Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará (Deuteronomio 31:6).
Estaba a cientos de kilómetros de mi estación, cuando recibí el llamado de una de mis colegas, desde Jigawa, en la parte norte de Nigeria, donde estábamos sirviendo a nuestra nación. El mensaje era que recibiríamos los tres meses de paga que nos debían. Debía volver inmediatamente. Salí temprano en la mañana siguiente, para un viaje en autobús de trece horas.
Cuando llegué a Kano, donde debía tomar el último transporte para llegar a destino, el autobús ya se había marchado. Quedé sola y desamparada. No conocía a nadie en aquel lugar y tampoco entendía su idioma. Afortunadamente el conductor del autobús era del sur, de donde yo provenía, y me ofreció su ayuda. Ubicó un mesón, que es un lugar que los lugareños suelen tener para vender alimentos, donde pude obtener comida.
Luego, con otros pasajeros que estaban en la misma situación que yo, dormí en el autobús; o intenté hacerlo.
No pude dormir a causa de los mosquitos, y no podía taparme a causa del calor. Sabía que mis padres estaban orando por mí, porque los había llamado y les había contado mi situación. A la mañana siguiente, mi madre me contó que tampoco había podido dormir y que había estado orando toda la noche. Le agradezco a Dios porque respondió sus oraciones.
Temprano en la mañana siguiente, el conductor me ayudó a tomar el siguiente autobús antes de que partiera. Aunque no entendía el idioma, lo que me causaba confusión, sabía que Dios estaba al control. Unos cincuenta minutos más tarde, el autobús se detuvo y algunas personas comenzaron a descender. Yo no sabía que ese era el lugar donde me debía bajar y tomar otro autobús pero, providencialmente, uno de los pasajeros me ayudó. Tenía la seguridad de que esa era la obra de Dios porque, si no me hubiese bajado, habría sido llevada a otra ciudad y me hubiese perdido.
En el texto de hoy, Dios asegura que nunca nos dejará ni nos desamparará. Le agradezco porque cumplió esa promesa en mi vida. Respondió a mis oraciones y las de quienes oraban por mí. En cualquier situación que te en-cuentres hoy, ora, y confía en que Dios ha escuchado tu oración. ¡Dios nunca falla! Yo estoy agradecida, ¿y tú?
Estaba a cientos de kilómetros de mi estación, cuando recibí el llamado de una de mis colegas, desde Jigawa, en la parte norte de Nigeria, donde estábamos sirviendo a nuestra nación. El mensaje era que recibiríamos los tres meses de paga que nos debían. Debía volver inmediatamente. Salí temprano en la mañana siguiente, para un viaje en autobús de trece horas.
Cuando llegué a Kano, donde debía tomar el último transporte para llegar a destino, el autobús ya se había marchado. Quedé sola y desamparada. No conocía a nadie en aquel lugar y tampoco entendía su idioma. Afortunadamente el conductor del autobús era del sur, de donde yo provenía, y me ofreció su ayuda. Ubicó un mesón, que es un lugar que los lugareños suelen tener para vender alimentos, donde pude obtener comida.
Luego, con otros pasajeros que estaban en la misma situación que yo, dormí en el autobús; o intenté hacerlo.
No pude dormir a causa de los mosquitos, y no podía taparme a causa del calor. Sabía que mis padres estaban orando por mí, porque los había llamado y les había contado mi situación. A la mañana siguiente, mi madre me contó que tampoco había podido dormir y que había estado orando toda la noche. Le agradezco a Dios porque respondió sus oraciones.
Temprano en la mañana siguiente, el conductor me ayudó a tomar el siguiente autobús antes de que partiera. Aunque no entendía el idioma, lo que me causaba confusión, sabía que Dios estaba al control. Unos cincuenta minutos más tarde, el autobús se detuvo y algunas personas comenzaron a descender. Yo no sabía que ese era el lugar donde me debía bajar y tomar otro autobús pero, providencialmente, uno de los pasajeros me ayudó. Tenía la seguridad de que esa era la obra de Dios porque, si no me hubiese bajado, habría sido llevada a otra ciudad y me hubiese perdido.
En el texto de hoy, Dios asegura que nunca nos dejará ni nos desamparará. Le agradezco porque cumplió esa promesa en mi vida. Respondió a mis oraciones y las de quienes oraban por mí. En cualquier situación que te en-cuentres hoy, ora, y confía en que Dios ha escuchado tu oración. ¡Dios nunca falla! Yo estoy agradecida, ¿y tú?
Omolade Ajike Dada
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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Autora: Ardis Dick Stenbkken