Lugar: Bangladesh
Palabra de Dios: Salmo 19:12.
Mientras una mujer trabajaba en su casa, divisó dos serpientes mortíferas. Con un grito, se dio vuelta y salió corriendo de su casa, buscando a su esposo.
-¡Cobras! -exclamó-. Tenemos dos cobras en casa.
Su esposo también se alarmó. ¿Qué debían hacer? No podían dejar que las cobras se quedaran allí, en su casa. ¿Qué pasaría si una de ellas los mordía?
-Llamemos al encantador de serpientes -sugirió la esposa-. Él sabrá qué hacer. Después de todo, trabaja con serpientes todo el tiempo.
Pronto, llegó el encantador de serpientes con sus ayudantes y se pusieron a buscar las cobras. Buscaron por todas partes: detrás de la cocina, debajo de la galería, dentro de las grietas y los rincones, pero no pudieron encontrarlas.
-¿Está bien si levantamos el piso? -preguntó el encantador de serpientes-. A veces, ese es un buen escondite para ellas.
No tuvieron que cavar demasiado. Apenas sacaron un poquito de tierra, vieron a las dos serpientes. Pero ¡esperen! Había otra, y otra y otra. El encantador de serpientes y sus ayudantes siguieron cavando a lo largo del piso de la casa, y siguieron encontrando más y más serpientes. Cuando terminaron, habían desenterrado más de 3.500 cobras pequeñas ¡y centenares de huevos de serpiente!
¿Puedes imaginarte lo que es vivir con tal cantidad de criaturas mortíferas debajo de tu casa, sin siquiera saberlo? Pero ¿qué piensas en cuanto a vivir con tantos pecados mortales? A veces, podemos no ser conscientes de ellos, pero eso no los hace menos peligrosos. Pidamos a Dios que se deshaga de esos pecados mortíferos. Y hagamos que esta sea nuestra oración hoy: "¡Perdóname aquellos [errores] de los que no estoy consciente!".
Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson