¡Miserable de mí! ¿Quién me librara de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24)
La tercera dimensión es el pecado que cometemos porque somos pecadores. El pastor Alejandro Bullón compara al pecador con un lobo que anhela ser oveja. Él sabe que es un lobo, pero quiere ser una oveja, así que se viste de oveja, vive entre ellas, aprende sus costumbres e incluso trata de vivir como ellas. Come su comida, se recuesta sobre la hierba y rumia, pero no deja de ser un lobo que necesita saciar su instinto de lobo. Después vuelve arrepentido, y este ciclo se repite una y otra vez.
¿Cuántas de nosotras nos parecemos a ese lobo? Luchamos contra nuestras inclinaciones pecaminosas, intentamos hacernos pasar por ovejas dóciles, obedientes y buenas, pero de pronto el instinto nos hace actuar corno lo que en realidad somos.
El apóstol Pablo era uno de esos «lobos» que luchaba por ser oveja. «Realmente no entiendo lo que me pasa -decía él- porque no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, de manera que ya no soy yo quien obra, sino el pecado que hay en mí. Sé que por mí mismo no puedo hacer el bien. Sí quiero hacerlo, pero no soy capaz y finalmente no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (ver Rom. 7: 15-19).
¿Pecas a pesar de que aborreces el pecado? No te desesperes. Pablo encontró la solución para este problema: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal. 2: 20).
El Espíritu de Profecía nos dice: «Cuando estemos revestidos por la justicia de Cristo, no tendremos ningún gusto por el pecado, pues Cristo obrará dentro de nosotros. Quizá cometamos errores, pero aborreceremos el pecado que causó los sufrimientos del Hijo de Dios» (Mensajes selectos, t. 1, p. 422). ¿Entiendes ahora? Si pecas por ignorancia, Dios te perdona y te enseña sus caminos. Si lo haces porque te gusta el pecado, te insta a salir de él; y si pecas por ser pecadora, su gracia te transforma. ¡Hay solución para el pecado!
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La tercera dimensión es el pecado que cometemos porque somos pecadores. El pastor Alejandro Bullón compara al pecador con un lobo que anhela ser oveja. Él sabe que es un lobo, pero quiere ser una oveja, así que se viste de oveja, vive entre ellas, aprende sus costumbres e incluso trata de vivir como ellas. Come su comida, se recuesta sobre la hierba y rumia, pero no deja de ser un lobo que necesita saciar su instinto de lobo. Después vuelve arrepentido, y este ciclo se repite una y otra vez.
¿Cuántas de nosotras nos parecemos a ese lobo? Luchamos contra nuestras inclinaciones pecaminosas, intentamos hacernos pasar por ovejas dóciles, obedientes y buenas, pero de pronto el instinto nos hace actuar corno lo que en realidad somos.
El apóstol Pablo era uno de esos «lobos» que luchaba por ser oveja. «Realmente no entiendo lo que me pasa -decía él- porque no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, de manera que ya no soy yo quien obra, sino el pecado que hay en mí. Sé que por mí mismo no puedo hacer el bien. Sí quiero hacerlo, pero no soy capaz y finalmente no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (ver Rom. 7: 15-19).
¿Pecas a pesar de que aborreces el pecado? No te desesperes. Pablo encontró la solución para este problema: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal. 2: 20).
El Espíritu de Profecía nos dice: «Cuando estemos revestidos por la justicia de Cristo, no tendremos ningún gusto por el pecado, pues Cristo obrará dentro de nosotros. Quizá cometamos errores, pero aborreceremos el pecado que causó los sufrimientos del Hijo de Dios» (Mensajes selectos, t. 1, p. 422). ¿Entiendes ahora? Si pecas por ignorancia, Dios te perdona y te enseña sus caminos. Si lo haces porque te gusta el pecado, te insta a salir de él; y si pecas por ser pecadora, su gracia te transforma. ¡Hay solución para el pecado!
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera