En el mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron conocidas. Condujiste a tu pueblo como ovejas por mano de Moisés y de Aarón. Salmo 77:19,20.
El Señor le dijo a Moisés que extendiera su vara de pastor sobre el mar Rojo. Había llegado el momento para uno de los actos milagrosos y de liberación más grandes de toda la historia.
Cuando Moisés obedeció, un fuerte viento del este comenzó a soplar. “Las aguas se dividieron, manteniéndose como murallas a los lados y dejando un ancho camino a través del lecho del mar para que pasaran los hijos de Israel. La luz de la columna de fuego brilló sobre las olas espumosas y alumbró el camino cortado como un inmenso surco a través de las aguas del Mar Rojo hasta que se perdía en la oscuridad de la lejana playa” (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 24).
Faraón y su ejército estaban profundamente dormidos. Hasta los centinelas estaban roncando. No había posibilidades de escape para sus ex esclavos, y podían capturarlo fácilmente por la mañana.
En algún momento entre las 3 y las 5:45 de la mañana, el ejército egipcio se despertó por el sonido de las vacas que mugían y las ovejas que balaban. ¿Y esas pisadas? Aun caminando en puntas de pie, no es fácil que dos millones de personas caminen completamente en silencio. ¡Los hebreos se estaban moviendo! Todavía era demasiado oscuro como para decir exactamente dónde estaban los israelitas, pero se dio la orden de perseguirlos. Los oficiales comenzaron a gritar órdenes. Los caballos relinchaban y tironeaban de sus riendas. Los soldados y los conductores de los carros se movían con torpeza en la oscuridad, chocándose unos con otros. Finalmente, lograron ordenarse y salieron a toda velocidad bajando el largo pasillo del mar, cegados por la profunda oscuridad y la densa neblina.
De pronto, la intensa oscuridad se disuelve cuando la misteriosa columna de nube se convierte en columna de fuego justo frente a sus ojos. Ven que los israelitas están seguros en la playa más lejana y notan que ellos están rodeados por altísimas paredes de agua a ambos lados.
Los relámpagos destellan y los truenos retumban, y el ejército se ve atrapado en un terrible aguacero. La tierra, una vez seca, se vuelve suave y blanda, haciendo difícil maniobrar con los carros. Y, además de esto, algo anda mal con las ruedas. Pareciera que los ejes han perdido la grasa y apenas pueden moverse.
Dando la vuelta, los egipcios intentan regresar. “¡Huyamos de esta gente!”, exclaman. “¡El Señor está peleando por ellos!”.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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