirugía, para continuar con el procedimiento. El paciente seguía dormido.
Un par de horas más tarde, el paciente despertó y se quejó de un fuerte dolor en la pierna derecha; el dolor no se le iba. Y cuando el hombre, de alguna manera, se enteró de lo que había ocurrido, se puso furioso. Hizo un juicio al médico, y el Colegio Médico del Estado, le suspendió la licencia a Trevor. ¿Cómo te habrías sentido si hubieras sido tú el paciente, acostado en esa mesa de operación mientras el médico se iba? La idea asusta, ¿no es verdad?
Felizmente, tenemos un Gran Médico que es mucho más confiable. Puedes confiarle tu vida y ponerla en sus manos. Y puedes estar seguro de que "el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús". Jesús quiere sanarte; él quiere ser tu médico. No te preocupes, él no te dejará solo sobre la "mesa de operaciones".
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson