No temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas. (Josué 1:9)
Una señora acababa de recibir la visita de su vecina, quien trataba de consolarla por la ausencia de su esposo. «No sé cómo puedes estar tanto, tiempo sola. Si mi esposo saliera de casa tantos días como el tuyo me deprimiría», comentó la vecina. «¿Cómo sabes que es una desgracia que mi esposo salga en busca de un trabajo mejor?», preguntó ella, ahuyentando así a la vecina, que se marchó murmurando. Poco tiempo después el esposo regresó trayendo una máquina de coser para su esposa. No tardó mucho la vecina en decirle a su amiga lo dichosa que era, ya que tener una máquina de coser era algo que muchas ambicionaban. Pero la señora le preguntó: «¿Cómo sabes que es una bendición esta máquina?». No pudiendo creer lo que escuchaba, la vecina se alejó.
Pocos días después aquella señora tuvo un accidente con la máquina de coser y fue trasladada al hospital. La vecina fue a presentarle sus condolencias y a comentar cuan acertada había sido su respuesta: «Tenías razón cuando dijiste que tal vez no fuera una bendición», dijo, cabizbaja, mientras escuchaba asombrada la respuesta de su amiga: «¿Y cómo sabes que no ha sido una bendición?». No pudiendo soportar más la aparente insensibilidad de aquella mujer, la vecina se alejó, pensando que el pesimismo de su amiga era tal que no valía la pena ni siquiera ir a visitarla.
En aquel mismo hospital se encontraba una mujer que tenía un negocio muy próspero y necesitaba contratar costureras. Le ofreció un trabajo y un salario que mejoraba considerablemente la economía del hogar. Aquella mujer, que había aprendido a confiar en su Dios bajo cualquier circunstancia, recibía la recompensa a su fe.
¿Cuántas veces nos quejamos porque las cosas no han salido como esperábamos? Creo que después de leer esta anécdota, podríamos pensar que Dios guía cada suceso y endereza cada sendero torcido. No te desalientes cuando las bendiciones que pides lleguen disfrazadas de desgracias. No temas ni desmayes. Solo confía en que tienes un Dios que va delante de ti, allanando tu camino, enderezando tus veredas, y que no permitirá que caigas en el abismo.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Una señora acababa de recibir la visita de su vecina, quien trataba de consolarla por la ausencia de su esposo. «No sé cómo puedes estar tanto, tiempo sola. Si mi esposo saliera de casa tantos días como el tuyo me deprimiría», comentó la vecina. «¿Cómo sabes que es una desgracia que mi esposo salga en busca de un trabajo mejor?», preguntó ella, ahuyentando así a la vecina, que se marchó murmurando. Poco tiempo después el esposo regresó trayendo una máquina de coser para su esposa. No tardó mucho la vecina en decirle a su amiga lo dichosa que era, ya que tener una máquina de coser era algo que muchas ambicionaban. Pero la señora le preguntó: «¿Cómo sabes que es una bendición esta máquina?». No pudiendo creer lo que escuchaba, la vecina se alejó.
Pocos días después aquella señora tuvo un accidente con la máquina de coser y fue trasladada al hospital. La vecina fue a presentarle sus condolencias y a comentar cuan acertada había sido su respuesta: «Tenías razón cuando dijiste que tal vez no fuera una bendición», dijo, cabizbaja, mientras escuchaba asombrada la respuesta de su amiga: «¿Y cómo sabes que no ha sido una bendición?». No pudiendo soportar más la aparente insensibilidad de aquella mujer, la vecina se alejó, pensando que el pesimismo de su amiga era tal que no valía la pena ni siquiera ir a visitarla.
En aquel mismo hospital se encontraba una mujer que tenía un negocio muy próspero y necesitaba contratar costureras. Le ofreció un trabajo y un salario que mejoraba considerablemente la economía del hogar. Aquella mujer, que había aprendido a confiar en su Dios bajo cualquier circunstancia, recibía la recompensa a su fe.
¿Cuántas veces nos quejamos porque las cosas no han salido como esperábamos? Creo que después de leer esta anécdota, podríamos pensar que Dios guía cada suceso y endereza cada sendero torcido. No te desalientes cuando las bendiciones que pides lleguen disfrazadas de desgracias. No temas ni desmayes. Solo confía en que tienes un Dios que va delante de ti, allanando tu camino, enderezando tus veredas, y que no permitirá que caigas en el abismo.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera