domingo, 10 de julio de 2011

COLOR ROJO

Moisés aceptó vivir en casa de aquel hombre y este dio a su hija Séfora por mujer a Moisés. (Éxodo 2:21).

El nombre de Séfora, que quiere decir «ave», sigue siendo muy común actualmente en el desierto de Arabia. Aunque se la llama «mujer cusita» o «etíope», la esposa de Moisés era de origen madianita, y por lo tanto, descendiente de Abraham. En su aspecto personal difería de los hebreos, pues era más morena. Aunque no era israelita, Séfora adoraba al Dios verdadero. Era de un temperamento tímido y retraído, tierno y afectuoso, y se afligía mucho en presencia de los sufrimientos. Por ese motivo cuando Moisés fue a Egipto, consintió en que ella regresara a Madián. Quería evitarle la pena que le significaría presenciar los juicios que iban a caer sobre los egipcios (ver Comentario bíblico adventista, t. I, p. 403).
Conocemos el nombre de esta mujer, pero no sabemos mucho sobre su vida. Los escasos textos bíblicos que hacen referencia a ella la presentan como una mujer que pasó por momentos muy difíciles. Aunque no cumplió la orden divina de circuncidar a su hijo menor, fue de gran apoyo para su esposo. Cuando Jetro, su padre, la trajo de regreso para que se uniera en el desierto con Moisés, Séfora supo que debía ayudar a su esposo en la gran tarea de dirigir a un pueblo numeroso.
Llegado un momento, el visionario Jetro le sugirió a Moisés varias medidas para aliviar su carga de trabajo, lo que provocó celos entre los hermanos de Moisés, quienes se consideraron relegados a un plano de inferioridad por causa de Séfora. Desde entonces esta mujer fue tratada con un menosprecio mal disimulado por parte de sus cuñados.
¿Te has sentido rechazada o humillada por pertenecer a una determinada raza? Si estás pasando por momentos tan amargos, estudia la vida de esta mujer, que se mantuvo al lado de su esposo y protegida por el mismo Dios. No dejes que el enemigo gane terreno haciendo que te consideres inferior por tu color, nivel educativo o posición social. Tú eres especial para Dios, porque no hay nadie como tú.
Para Jesús, todas somos de color rojo, porque estamos revestidas con su sangre.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

AGUA VIVA

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Juan 7:37, 38.

Como dice un viejo proverbio, "la salud no es todo, pero todo es nada sin salud". Es verdad. Enfermos, no podemos disfrutar una fiesta de cumpleaños ni concentrarnos en el estudio ni divertirnos con los amigos. Desde un simple dolor de cabeza hasta una terrible indigestión, cuando una parte del cuerpo sufre, todo el resto se resiente.
¿Cómo podemos evitar las enfermedades? Hoy y en los días siguientes repasaremos los remedios naturales que Dios nos da para tener y conservar la salud.
Empecemos con el agua. Este líquido es vital para la salud. Un 65 por ciento de nuestro cuerpo está compuesto de agua. Todos los músculos, huesos, arterias, venas y vasos capilares son reconstituidos y nutridos gracias a la intervención de este líquido vital. El agua cumple las funciones de alimentar, hidratar, lubricar, disolver, purificar y regular la temperatura corporal de nuestro organismo.
Y así como el agua es imprescindible dentro del cuerpo, también es muy importante por fuera. Además de la importancia del aseo personal, algunas enfermedades son tratadas con baños e hidromasajes, porque desde hace siglos se conocen sus características curativas.
Es verdad que el sedentarismo no despierta el deseo de consumirla. Quienes no hacen deportes ni caminan, o están muchas horas frente a una computadora o al televisor, es posible que jamás sientan sed. Entonces, ¿qué se debe hacer? Lo aconsejable es tomar agua sin sentir deseos. Esto puede parecer desagradable al principio, pero quienes practican el sano hábito de consumir diariamente ocho vasos de agua, estarán previniendo enfermedades renales y tendrán una sana eliminación de los desechos e impurezas corporales.
En un plano espiritual, nuestro bendito Salvador se declaró como la fuente inagotable de "agua viva". Por esta causa, al comenzar este día, recurre en oración a su presencia y dile que tienes sed de él.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¿CÓMO PODRÍA?

No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios? Génesis 39:9.

Paco miró a un lado y al otro; quería tener la seguridad de que ningún conocido lo veía. Daba la impresión de que su corazón hacía un ruido tan escandaloso que llamaba la atención de los demás. Nunca había hecho nada parecido. Sentía miedo. ¿Miedo de la disciplina? ¿O de lo que sus padres pensarían si descubriesen lo que había hecho?
El texto de hoy presenta la historia de un joven llamado José. En algún momento, este muchacho también vivió una experiencia como la de Paco. Pero, él supo decidir. La historia de José abarca muchas páginas del libro del Génesis. Sin embargo, hoy vamos a concentrarnos solo en un episodio de su vida; uno de los relatos más inspiradores de la Biblia. José había descubierto lo que significa ser cristiano.
La historia bíblica relata que José había hallado gracia a los ojos de Potifar, y lo había nombrado mayordomo de su casa y le había confiado todo lo que tenía. Pero, un día, la esposa de Potifar comenzó a mirarlo con ojos de codicia, y se acercó a José tentadoramente. El versículo 7 relata: "Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mí señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene".
Date cuenta del respeto que José tenía por el prójimo. Él vivía la regla de oro: "Trata a las personas como quieres que ellas te traten". Pero, la última parte del versículo de hoy presenta una pregunta que este joven extraordinario se hizo a sí mismo ante la tentación. Este es el centro del mensaje de hoy: "¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?"
En el momento de la tentación, la preocupación de José no fue "¿Qué dirán mis padres?" o "¿Qué pensará Potifar?" No pensó en las consecuencias en esta tierra. La pregunta que se hizo fue: ¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios? En otras palabras, ¿cómo heriría su corazón?
José había descubierto el secreto de la vida cristiana: su vida era una vida de amor y de compañerismo con Dios. En el momento de la tentación, su preocupación fue no defraudar la confianza de su Padre amado.
Sal, hoy, tomado de la mano de Jesús y, frente a la tentación, pregúntate, como José: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría contra Dios?"

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón