Voy a escuchar lo que Dios el Señor dice: él promete paz a su pueblo y a sus fíeles, siempre y cuando no se vuelvan a la necedad (Salmo 85:8).
Hace varios años atrás laboraba como maestra en uno de nuestros colegios. En todas partes los estudiantes son inquietos y con muchos deseos de descubrir lo que no conocen. Uno de mis grupos no era la excepción. Era un hermoso grupo que había logrado identificarse conmigo. En cierta ocasión fui a darles la clase del día y observé mucho silencio, pocos me veían a la cara y tenían actitudes extrañas. Eso me agradó porque pude trabajar como todo maestro desea. Al día siguiente sucedió lo mismo y sentí que algo andaba mal. Eso no era normal. Así pasaron dos días más hasta que varias jovencitas pidieron hablar conmigo. En la conversación confesaron que una tarde todo el grupo participó de un juego que le llaman «los colores», el cual consiste en colocar los colores en cierta forma; luego los participantes le hacen preguntas a los colores y éstos se mueven; de acuerdo con su movimiento es la respuesta. Entre todos ellos hicieron el pacto de no decirle a nadie lo que habían hecho, pero ya no soportaban la presión mental. Tuvieron que confesarlo. Me dijeron: «Lleve a la junta esto porque nos sentimos muy mal». Procedimos a lo que era necesario y se les aplicaron sus sanciones. Después el grupo sentía paz, volvieron a ser los mismos alumnos: se veían alegres y podían ver a los ojos a los demás. En muchas ocasiones actuamos incorrectamente a los ojos de Dios, y estamos conscientes de ello. Lamentablemente cada día vamos acumulando más y más y nuestra vida se torna como una carga. No somos felices, andamos molestas por todo, culpamos a los demás de nuestras desgracias. Esto es debido a la carga que traemos y que seguimos acumulando. No hay paz en nuestra vida. Tan solo confesemos nuestros pecados, amemos la Ley y vivámosla. Saldremos adelante en todo.
Hace varios años atrás laboraba como maestra en uno de nuestros colegios. En todas partes los estudiantes son inquietos y con muchos deseos de descubrir lo que no conocen. Uno de mis grupos no era la excepción. Era un hermoso grupo que había logrado identificarse conmigo. En cierta ocasión fui a darles la clase del día y observé mucho silencio, pocos me veían a la cara y tenían actitudes extrañas. Eso me agradó porque pude trabajar como todo maestro desea. Al día siguiente sucedió lo mismo y sentí que algo andaba mal. Eso no era normal. Así pasaron dos días más hasta que varias jovencitas pidieron hablar conmigo. En la conversación confesaron que una tarde todo el grupo participó de un juego que le llaman «los colores», el cual consiste en colocar los colores en cierta forma; luego los participantes le hacen preguntas a los colores y éstos se mueven; de acuerdo con su movimiento es la respuesta. Entre todos ellos hicieron el pacto de no decirle a nadie lo que habían hecho, pero ya no soportaban la presión mental. Tuvieron que confesarlo. Me dijeron: «Lleve a la junta esto porque nos sentimos muy mal». Procedimos a lo que era necesario y se les aplicaron sus sanciones. Después el grupo sentía paz, volvieron a ser los mismos alumnos: se veían alegres y podían ver a los ojos a los demás. En muchas ocasiones actuamos incorrectamente a los ojos de Dios, y estamos conscientes de ello. Lamentablemente cada día vamos acumulando más y más y nuestra vida se torna como una carga. No somos felices, andamos molestas por todo, culpamos a los demás de nuestras desgracias. Esto es debido a la carga que traemos y que seguimos acumulando. No hay paz en nuestra vida. Tan solo confesemos nuestros pecados, amemos la Ley y vivámosla. Saldremos adelante en todo.
Elizabeth Suárez de Aragón
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.