Confiad en Jehová perpetuamente: porque en el Señor Jehová está la fortaleza de los siglos. (Isa.26:1)
El es la grandeza, el poder y la gloria, la victoria y la majestad. No limitemos al Santo de Israel. ¡Qué fuente ésta a la cual podemos recurrir en todos los momentos de tribulación; el corazón no puede abrigar desconfianza! El hombre yerra, es empecinado y rebelde y se muestra desafiante aún frente a Dios; pero el Señor es benigno y paciente y de tierna compasión. Tiene el cielo y la tierra a su disposición, y sabe exactamente lo que necesitamos aún antes de que le presentemos nuestras necesidades y deseos.
Vemos apenas un corto trecho del camino que se extiende ante nosotros; pero “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” El jamás se confunde. El impera por encima de la confusión y las perturbaciones de la tierra, y todas las cosas están abiertas a su divina inspección; y desde su eterno solio, majestoso y sereno, puede ordenar lo que según su providencia considera mejor.
Si se nos encomendaran los planes, cometeríamos errores. Nuestros prejuicios y debilidades, nuestras ilusiones e ignorancia se manifestarían de maneras diversas. Pero la obra es del Señor; la causa es suya; él jamás deja a sus obreros sin instrucciones divinas… Por pesadas que sean las cargas, deposítalas sobre el Señor. El que vela sobre Israel no se adormece ni duerme. Reposa en Dios. El Señor guarda en perfecta paz a aquel cuyo espíritu descansa en él.
A veces quizá te parezca que no te será posible dar un solo paso más. Bien, espera y conoce que “Yo soy Dios.” “Sé fuerte y valiente; no tenías, ni desmayes: porque el Señor tu Dios será contigo por dondequiera que fueres…” Necesitamos atesorar fe. (Carta 19, 1892) Debemos aprender el arte sencillo de tomar a Dios por la palabra; luego estaremos afirmados sobre terreno seguro.
Devocional Vespertino
“Mi Vida Hoy”
Enero – Una vida consagrada
Por: Elena G. de White