Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 Samuel 16:7).
Había tomado un desayuno liviano a las 8 de la mañana, y tres horas más tarde deseaba una colación. Antes de partir hacia el trabajo, había puesto en mi bolso la última manzana que quedaba en la bandeja. El color rojo y brillante, y la textura firme de su exterior, anticipaban la dulzura que les esperaban a mis papilas gustativas. Cuando comencé a cortar la manzana, me di cuenta de que estaba totalmente podrida en su interior. Mostraba un color marrón oscuro desde su mismo corazón. Casi no podía creer lo que veían mis ojos, y continué cortando la manzana en pequeñas porciones. Todas revelaban los mismos resultados. De inmediato pensé cuan fácilmente había sido engañada por la apariencia externa.
Dios ordenó a Samuel que eligiera un rey que ocuparía el lugar de Saúl (1 Sam. 16:1-13). David no estaba entre los hijos de su padre, Isaí, en el momento de la entrevista con Samuel. Únicamente después de que Dios rechazara a todos los demás, llamaron a David para que se presentara ante Samuel. Inclusive algunos padres devotos y cariñosos tienden a juzgar a sus hijos por sus acciones y apariencia externa. Dios, en su misericordia, nos creó de manera tan maravillosa que no somos capaces de leer los pensamientos o las intenciones de los demás.
Desafortunadamente, nosotras también a menudo nos descarriamos. Nos mostramos muy rectas exteriormente, pero nuestros pensamientos y acciones en privado están por debajo de lo que Dios espera de nosotras. Yo me he sentido desilusionada por personas en las que había puesto toda mi confianza, y con solo una palabra o una acción revelaron características inesperadas. Por el contrario, he sido privilegiada al poder desarrollar hermosas amistades con hermanas con las que inicialmente no tenía ningún lazo de amistad. Ya lo dice el viejo refrán: "Nunca juzgues un libro por su tapa".
Querido Jesús, por favor, ayúdame a ser un libro abierto, y que la tapa y el contenido hagan juego, para contarles a otros de tu amor.
Dios ordenó a Samuel que eligiera un rey que ocuparía el lugar de Saúl (1 Sam. 16:1-13). David no estaba entre los hijos de su padre, Isaí, en el momento de la entrevista con Samuel. Únicamente después de que Dios rechazara a todos los demás, llamaron a David para que se presentara ante Samuel. Inclusive algunos padres devotos y cariñosos tienden a juzgar a sus hijos por sus acciones y apariencia externa. Dios, en su misericordia, nos creó de manera tan maravillosa que no somos capaces de leer los pensamientos o las intenciones de los demás.
Desafortunadamente, nosotras también a menudo nos descarriamos. Nos mostramos muy rectas exteriormente, pero nuestros pensamientos y acciones en privado están por debajo de lo que Dios espera de nosotras. Yo me he sentido desilusionada por personas en las que había puesto toda mi confianza, y con solo una palabra o una acción revelaron características inesperadas. Por el contrario, he sido privilegiada al poder desarrollar hermosas amistades con hermanas con las que inicialmente no tenía ningún lazo de amistad. Ya lo dice el viejo refrán: "Nunca juzgues un libro por su tapa".
Querido Jesús, por favor, ayúdame a ser un libro abierto, y que la tapa y el contenido hagan juego, para contarles a otros de tu amor.
Avis Mae Rodney
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken