Escucha, oh Dios, mi oración; no pases por alto mi súplica (Salmo 55: 1).
Es posible que en algún momento te hayas sentido frustrada, triste y derrotada en cuanto a la forma en la que educas a tus hijos, ya que es una de las tareas más difíciles que puedes tener como mujer; y si trabajas, esto lo hace todavía más difícil. Mi madre siempre fue una mujer que se dedicó a trabajar para sostener a sus siete hijos. Yo nunca entendí cómo es que le daba tiempo para estar con nosotros y darnos enseñanzas de Jesús y, al mismo tiempo, trabajar tan arduamente. Actualmente, ella tiene ochenta y nueve años de edad y desde que era niña y hasta la fecha siempre ha sido una mujer consagrada a Dios. Desde que la recuerdo ha sido fiel al Señor. Incluso, cuando yo era una jovencita, ella nos exigía ir constantemente a la iglesia y hacer lo recto ante los ojos de Dios. Eso a mí me disgustaba mucho. En esos momentos hubiera querido tener un poco más de «libertad». No entendía por qué mi madre se empeñaba tanto en que asistiéramos a la iglesia. Para comprender los nobles motivos de mamá tendrían que pasar 26 años, en ocasión del nacimiento de mi primera hija. Su llegada despertó en mi vida un profundo sentido de la responsabilidad y un ferviente deseo de protección, cuidado y atención para mi bebé. Todo eso me ayudó para acercarme mucho a Dios. Hoy tengo tres hijas y no he dejado de rogar a Dios para que me dé la sabiduría que necesito para instruirlas en el buen camino. Al igual que mi madre, yo también trabajo y, sin importar lo pesado de mis tareas, me he empeñado en que mis hijas asistan a la iglesia y tengan temor de Dios. Hasta aquí él ha contestado mis súplicas por instruir a mis hijas bajo los principios divinos. Si eres madre y sientes que no lo estás haciendo bien y que las presiones del trabajo y el hogar son muchas, pide hoy ayuda de lo alto y verás que él te ayudará. Gozarás de grandes bendiciones al igual que tus hijos.
Es posible que en algún momento te hayas sentido frustrada, triste y derrotada en cuanto a la forma en la que educas a tus hijos, ya que es una de las tareas más difíciles que puedes tener como mujer; y si trabajas, esto lo hace todavía más difícil. Mi madre siempre fue una mujer que se dedicó a trabajar para sostener a sus siete hijos. Yo nunca entendí cómo es que le daba tiempo para estar con nosotros y darnos enseñanzas de Jesús y, al mismo tiempo, trabajar tan arduamente. Actualmente, ella tiene ochenta y nueve años de edad y desde que era niña y hasta la fecha siempre ha sido una mujer consagrada a Dios. Desde que la recuerdo ha sido fiel al Señor. Incluso, cuando yo era una jovencita, ella nos exigía ir constantemente a la iglesia y hacer lo recto ante los ojos de Dios. Eso a mí me disgustaba mucho. En esos momentos hubiera querido tener un poco más de «libertad». No entendía por qué mi madre se empeñaba tanto en que asistiéramos a la iglesia. Para comprender los nobles motivos de mamá tendrían que pasar 26 años, en ocasión del nacimiento de mi primera hija. Su llegada despertó en mi vida un profundo sentido de la responsabilidad y un ferviente deseo de protección, cuidado y atención para mi bebé. Todo eso me ayudó para acercarme mucho a Dios. Hoy tengo tres hijas y no he dejado de rogar a Dios para que me dé la sabiduría que necesito para instruirlas en el buen camino. Al igual que mi madre, yo también trabajo y, sin importar lo pesado de mis tareas, me he empeñado en que mis hijas asistan a la iglesia y tengan temor de Dios. Hasta aquí él ha contestado mis súplicas por instruir a mis hijas bajo los principios divinos. Si eres madre y sientes que no lo estás haciendo bien y que las presiones del trabajo y el hogar son muchas, pide hoy ayuda de lo alto y verás que él te ayudará. Gozarás de grandes bendiciones al igual que tus hijos.
María del Rosaría Quintero
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.