martes, 26 de enero de 2010

LAS SANDALIAS

Pues no que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará? (Eclesiastés 8:7).

Tuve un par de sandalias muy cómodas que usaba todos los días. Como eran tan cómodas, decidí comprarme otro par exactamente igual antes de que las anteriores se gastaran completamente. Sin embargo, usé las nuevas sandalias solo dos veces, y luego se rompió una de las hebillas. Estaba por llevarla al zapatero, cuando mi esposo me recordó que debía llevar las dos sandalias, para que la nueva hebilla combinara. Puse el par de sandalias dentro de un bolso y comencé a caminar.
Mientras caminaba, me parecía escuchar una voz que decía: "Antes de ir al zapatero, ve al negocio donde compraste las sandalias".
Decidí que eso era lo que debía hacer. Pensé que debía contarle la situación a la vendedora a cargo, pero no se encontraba allí. El negocio estaba inusualmente lleno de mujeres probándose zapatos, entrando y saliendo. Entonces, vi a una mujer mayor que salía de una camioneta y entraba en el negocio. Aunque no sabía quién era, comencé a contarle mi situación.
-No vendemos basura en nuestro negocio -me respondió ella.
-¿Eres tú la dueña de este lugar?-le pregunté, sorprendida.
-Sí -respondió ella.
Inmediatamente me llevó hasta el estante y me dijo que me probara otros dos pares. Ambos eran demasiado grandes. Sin embargo, la dueña me dijo que no me preocupara, ella lo arreglaría.
Uno de sus empleados llamó por teléfono a su otro negocio, pero tampoco tenían mi número. Entonces la dueña me escribió una nota de crédito; me dijo que regresara al negocio la próxima semana, para conseguir un nuevo par de sandalias. Ella ni siquiera me pidió que le mostrara el recibo como prueba de que había comprado las sandalias allí. Creyó mi sola palabra; no me hizo preguntas. Yo estaba sorprendida. ¡Dios es tan bueno! Había recibi-do esa bendición por ir al negocio en el momento exacto para encontrar a la amable dueña.
Cuando escuchamos "el silbo apacible y delicado" de la voz de Dios (1 Rey. 19:12), él siempre nos guía en la dirección correcta, ¡incluso cuando no tenemos idea de lo que ocurrirá!

Príscilla Adonis
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

IMPORTANCIA DE LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE

Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí (Juan 14: 6).

La doctrina de la justificación por la fe, es la esencia del evangelio. Pero, de acuerdo a las Escrituras, el evangelio es el de Cristo. Por lo tanto, eso quiere decir que solo hay un evangelio: el de Cristo. Solo hay un modo de salvarse: Cristo. El apóstol Pedro lo dijo claramente: «De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos».
La importancia de la justificación por la fe radica en que es el mensaje del evangelio. Si no estamos convencidos de ello, leamos lo que escribió Pablo a los cristianos de Galacia: «Me asombra que tan pronto estén dejando ustedes a quien los llamó por la gracia de Cristo, para pasarse a otro evangelio. No es que haya otro evangelio, sino que ciertos individuos están sembrando confusión entre ustedes y quieren tergiversar el evangelio de Cristo. Pero aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!» (Gal. 1: 6-8). En el resto de la carta, el apóstol deja claro que por evangelio él se refiere a la doctrina de la justificación por la fe, en oposición a la justificación por obras meritorias basada en la observancia de la ley judía.
Algunos creyentes, probablemente procedentes de Jerusalén, llegaron a las iglesias de Galacia fundadas por el apóstol Pablo para enseñarles a los feligreses ciertas cosas que estaban en contra de lo que Pablo les había enseñado. No eran asuntos de teología general, sino que era algo que contradecía el evangelio que el apóstol les había predicado. Pablo se enfureció tanto que dijo que estaban bajo maldición de Dios. Evidentemente eran hermanos que, por ignorancia o mala fe, estaban distorsionando el evangelio de Cristo.
Por eso es vital entender esta doctrina de la justificación, porque es el evangelio en sí. Ahora bien, ¿cuáles son los riesgos que corremos si no entendemos el evangelio, es decir, el mensaje de la justificación por la fe? Los veremos en los próximos días.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C