Pues no que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará? (Eclesiastés 8:7).
Tuve un par de sandalias muy cómodas que usaba todos los días. Como eran tan cómodas, decidí comprarme otro par exactamente igual antes de que las anteriores se gastaran completamente. Sin embargo, usé las nuevas sandalias solo dos veces, y luego se rompió una de las hebillas. Estaba por llevarla al zapatero, cuando mi esposo me recordó que debía llevar las dos sandalias, para que la nueva hebilla combinara. Puse el par de sandalias dentro de un bolso y comencé a caminar.
Mientras caminaba, me parecía escuchar una voz que decía: "Antes de ir al zapatero, ve al negocio donde compraste las sandalias".
Decidí que eso era lo que debía hacer. Pensé que debía contarle la situación a la vendedora a cargo, pero no se encontraba allí. El negocio estaba inusualmente lleno de mujeres probándose zapatos, entrando y saliendo. Entonces, vi a una mujer mayor que salía de una camioneta y entraba en el negocio. Aunque no sabía quién era, comencé a contarle mi situación.
-No vendemos basura en nuestro negocio -me respondió ella.
-¿Eres tú la dueña de este lugar?-le pregunté, sorprendida.
-Sí -respondió ella.
Inmediatamente me llevó hasta el estante y me dijo que me probara otros dos pares. Ambos eran demasiado grandes. Sin embargo, la dueña me dijo que no me preocupara, ella lo arreglaría.
Uno de sus empleados llamó por teléfono a su otro negocio, pero tampoco tenían mi número. Entonces la dueña me escribió una nota de crédito; me dijo que regresara al negocio la próxima semana, para conseguir un nuevo par de sandalias. Ella ni siquiera me pidió que le mostrara el recibo como prueba de que había comprado las sandalias allí. Creyó mi sola palabra; no me hizo preguntas. Yo estaba sorprendida. ¡Dios es tan bueno! Había recibi-do esa bendición por ir al negocio en el momento exacto para encontrar a la amable dueña.
Cuando escuchamos "el silbo apacible y delicado" de la voz de Dios (1 Rey. 19:12), él siempre nos guía en la dirección correcta, ¡incluso cuando no tenemos idea de lo que ocurrirá!
Tuve un par de sandalias muy cómodas que usaba todos los días. Como eran tan cómodas, decidí comprarme otro par exactamente igual antes de que las anteriores se gastaran completamente. Sin embargo, usé las nuevas sandalias solo dos veces, y luego se rompió una de las hebillas. Estaba por llevarla al zapatero, cuando mi esposo me recordó que debía llevar las dos sandalias, para que la nueva hebilla combinara. Puse el par de sandalias dentro de un bolso y comencé a caminar.
Mientras caminaba, me parecía escuchar una voz que decía: "Antes de ir al zapatero, ve al negocio donde compraste las sandalias".
Decidí que eso era lo que debía hacer. Pensé que debía contarle la situación a la vendedora a cargo, pero no se encontraba allí. El negocio estaba inusualmente lleno de mujeres probándose zapatos, entrando y saliendo. Entonces, vi a una mujer mayor que salía de una camioneta y entraba en el negocio. Aunque no sabía quién era, comencé a contarle mi situación.
-No vendemos basura en nuestro negocio -me respondió ella.
-¿Eres tú la dueña de este lugar?-le pregunté, sorprendida.
-Sí -respondió ella.
Inmediatamente me llevó hasta el estante y me dijo que me probara otros dos pares. Ambos eran demasiado grandes. Sin embargo, la dueña me dijo que no me preocupara, ella lo arreglaría.
Uno de sus empleados llamó por teléfono a su otro negocio, pero tampoco tenían mi número. Entonces la dueña me escribió una nota de crédito; me dijo que regresara al negocio la próxima semana, para conseguir un nuevo par de sandalias. Ella ni siquiera me pidió que le mostrara el recibo como prueba de que había comprado las sandalias allí. Creyó mi sola palabra; no me hizo preguntas. Yo estaba sorprendida. ¡Dios es tan bueno! Había recibi-do esa bendición por ir al negocio en el momento exacto para encontrar a la amable dueña.
Cuando escuchamos "el silbo apacible y delicado" de la voz de Dios (1 Rey. 19:12), él siempre nos guía en la dirección correcta, ¡incluso cuando no tenemos idea de lo que ocurrirá!
Príscilla Adonis
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
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Autora: Ardis Dick Stenbkken