«Los cimientos de la muralla de la ciudad estaban decorados con toda clase de piedras preciosas: el primero con jaspe, el segundo con zafiro, el tercero con ágata, el cuarto con esmeralda» (Apocalipsis 21:19, NVI).
¡Esto es asombroso! Hoy estamos caminando alrededor de las murallas de la Nueva Jerusalén. ¡Son inmensas e impresionantes! Mira todas esas piedras en los cimientos de la muralla. Hay toda clase de ellas. ¡Mira esa! Es una clase de cuarzo casi transparente que se llama ágata.
Si visitáramos uno de los bosques petrificados que hay en el oeste de Estados Unidos encontraríamos ágata en forma de árboles. Estos árboles tal vez murieron como consecuencia del Diluvio de Noé. Y cuando comenzaron a descomponerse, el ágata y otros minerales que se introdujeron en los árboles durante el Diluvio comenzaron a endurecerse. Después de muchos años la madera se descompuso completamente y lo único que quedó fue ágata. Si alguna vez visitas el Parque Nacional del Bosque Petrificado en Arizona, Estados Unidos, busca estos árboles.
Pero hay algo que es mucho más asombroso que árboles convertidos en piedras preciosas, y es la manera en que Jesús transforma nuestros corazones de piedra en corazones de amor. Es mucho más asombroso que las murallas de la Nueva Jerusalén y los árboles petrificados. Lo que Jesús puede hacer con el corazón de una persona es simplemente asombroso
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush